Game of Votes

Ha empezado la nueva temporada de Game of Thrones y no he aparecido por aquí para dar los alaridos correspondientes por mis Stark ni para escribir cartas de apoyo moral a Ser Jorah ni para insultar a Theon ni para nada. 
Daos cuenta de mi sufrir. 
Lo peor no es tener tiempo ni para respirar, lo peor es sentir que no llegas, que por mucho que te multipliques y te organices al final siempre hay imprevistos que te descalabran la agenda, los compromisos y la vida misma. Y que quedas mal con gente que aprecias, que te pierdes cosas, que hasta ver un telediario es excepcional. 

Yeah, a soldier que está pelín hasta las narices, Cersei...

Me sigue gustando este trabajo pero en determinadas épocas preferiría, no sé, dedicarme a la búsqueda de la trufa o a la recolección del azafrán. 
Luego, claro, se pasan estas temporadas estresantes, llega la tranquilidad, y te descubres añorando esto de tener mucho que hacer. Un síndrome de Estocolmo en toda regla, ya no me engaño. Es lo mismo que cuando terminaban los exámenes de la Universidad, que me pasaba tres días sin motivación, sin saber qué hacer con mi vida, que hasta volvía a leer los apuntes porque los echaba de menos. Dos yoyas bien dadas es lo que me merecía. 
En fin, de aquí a finales de mayo se desarrolla en nuestras pantallas Game of Votes, queridos míos, y a servidora le toca lidiar con las luchas, las espadas que vuelan y el terror de unos y otros ante lo que les deparará el destino... Todo mucho menos interesante, ya os lo aseguro, que los jaleos de Westeros, tierras aledañas y Ciudades Libres...

Bueno, queen, esto a los cronistas y/o bardos de los Siete Reinos no se aplica, ¿NO?

AY.