Revista Cultura y Ocio

Garra

Publicado el 18 enero 2016 por Charo
GARRA
¡ATENCION! Este relato contiene spoiler de la quinta temporada de Juego de Tronos
    La noche ha sido agotadora. Marina regresa a su casa después del turno de noche en el hospital. Se cruza con él en las escaleras mecánicas de la estación de Sol. Parece ser el único que no tiene prisa entre la vorágine que se forma a esas horas de la mañana de un día laborable. Lo ve desde arriba. Cuando ella da el primer paso para poner el pie en la escalera de bajada, él a su vez adelanta el suyo para ponerlo en la de subida. En ese momento sus miradas se cruzan. Si hubiera sido una película, todo lo que había a su alrededor se habría difuminado hasta casi desaparecer, habría discurrido en cámara lenta y se habría centrado en ellos dos manteniéndose la mirada, la música habría empezado a sonar y todos pensaríamos que aquí estaría la historia de amor. Sin embargo, Marina no le mantiene la mirada ni un segundo porque lo que le llama la atención es la gran espada que lleva el hombre. Se imagina que irá a la Puerta del Sol para formar parte de las numerosas estatuas vivientes. Va vestido de negro con una capa corta con cuello de largas pieles, así que tal vez se convierta en Jon Nieve ahora que la serie está causando furor.    Cuando llega a casa, su hijo ya se ha ido al instituto. Le ha dejado una nota sujeta con un imán a la nevera: " recuerda, lo prometiste”. Una gran sonrisa se dibuja en su cara mientras la lee, anticipando el momento en que se pondrán a ver el penúltimo capítulo de Juego de Tronos. Se prepara un cortado descafeinado y lo toma muy despacio, saboreándolo, ya ha desayunado en el hospital así que esto es solo un pequeño placer de los permitidos.    Sus últimos pensamientos antes de caer en un profundo sueño no son para su hijo sino para Rebeca, la niña de su misma edad que se debate entre la burocracia que la mantiene anclada a una vida artificial, como una muerta en vida.   La comida está en la mesa cuando Héctor regresa del instituto. Después de terminar y recoger la cocina se sientan los dos en el sofá. Es el momento favorito para ambos. La batalla de Casa Austera es una de las mejores escenas de toda la serie. Los caminantes blancos, que en realidad son muertos vivientes, consiguen acabar con casi todos los habitantes del poblado y el caos y la destrucción se apoderan de Casa Austera. Jon Nieve pierde el Vidriagón, la piedra de obsidiana que es la única capaz de matar a los espectros, pero a punto de morir descubre que Garra, su espada de acero varylio también puede matarlos. La última escena consigue erizar todos los pelos del cuerpo. El que parece ser el jefe de los caminantes blancos, con su mirada gélida de color azul fija en Jon Nieve, consigue con un solo gesto de sus manos, que todos los salvajes muertos revivan, pasando a formar parte de su ejército de muerte.    Cuando acaba el episodio, Héctor suelta la respiración que tenía contenida. Tras unos instantes le pide a su madre ver el último capítulo pero Marina es tajante: el último capítulo para mañana, dice, tú tienes que hacer deberes y yo tengo que preparar las cosas para irme a trabajar.    La habitación está a media luz, el pequeño cuerpo de Rebeca permanece conectado a una maraña de tubos y cables indescifrables para alguien ajeno a la profesión. Por un momento se ve tentada de cortar la conexión, de aliviar el sufrimiento innecesario para tantas personas pero finalmente solo cambia el gotero. La madre de Rebeca, que duerme desde hace casi un año en la cama contigua, abre los ojos sobresaltada y los vuelve a cerrar cuando reconoce a Marina.    Esta vez se cruza con él en la gran explanada que hay delante del hospital, a la altura de la fuente. A esa hora empiezan las consultas externas y hay mucha gente en los alrededores, sin embargo, nadie repara en él, nadie se vuelve a mirarlo. Solo ella lo mira a la cara. Tiene el pelo negro y rizado como Jon Nieve pero sus ojos son azules, muy azules. Está muy lejos de la Puerta del Sol así que descarta la idea de la estatua viviente. Bueno, piensa, tal vez vive por aquí y ha vuelto a su casa a buscar algo. Se sorprende de cómo su mente empieza a divagar. Él le ha mantenido la mirada por una décima de segundo.    Al llegar a casa repite los mismos actos que ayer, lo único que cambia es la nota de la nevera. Hoy es uno de color rosa, ¡Qué nervios!, ha escrito Héctor con rotulador negro y letras grandes entre admiraciones y ella ya sabe que se refiere al último capítulo de la serie.    Mientras Jon Nieve muere asesinado por sus propios hombres, Marina mira de reojo a su hijo. Ve cómo su cara se transforma en una mueca de estupefacción, sus ojos brillan y una lágrima resbala por su cara. Era su personaje favorito. ¡No me lo puedo creer!, exclama. ¡Cómo es posible que se lo hayan cargado si es el mejor personaje de la serie! ¡No puede ser! dice verdaderamente afectado.
    Esa noche, cuando entra en la habitación de Rebeca no se sorprende de lo que ve. Jon Nieve está a la cabecera de la cama, con una rodilla en tierra y la espada de acero varylio, que puede matar a los ya muertos, en posición vertical apoyada en su frente. Todos los aparatos están desconectados y el silencio reina en la habitación Los padres de Rebeca están junto a él al lado de la cama, pero no lo ven. Se sienten aliviados de que por fin la maldita burocracia haya permitido a su hija una muerte digna. Marina mira a Jon Nieve por última vez mientras este levanta la cabeza y le mantiene la mirada, ahora sí, con sus ojos negros, mientras su imagen se va desvaneciendo hasta desaparecer.

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