Revista Cultura y Ocio

Gilbertman, o cuando se confunde la leche y la magnesia

Publicado el 03 marzo 2015 por Rafael Alejandro González Escalona @rafauniversidad
Gilbertman, o cuando se confunde la leche y la magnesiaFotograma del video clip “No hay break”

Alejandro Menénez Vega, el Mene, no solo es uno de los fotógrafos más talentosos de mi generación que conozco, sino también un tipo que respeto mucho. Por su trabajo y por su honestidad. Porque va a lo suyo, y no arma bulla mientras le modela las imágenes que conforman su obra. Por eso me alegra que me considere su socio, por eso siempre que lo veo en algún concierto u otra actividad lo recibo con una sonrisa, no solo porque me alegra encontrármelo sino también por la certeza de que habrá un buen testimonio gráfico de lo que allí pasó.

Hoy abrí Facebook y me encontré un comentario suyo en el que expone las razones por las que -como parte del equipo de realización del video clip de “No hay break”, de Gilbertman- decidieron darle una estética gansteril a ese filme. Tras leerlas decidí cederle el espacio de este blog, como he hecho antes, porque sus palabras tal vez no las recojan La Jiribilla o Cubadebate, pero tienen el sencillo valor de la justicia.

PD: Mene, el video no es lo peor del audiovisual cubano, pero sí que está malo… ;)

“Es una historia de ficción sobredimensionada por la malla contextual en la que cayó”

por Alejandro Menéndez Vega

Este “review” sobre el caso de Gilbert es finalmente un análisis de la imagen audiovisual que se construyó, más puntualmente en el video No hay break. Yo soy uno de sus realizadores.

Desconozco si esta era la imagen que quería representar Gilbert, fue la que a nosotros (los realizadores) nos pareció más interesante para ese tema. Nunca se nos pidió que aparecieran armas, dinero, violencia, etc.

Esa fue la historia que decidimos contar, al margen de los cantantes que hicieron el tema y aparecen en el video. Desconocíamos el origen de su dinero… tampoco nos preocupamos por averiguarlo. Otras cosas he visto que igual asombrarían a más de uno en nuestra humilde Cuba y están “permitidas” y legitimadas.

Siempre los consideramos actores del argumento que narraríamos y personajes de la obra audiovisual: Una historia de doble traición para lograr “escalar” en un mundo de ficción que queríamos construir. Sí, un mundo de matones, tráfico, ostentación, etc, pero que no era calco de realidad concreta alguna.

Obviamente la elección de trabajar con adolescentes no fue casual, eso le brindaba más crudeza a la historia y la hacía aún más punzante. No trabajamos con Chala, trabajamos con el actor Armando. Chala es un personaje que él asumió (construyó) maravillosamente en un film y que claramente nos permitió comprender que podía ser el personaje que necesitábamos, pero él no salió del aula de Carmela para ir a filmar ese video clip. Salió de su casa y de su propia realidad que en nada se parece a la del film Conducta y menos aún a la del video clip.

No hay break no es un modelo de valores corruptos, no es una obra cuya pretensión sea promover la violencia, no es una arenga, una denuncia o un retrato social. Es una historia de ficción sobredimensionada por la malla contextual en la que cayó. Tal vez sea la peor obra audiovisual de la historia del clip cubano, tal vez sea la de peor gusto, pero no nació para apoyar “la guerra cultural del reguetón cubano”. Si de esos valores se trata, si de esa supuesta “guerra” estamos hablando, cualquier espacio cinematográfico de la TV actual los ahonda mucho más. Basta ver los últimos 10 films del sábado en la noche para ver la colección de descuartizados, baleados, atropellados, etc. Basta esto para comprender que, independientemente del espacio físico dónde fueron realizados y de la pericia técnica y narrativa de sus realizadores, la violencia y “el universo marginal” es un elemento cautivador, recurrente y natural de la obra audiovisual. En esos films no nos cuestionamos “la realidad” de lo narrado porque nos parecen contextos distantes, enajenados y de culturas que nada tienen que ver con la nuestra. Cuando son puestos en Guanabacoa y con pandillas enfrentándose nos escandalizamos.

Hay una mezcla, a mi entender innecesaria, en este artículo entre el producto audiovisual (al menos aquel del cual soy responsable) y la “guerra cultural contra el socialismo”. Yo soy cubano, formado en una sociedad que se repetía a sí misma que era socialista y que aún no se ha encontrado en la definición. Jamás he golpeado ni a una mosca y no quiero una nación violenta, superficial, ni que reniegue de sus valores culturales e históricos. El socialismo vs capitalismo está fuera de mis discursos o preocupaciones desde hace largo tiempo, pero añoro una mejor y más justa sociedad, independientemente del espectro político en el que sea encauzada. Este video jamás evaluó nada ni cercano a estos temas y se realizó enteramente desde el interior de la isla.

Nos valimos de elementos (también del clip contemporáneo) para realizar un clip regodeado en la violencia, pero sin pretensión de promoverla. ¿O es que Romain Gavras está promoviendo la violencia con sus clips? Salvo las gigantescas distancias que no separan de sus espectaculares video clips en lo artístico, técnico y productivo. No pretendo comparar nuestro malogrado clip con estas obras, pero al igual que en estos, las armas son artificiales, la sangre es coloreada, los “golpeados” son dobles de acción, el dinero es papel de libreta y la violencia es una pensada coreografía.

A Gilbert le “tocará” por sus acciones lo que la justa ley determine y a eso no me puedo oponer. La exactitud de sus males se me escapa y tal vez el tiempo nos sea clarificador. Yo solo asumo aquello de lo que me siento responsable; un clip que ha provocado una ira desmesurada. Sin significar esto que me arrepienta o que crea que hay algo inmoral en hacer una obra de ficción como esta, cierto es que hubiese preferido que la sensación de realidad no fuera tan alta y que “el discurso moral” no se hubiese malinterpretado tanto.


Archivado en: Alejandro Menéndez Vega, Audiovisual, Gilbertman, Reguetón, Videoclip Tagged: Cuba, Música, Sociedad
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