Revista Filosofía

Genealogía de las facultades.

Por Juanferrero

(Fragmento de un trabajo más amplio que explora, entre otras cosas, la diferencia entre lo natural y lo artificial)
Si las armas naturales son las ramas de los árboles y las piedras, su uso  es ciertamente un uso que está asociado a un tipo de especies de animales en el que el aprendizaje es relevante para su supervivencia, pero cuando éstas son conservadas, cambian las relaciones que ya no son observadas del lado de la solución inmediata de los problemas, sino que la rama o la piedra son términos, que en la medida que son conservados, las relaciones que llevan incorporadas, como golpear, matar, lanzar…forman parte de un saber que no es estrictamente natural, puede ser denominado como saber artificial. Pero esto no es suficiente para diferenciar entre conducta y praxis (que propone Gustavo Bueno), pero sin esta diferencia es imposible articular la oposición y complementariedad de los términos de conducta y praxis. La clave de esta diferenciación es que los útiles están asociados a un uso recto, su fabricación supone este saber adquirido, sin embargo, los procesos de fabricación y conservación que posponen este uso recto, suponen variaciones en el uso, posterior a su producción, se entiende, lo que puede considerarse como la condición de posibilidad de que aparezca un nuevo tipo de relaciones que rigen los usos de los útiles, que no están ni en el código genético, ni en la capacidad individual de fabricarlos, y que configuran un nuevo medio normativo de reglas que podemos denominar como humano, por supuesto, que también según gradación, y del que no se puede hacer un corte definitivo entre conducta y praxis. En realidad este tipo de relación con el medio de doble mediación, tal y como la hemos denominado permite una mayor rapidez a la hora de encontrar nuevas soluciones de adaptación al medio, frente a las de la genética misma, o a la de la conducta o el aprendizaje. No hay que pensar como advierte Rousseau que este cálculo que llevan a cabo los primeros humanos sea consecuencia de una conciencia clara de lo que hacen, por tanto, resultado de un entendimiento recto, ni siquiera de una voluntad claramente definida. El proceso pragmático de cálculo necesariamente revertirá en un proceso de profundización y potenciación del entendimiento y de la voluntad. De ahí que la diferenciación entre conducta y praxis puede ir rastreándose hasta las primeras noticias de adquisición de uso y producción de herramientas. Que el medio plantee problemas al individuo es el primer paso para que las capacidades que el hombre natural (designación ésta basada en la idealización que hace Rousseau con el buen salvaje) posee se desarrollen, evolucionen y adquieran la forma que tengan que adquirir siempre en relación con el medio, con las cosas. La capacidad de hacer herramientas, de usar el medio como herramienta, o de usar cosas como herramientas está suficientemente extendida en muchas especies, pero en unas están muy prefijadas en sus códigos géneticos y en otras suponen mecanismos innatos abiertos, chimpancés, bonobos, orangutanes, los hombres forman parte de este último grupo. Pero en todo caso la perfectibilidad que caracteriza al ser humano supone la capacidad de tratar a las cosas como signos (el signo puede ser la señal natural inserta en el nuevo medio normativo, de reglas), cada vez de manera más potente, y esto sólo se hace muy progresivamente, y en la medida que se fabrican herramientas con otras herramientas y se guardan. Solamente de este modo es posible explicar un tipo de progreso y de adquisición de la técnica. Esta es una cuestión también muy problemática porque es verdad que conservar cosas supone tratar a las mismas como signos que tiene un significado crucial, y es que el individuo presta atención del lado del problema mismo y no de su solución, aunque paradójicamente lo que permite la exploración del problema mismo son las soluciones encontradas. El problema es la supervivencia, coger un alimento para un individuo que ha de alimentarse, pero si algo que me permite hacerme con el alimento es por sí mismo objeto de atención, al margen del medio que me proporciona el alimento. A saber, cuando se convierte en un problema lo que es la solución, tengo al menos ya diferenciado, potencialmente, las tres facultades que aparecen en los manuales de epistemología. La técnica puede depender del código genético de un modo más o menos abierto, sin embargo, cuando la atención se dirige, no al problema que hay que solucionar sino que la solución adquiere cierta autonomía, entonces se generan las condiciones de posibilidad para que las facultades humanas aparezca. La diferencia entre el hacer humano del resto de animales es que el hacer del hombre natural y del resto de animales lo que se hace es para satisfacer necesidades, sin embargo, la innovación técnica termina por crear nuevas necesidades, por tanto, la invención, la innovación no se debe tanto a la necesidad, más que un sentido muy débil, está claro que la necesidad configura el impulso inicial de la innovación natural, del aprendizaje y de la técnica, pero de un modo indeterminado, solamente cuando esta necesidad se las ve con la interacción con el medio la plasticidad es la que inaugura una innovación, y ésta es la que posteriormente va configurando las necesidades concretas de las especies y los individuos. La necesidad termina subordinándose a la innovación.
Por ello, la inversión innovación-necesidad caracterizaría al hombre natural que emprende su larga travesía del estado de naturaleza hasta la sociedad civil abandonando el continuum que forma el individuo-medio. La razón operatoria o técnica de estos primeros hombres es una forma de calcular las posibilidades que los útiles proporcionan, y romper, así, el círculo vicioso que supone el mecanismo de necesidad-satisfacción, solamente la institución que supone la doble mediación del proceder técnico explicaría esta instancia que es previa a la contraposición naturaleza – cultura, y que además la explica.
De este modo el hombre natural se ve impelido a resolver problemas de supervivencia que le pone la naturaleza, este individuo al igual que cualquier otro ser vivo puede resolver las cuestiones de supervivencia con comportamientos más o menos programados, sin embargo, en el hombre natural más que en ningún otro tiene la capacidad de perfectibilidad que como ya hemos definido es la capacidad de perfeccionar cada vez más lo que hace. La consecuencia de esto es que la fabricación de herramientas pospone la solución de problemas y pone la atención en aquello que lo resuelve. Así caracterizado lo que va configurándose es la lenta evolución de la aparición de la praxis o acción humana. De este modo aparece un tipo de hacer que, a diferencia del resto de animales no consiste en guardar alimentos sin más, ni en fabricar herramientas, que lo hacen tanto una como otra estrategia de supervivencia diversas especies. Lo que hace este ser humano es conservar las herramientas o los útiles, es lo que hemos llamado doble mediación, pero que sólo se apropia de tal mediación cuando fabrica de manera sistemática, se apropia de un espacio nuevo y no tanto de los productos mismos, este espacio es el que Gustavo Bueno llama espacio normativo. Lo que interioriza este ser humano es una diferencia de tiempo cualitativamente distinta a las anteriores, por supuesto la cualidad es producto de la cantidad y solamente vemos las diferencias cuando son grandes. Pero este espacio normativo es la condición de posibilidad antropológica para explicar los posteriores desarrollos de las facultades humanas de voluntad, entendimiento y razón. Que gracias al espacio normativo entran en una serie de relaciones que se retroalimentan.


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