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Gendai Yakuza: Hitokiri Yota - 1972

Publicado el 10 enero 2015 por Jimmy Fdz
Gendai Yakuza: Hitokiri Yota - 1972
Director: Kinji Fukasaku
   Porque luego de ver esa basura de "Battle Royale", tenía que reconciliarme con Kinji Fukasaku, o al menos poder mirarlo de una manera más agradable. "Street Mobster", la película de esta entrada, no es el contundente pedazo de cine yakuza que pensé iba a ver, pero al contrario del sinsentido onanista adolescente que supuso su testamento fílmico, sí es coherente como película aunque no acabe de aprovechar el potencial inicial de sus personajes y los conflictos que conforman. Cuanto menos, estamos ante una obra correcta de ameno visionado. Algo es algo, pienso yo... con tal de quitarme de la cabeza "la mejor película de los últimos 25 años".
  El protagonista, cuyo nombre no recuerdo, es un sujeto problemático que prácticamente creció solo y, cuando pudo, formó una pandilla callejera. Un amplio listado de delitos lo llevaron a la cárcel, y una vez que sale, vuelve a lo mismo, sólo que esta vez el crimen organizado parece ser más organizado y más poderoso -cómo no, si son los temidos yakuzas-. Nuestro protagonista tendrá que ver si seguir las reglas del juego o hacer lo que le venga en gana y ser un lobo solitario en una ciudad diferente a la que creció.
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  Quizás, después de todo, Fukasaku sí es un hombre apasionado y romántico que intenta demostrar en cada una de sus películas que la vida es una permanente lucha por el amor y la lealtad a los principios morales de cada uno, que tu entorno siempre intentará sacar lo peor de ti y lanzarte en un abismo si no aceptas pertenecer a él. Lo digo porque en "Street Mobster" volvemos a encontrar escenas melosas y detalles demasiado forzados en aquella dirección del "solo contra el mundo" o "el amor trágico". Ya parece un rasgo característico del director japonés, eso de la cursilería. Vimos de eso en "Battle Royale", cinta en la que había por montón y nulamente justificada -un mero capricho sentimental en vez de una pensada jugada argumental, de las peores traiciones en cuanto a películas y cine como experiencia-; también presente en "Kataku no hito", aunque ya se dijo que ese filme tiene auténtica sensibilidad y como película es una delicia con todas sus letras -aunque hayan sólo un par de secuencias descaradamente hechas para conmover-. A lo que voy es que Fukasaku suele pecar de sensiblería barata -conceptual y visual-, y en el peor de los casos ésta termina obstruyendo a la película y disminuyendo su calidad en variables cantidades -en el mejor de los casos, lo cursi es pasable y hasta ignorable, y si tenemos suerte, de presencia casi nula-.
  Con "Street Mobster" esto sucede a medias, especialmente con el personaje de la campesina convertida contra su voluntad en puta -y que se enamora del protagonista, no podía faltar-, que como elemento narrativo deja mucho que desear, además de no tener justificación y ser justamente un capricho que intente dotar al relato de cierto sentimiento y dimensión trágica, sin que la historia de la cinta realmente necesite de ello. ¿Por qué? Pues porque con la lucha que el protagonista libra entre sus principios y la realidad que se cierne sobre él ya tenemos más que suficiente, quedando tan claro como el agua. ¿Qué cosa? Primero, que los yakuzas son un elemento dañino para la sociedad, unos parásitos, unos carroñeros que llevan la muerte a donde vayan; segundo, que las calles, la vida de pandillero o criminal organizado te conduce hacia una muerte segura aunque no sepas tu fecha de caducidad; y tercero, probablemente lo más importante, que es mejor morir permaneciendo leal a uno mismo que vivir siendo una rata asquerosa, condición que no depara nada bueno para aquello que te importe. Un Fukasaku tan idealista como pesimista el que nos habla en esta ocasión, un hombre que utiliza el cine de yakuzas para contar tragedias personales y sociales, o si no miren su "Yakuza Papers", en la cual se describe a los yakuzas como la única salida de gran cantidad de japoneses abandonados como perros por el gobierno luego de la guerra, quienes tenían que sobrevivir de alguna manera: un mal que  reemplaza a otro mal. Y volviendo a "Street Mobster", digo que es coherente porque Fukasaku no abandona la lucha de su protagonista -que a pesar del aparente cariño y admiración que el tono de la cinta le profesa, es un bastardo cabrón que ha violado, robado y asesinado tanto como los yakuzas de tomo y lomo-, un sujeto que prefiere ser su propio jefe antes que responder a códigos ridículos, que prefiere morir de pie antes que pasarse la vida arrodillado. Pero, ¿se puede ser un criminal sin pertenecer a alguna banda yakuza, el monopolio del crimen organizado japonés? Es, en cierta forma, una pelea contra la autoridad; probablemente una alegoría sobre la sociedad en general, y otra muestra de que Fukasaku es un eterno rebelde inconformista y enojado. La vida no lo trató bien.
