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Giallo en piezas: Torso, I corpi presentano tracce di violenza carnale. Sergio Martino vaciando el género

Publicado el 16 junio 2010 por Esbilla

Giallo en piezas: Torso, I corpi presentano tracce di violenza carnale. Sergio Martino vaciando el géneroTorso: Violencia carnal (I corpi presentano tracce di violenza carnale)

Director: Sergio Martino

1973

Italia

94 min.

Fotografía: Giancarlo Ferrando

Música: Guido De Angelis & Maurizio De Angelis

Guión: Ernesto Gastaldi y Sergio Martino

Reparto: Suzy Kendall, Tina Aumont, Luc Merenda, John Richardson, Roberto Bisacco, Ernesto Colli, Angela Covello, Carla Brait

Si bien es cierto que Torso o en su rebuscado original I corpi presentano tracce di violenza carnale (abro paréntesis para una curiosidad: el origen de estos puntillosos y quirúrgicos títulos que mezclan la ficha policial y el tagline de tabloide amarillista hay que localizarlo fuera del género, en Confessione di un commissario di polizia al procuratore della repubblica -Confesiones de un comisario-, un poliziesco dirigido en 1971 por Damiano Damiani y en subsiguientes ejemplos de cine criminal comprometido y fuertemente politizado que acompañaron el ascenso de Enrico Berlinguer a la jefatura del Partido Comunista Italiano un año después. Trabajos de Mauro Bolognini como Imputazione de homicidio per uno studente -Proceso a un estudiante acusado de homicidio- o la denuncia de los manejos de la prensa Sbatti il monstro in prima pagina -Noticia de una violación en primera página- de Marco Bellochio, ambas de 1972, que rápidamente se reconvirtieron en fórmulas ideales para restallantes poliziotteschi o para viscosos gialli, como ese impagable Rivelazioni di un maniaco sessuale al capo della Squadra Mobile dirigida por Roberto Bianchi Montero también en el 72) es prácticamente la mejor película del siempre interesante Sergio Martino también es cierto que está un punto por debajo de un desorbitado prestigio cimentado casi en exclusiva sobre unos 20 minutos, localizados en su parte final, sencillamente admirables en su comprensión del

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funcionamiento del suspense, en la explotación de la angustia morbosa y en una perfecta gradación de todo tipo de recursos, que van desde el silencio hasta la violencia explicita pasando por la depuración del encuadre y el manejo sistólico/diastólico del tempo cinematográfico.
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Desde luego tiene más virtudes y revela verdadera personalidad, oficio e incluso inspiración, demostrando conocer con suficiente profundidad los mecanismos del giallo como para trastear con ellos jugando con las expectativas de un espectador, que para aquellas alturas, ya se sabía el género de arriba abajo.

Así y pese a que esta primera parte pueda parecer un tanto morosa guarda una inteligente disposición de los crímenes de orden exponencial (de un estrangulamiento a un descuartizamiento múltiple) con los que se esquiva el aburrimiento. Es decir, cada vez más explícitos, más gráficos y elaborados, correspondiendo tanto argumentalmente con la mayor audacia del asesino, como extra-argumentalmente con las necesidades de un público que

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demanda/demandamos un poco más de cada vez.

Entre tontos devaneos amoroso-calenturientos, pistas falsas y los culpables equívocos apuntados con trazo grueso de rigor, se cuela un reclamo al arte como anunciación del crimen (el film sigue a un grupito de estudiantes en un curso veraniego y se recrea en la belleza de calles, plazas y frescos de un Perugia entre turística y decadente) y se dejan un par de momento ya magníficos: el acecho y asesinato nocturno en el coche, espléndidamente concebido y especialmente el crimen en el bosque. Una secuenza lunga prodigiosa (killing_in_the_mud_torso_1973) que se cuenta entre lo mejor del género: después de abandonar una fiesta, Conchita Airoldi que avanza drogada y descalza por un anegado bosque fantasmagórico (con una utilización de la niebla que recuerda sorpresivamente al gótico italiano), acabará asesinada brutalmente tras un acoso insoportable, en el que el verduguillo que cubre al

