Revista Cine

‘Gladiator 2′ – Demasiado raro para Hollywood

Publicado el 11 abril 2011 por Cinefagos

dos dos dos

 

Hace un par de años escuché que un productor de cine aseguraba que aproximadamente, el ochenta por ciento de las películas que se planean jamás llegan a rodarse. Algo parecido pasa en nuestro país, donde el ochenta por ciento de las películas que se ruedan jamás llegan a estrenarse, pero eso es otra historia y será contada en otra ocasión. Hasta hace unos años, la única forma de enterarnos de cuáles eran esos proyectos fantasma consistía en tener la suerte de que a algún profesional del medio se le escapase, pero ahora, gracias a Internet, podemos tener acceso a una gran cantidad de información. Ya vimos diseños y pruebas de cámara del bizarro y psicodélico traje de Superman en la película que iba a haber dirigido Tim Burton y protagonizado Nicholas Cage, pero además, el propio guión de la cinta puede encontrarse buscando un poco.

Pero Superman no es el único guión del que tenemos constancia, Gladiator, la película de Ridley Scott y protagonizada por Russell Crowe, se quedó a las puertas de tener secuela, algo que en un principio parecía difícil ya que tanto el protagonista, como su familia, como el “malo” de la película, acababan muertos. Sin embargo, los números hablaron por sí solos, de modo que el proyecto siguió adelante hasta completar un guión, que apareció online hace algún tiempo y que demuestra que ni siquiera la muerte puede truncar una franquicia.

 

gladiator2

 

Pero, aunque pueda sonar extraño, la noticia del guión de “Gladiator 2” fue publicada por el diario The Guardian hace más de un año, y se conoce quién fue el autor de la historia: Nick Cave, un conocido escritor y músico que alumbró una historia donde Máximo resucitaba, era inmortal y luchaba durante todas las épocas de la historia hasta acabar en nuestros días. Pero vayamos por partes.

 

El guión empieza en una llanura desolada, donde Máximo yace boca arriba y con los brazos extendidos a ambos lados del cuerpo. Entonces aparecen dos ladrones que empiezan a rebuscar en su ropa, pero una lanza le atraviesa el pecho a uno de ellos. El salvador de Máximo se presenta como Mordecai, (al que en el guión parecen tratarle como “el rey de las entradas dramáticas”), el protector de la paz en esos parajes. Le da de comer y le dice que ha estado esperándolo, y que le vio ayer luchando en el Coliseo. Máximo parece no recordar nada, pero (suponemos que con la oportuna ayuda de unos flashbacks) recuerda lo que le ocurrió. Mordecai le vio luchar, caer y morir. Máximo se pone nervioso y dice que no tiene tiempo para acertijos, a lo que Mordecai responde:

-   Oh, tienes tiempo, amigo mío… tienes toda una eternidad.

 

La imagen se corta para mostrar a la mujer de Máximo, Maria, y a su hijo pequeño, Marius, de pie, en su granja, pero atrapados en una poderosa tormenta. Máximo intenta alcanzarles, pero la lluvia es tan fuerte que le obliga a… despertar. Todo era un sueño, aunque de pronto el gladiador parece recordar una de las partes más importantes de su vida, por lo que le pregunta a Mordecai dónde puede encontrarlos. Mordecai le enseña un territorio igual de desolado que el anterior, pero donde cientos o quizá miles de refugiados se apiñan y pelean por la comida. Mordecai dice que le han otorgado un pequeño rango por encima de los demás, y que es compensado. A la pregunta de quién le dio esa autoridad, Mordecai responde que los “todopoderososos”. Como es normal, Mordecai no puede decir las cosas claras, y muchas veces se limita a diálogos tan vagos y vacuos como los siguientes:

 

“Yo puedo ver Roma, pero Roma no puede verme a mí….el clima aquí es tan agradable…la noche sigue al día…los pájaros cantan en las ramas, el invierno lleva a la primavera, la primavera lleva al verano…”

 

Todo muy vacío y ligeramente ridículo. Mordecai le lleva la presencia de los dioses, como Júpiter y Marte, que al parecer, le estaban esperando. Máximo les dice que quiere encontrar a su mujer y a su hijo, pero Júpiter dice que, si de verdad eran buena gente, no los encontrará allí. En una de las conversaciones más ingeniosas del guión, Máximo, hastiado, le dice al “viejo” (en inglés oldman) si va a ayudarle o no, a lo que Júpider sonríe y dice: Viejo, quizá… hombre…tal vez no.