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  Entonces, "Street Mobster" serían tan contundente y sólida como las "Yakuza Papers" de no ser porque Fukasaku le da demasiada importancia a la puta y el lío romanticón, conflicto que cuando aparece crea traspiés rítmicos, escenas innecesariamente largas, merma en la intensidad y brutalidad de la película en sí, movimientos argumentales forzados, y banales desviaciones del verdadero conflicto no sólo del protagonista sino de su entorno: aunque libre su propia guerra, el hombre igual está hondamente involucrado en la guerra de yakuzas -era que no, si el muy idiota la propició-. Y el ejemplo perfecto de lo inútil del elemento romanticón es el final, que prescindiendo de ello estaba quedando bastante bien y desolador por lo que significaba, pero que en un arrebato -a nivel extradiegético y diegético- le quita credibilidad y potencia al asunto una vez hace acto de presencia. Una lástima. Un memorable final tirado a la basura -eso del arroz... para perder los estribos-. La conclusión, con o sin arrebato romanticón, es la misma; por lo tanto, no era necesario lo cursi, cuya infame presencia le resta muchos puntos a la película como conjunto. Y la puta que avala lo romanticón es un personaje plano y poco convincente... ¿quién se enamora de su violador y lo defiende pase lo que pase? Y eso que Kaley Cuoco se tuvo que disculpar ante las feminazis porque dijo que le gusta cocinar para su marido... si hasta le hace honor al apellido. Pero en fin, vaya mundo...
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  Pero no nos desanimemos, aunque la sensación no sea del todo satisfactoria y agradable, no podemos decir que "Street Mobster" sea un asco. Es decir, la dirección de Fukasaku, directa y ágil, cae como anillo al dedo a los acontecimientos que relata; a grandes rasgos -obviando lo romanticón, claro- el guión está construido decentemente; el protagonista, aunque es un bastardo arrogante, igual tiene carisma y aguanta el peso del relato; entre otros detalles que confirman a "Street Mobster" como una película apropiadamente hecha y ejecutada.
  Lo único que se le debe reprochar a Fukasaku en este caso es que intenta meter muchas cosas que no quedan bien dentro del panorama y el paisaje que retrata y describe. En sus dramas intimistas esos elementos quedan mucho mejor porque el género -digo esa palabra con ciertos reparos en esta ocasión- se los permite sin que queden forzados y fuera de contexto. Y ojo, que una cinta criminal perfectamente puede ser, en primer plano, un drama romántico, pero en el caso de "Street Mobster" el ojo está puesto en el carácter violento e irreconciliable del crimen organizado: son sólo negocios. Lo demás no debería intentar superponerse al eje rebeldía/autoridad. Pero lo hace...
  Con todo, "Street Mobster" no deja de ser coherente consigo misma, y no se vende a esa veta sensiblera de Fukasaku, o éste no se arrodilla y rinde a su querencia por "el amor versus todo" y se queda, no sin resistirse un poquito, en el terreno de la crítica hacia los yakuzas y la sociedad cuya negligencia los genera. No es una gran película, de seguro tampoco una pieza imprescindible dentro de la filmografía de Fukasaku o del cine japonés -o del cine en general-, pero vale la pena verla... por curiosidad, por fanatismo, porque sí, les aseguro -no garantizo nada, jojo- que no se llevarán un disgusto. Y es que ver a un montón de yakuzas negociar, hacer guerras y matarse entre sí tiene su gracia, ¿no?
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