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asesino, un motivo visual tan sencillo como inquietante, se aparece, ubicuo, junto a cada árbol. Con un efecto obsesivo centuplicado por la psicodélica música de los hermanos De Angelis, se construye según una planificación que acoge planos largos y movimientos envolventes, encuadres progresivamente cerrados, zooms chirriantes, planos subjetivos, cámara en mano,…una batería aturdidora que consigue sobre personaje y espectador similar efecto aturdidor y crispante. Rematándose el deceso con el enfermizo y turbador detalle de la mano enguantada  del asesino acariciando el torso embarrado y desnudo de la chica ya cadáver. Una incómoda y simultáneamente fascinante cópula aberrante de morbidez necrófila embarrada y anti-belleza que parece la versión sucia de las muertes hermosas de Argento, con los colores puros
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bavianos sustituidos por un engrudo de sangre y barro que culmina con unos ojos eviscerados.

Martino (de quien no comento demasiado ya que ha aparecido previamente con Milan tiembla: la policía pide justicia y, lateralmente, en Perché quelle strane gocce di sangue sul corpo di Jennifer?, dos artículos en los que se comentaba con cierta extensión lo más interesante de su carrera y de sus personales aportaciones al horror all’italiana respecto a las cuales esta Torso supone toda una renovación. Aquí y aquí una interesante entrevista.) juega con cierta ironía durante toda esta primera parte con unas convenciones que languidecen hasta desembocar, previo quiebro narrativo, en ese tercio casi final completamente abstracto en el cual no queda ya narración sino solamente puesta en escena del horror.

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Como si fuera una pieza autónoma este largo clímax desarrollado en un caserón reinicia la película sometiéndola a un vaciado formal y acumulando en un metraje de tempo líquido un momento cumbre tras otro en una escalada de tensión paroxistica. Unos veinte minutos reales en los que la duración o la sensación de la duración más bien, adquiera valor nuevo, demostrado el asombroso manejo del suspense por parte del director –la soberbia escena de la “pesca” de la llave es ejemplar en este sentido- . La pobre Suzy Kendall adquiere los rasgos de víctima-arquetipo (rubia, frágil, descalza y en camisón) encerrada con un carnicero ya desatado pero como siempre en los gialli según Martino, la mujer se revela contra esa condición apriorística peleando por su vida y no resignándose al filo del cuchillo/cámara. Significativamente y aunque el film no ahorre casquería lo que hay es mucho menos de lo que parece. Otra vez la virtuosa puesta en escena y la capacidad de la dirección para sugestionar al espectador conectándolo directamente con la protagonista logran un efecto multiplicador, de hecho la masacre en si nunca se ve, ya ha ocurrido y lo que vemos es el despiece. Entonces los encuadres responden a la mirada de la chica y al estar esta escondiéndose lo que recibimos son planos fragmentados, imágenes tapadas parcialmente, acciones interrumpidas por algún obstáculo que viñetea el plano por culpa de esa posición forzada. Lo que recibimos son trozos y a trozos han quedado reducidas las víctimas, con lo que el punto de vista simboliza la acción.

Lamentablemente sigue habiendo concesiones prácticamente obligadas (y sensualidad sáfica, por descontado con el entusiasta concurso de la nada pacata Tina Aumont) desembocando todo en un final particularmente tópico y manido que contrasta tristemente con la radicalidad de la propuesta inicial de Martino y su inseparable guionista Ernesto Gastaldi, figura oculta del cinema bis italiano necesitada de estudio. Aun así un film realmente notable e importantísimo en su posterior influencia sobre el slasher norteamericano (ese asesino moralista castigando, no ya las desviaciones sexuales sino directamente su misma práctica), del que tanto este Torso como la celebérrima Bahia de sangre de Mario Bava son precursores e imitados modelos por la decantación al absurdo hacia al que empujaron al género.

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