Pero volviendo al tema de la comida gallega, no tengo más que halagos para describirla. Tampoco sería justo decir que en estas tierras del norte solo comes pulpo, vieiras y poco más… en el interior de la comunidad también existe una tradición culinaria de caldos y guisados elaborados con hortalizas, carnes y demás, como por ejemplo el pote o los callos con garbanzos, sin olvidarnos del churrasco.
Te propongo un plan. Llegamos a una provincia, la que quieras.
Yo digo que ni para ti ni para mí, así que nos quedamos en Pontevedra. ¿Vale? Esta ciudad encarada al Atlántico y al fondo de la ría que lleva su mismo nombre, es un sitio ideal para pasear por sus calles del centro histórico que tras el del Santiago es el más importante de Galicia. Esto es felicidad. En serio. Sin embargo, y ya que hemos llegado hasta este bucólico escenario no podemos dejar de probar sus delicias culinarias. Como hay rías próximas, uno de los manjares marinos más cotizados del terreno son las angulas. Existen varios restaurantes donde se pueden probar las angulas cocinadas de diferentes formas y maneras. Y por supuesto, no abandonaremos la ciudad sin comernos algunas tapas clásicas y sabrosas de la zona, como pueden ser unos roxones, que son una especie de tiritas de carne deshilachada elaboradas con manteca y carne de cerdo prensada.
Tampoco nos podemos dejar en la barra del bar una pieza de empanada gallega, que puede ser de carne o de pescado. Para terminar podremos acompañar nuestro menú con unos pimientos del padrón bien fritos y todo ello aderezado con el albariño de rigor. Sí, el albariño, también conocido como el caldo blanco del amor… ¿sabéis por qué? Lo explicaré en otro post.
Con esta miniruta gastronómica, ya hemos ganado dos puntos de vida positiva. Ahora vamos a ser más felices. ¡Ah! Y de postre unas filloas con caramelo y chocolate…Pero de aquí saltamos el espacio y el tiempo y nos trasladamos hasta La Coruña. Otra ciudad brutal. Con su Torre de Hércules, su Calle de los Vinos, su Rosa de Los Vientos y su estadio de Riazor aguantando a la afición. Sin duda otra de las cunas culinarias de la geografía española. Aquí no vas a tener compasión y vas a buscar esa comida marina que tanto te/me apasiona de la gastronomía gallega. Para empezar la degustación, lo primero que hay que probar es el pulpo à feira (en el resto de España lo conocemos como pulpo a la gallega). Elaborar este plato no es complicado pero sí que hay que tener paciencia. Hay que limpiar al octópodo de sus vísceras y ponerlo a hervir durante 4-6 horas para que su carne quede blanda. 
La tradición gallega dice que lo importante es hacerlo en una olla de cobre. Después, cuando ya está blando hay que cortarlo a rodajas y echarle pimentón y un poquito de aceite. Y, ¡a ser más felices! Es casi un capricho del paladar este plato único. Seguidamente, hay que probar los percebes. Sí, hay que ir controlando el dinero porque estos platos suelen ser caros, pero un capricho es un capricho…Pagas tú hoy, mañana yo, ¿no? Lo más romántico de los percebes es la historia que cuentan los percebeiros. Si tenemos suerte y podemos acercarnos a ellos comprobaremos que son una gente afable y seguro que nos invitan a su casa o algún lugar donde cocinan los percebes de manera especial. ¿Qué, no ha aumentado tu alegría?
La mía sí. Vamos haciendo hueco porque ahora viene otro bocado de gloria, la empanada de zamburiña con pan de millo. ¿Preparado para saborearla? Las zamburiñas son un tipo de molusco parecido a las vieiras que mezclado con el perejil, la cebolla y el azafrán crea un conjunto de sabores para probar y repetir. El lacón con grelos y el cocido gallego son otro éxito asegurado pero más conocido por parte de los comunes mortales como tú y yo.
¿Cómo estás después del atracón? Muy feliz pero casi empachado, ¿no? No pasa nada, no te preocupes. Contra el empacho lo mejor es caminar. Y es que en la zona que en la que estemos seguro que podremos hacer alguna caminata interesante. Galicia está llena de rutas que atraviesan bosques, ríos, pastos, pueblos semiabandonados… Si somos buenos para comernos todas estas delicias, tenemos que serlo para hacernos unos kilómetros a pie para rebajar. Cuando hablo de alegría, también hablo de salud. ¿Pillo una botella de agua para el camino?
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