Y le explica el problema que están teniendo los dioses, porque uno de los suyos, de nombre Hefesto, les ha dado la espalda a los demás con la cabeza llena de ideas extrañas. Entonces, los demás dioses se suman a la conversación como lo harían en cualquier mala película de sobremesa: diciendo una sola palabra.

 

Baco: un loco.

Apollo: un lunático

Marte: Un disidente.

 

Mientras tanto, Júpider le explica que Hefesto, con sus malas artes, ha logrado hacerse con un grupo de “convertidos” (apóstatas, fanáticos, etc etc…) gracias a sus ideas sobre la onmipotencia, lo que hace al resto de los dioses enfermar hasta el punto de llegar a morir (languidecer, disminuir…) pero le advierten a Máximo de que siguen conservando sus poderes, de modo que si les ayuda, podrán volver a estar juntos. Ante la pregunta de que si son tan poderosos, por qué no hacen algo con Hefesto, Jupiter responde que no es tan fácil, y que, en cualquier caso, “tu fama te precede, gladiador”.

Hubiera sido una genial frase promocional para la película, ¿Verdad?


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Pero avancemos. Máximo abandona la presencia de los dioses, Mordecai le sigue y le dice que le están mintiendo. No podrá volver a ver a su mujer porque ella hizo un sacrificio especial: renunció a la vida eterna a cambio de que su hijo pudiera volver a la tierra, por lo que le comunica a un sorprendido Máximo que su hijo está vivo, y en Roma. Pero el gladiador no le cree y recorre el inframundo (en forma de desierto) para encontrarlos, mientras sigue atosigado en sueños por visiones que lo atormentan. En ellos, su mujer y su hijo parecen estar sufriendo, pero jamás llega a encontrarlos, de modo que cuando decide rendirse, se encuentra frente a Hefesto, un hombre anciano y agonizante que dice que sus seguidores le han abandonado al perder la fe. Parece que la ausencia de fe debilita a estos dioses. Hefesto dice algo acerca de que sólo puede haber un único dios, y le comunica también que su hijo corre grave peligro. Coge de la mano a Máximo y le pide ayuda…

 

Para enviarle de vuelta a la tierra. Siendo tan oportuno que le deja caer justo en mitad de una refriega en contra de los primeros cristianos. Hay un grupo de soldados romanos matándolos, mientras un anciano reza de rodillas con una cruz de madera en las manos. Máximo logra hacerse con una espada y defenderse (típica escena de acción que hay que poner), pero le apresan y entonces vemos a quien comanda a los soldados, un hombre de veinticinco años llamado Lucius. Máximo intenta defender al anciano, pero él se encoge de hombros y dice que “hoy estará en el paraiso”. Lucius le decapita y se gira hacia Máximo, diciendo que le maten a él también, pero el gladiador logra zafarse (otra escena de acción), encuenta un caballo y huye.

 

Poco después, Máximo encuentra a algunso de los cristianos que huían, y ellos le dan cobijo, allí, le cuenta que son seguidores de cristo y que Lucius es una de esas personas en Roma que cree que pueden mantener la fe con el filo de una espada. Ahora, Lucius regresará a Roma, por lo que el líder de los cristianos, Cassian, un profesor, debe ser alertado. Máximo les pregunta por qué no querían luchar contra los romanos que los estaban masacrando, a lo que ellos responden que son gente de paz y que tienen fe, fe en una vida en el más allá.

 

Máximo pone rumbo a Roma. Entonces es cuando aparece Mordecai, que dice que de vez en cuando, puede ser enviado a la tierra para cumplir con algunas obligaciones. Entre ellas está comunicarle a Máximo que ha enfadado a los dioses, y que éstos no le permitirán regresar a la otra vida. Máximo dice que ya ha visto el otro mundo, y que de momento su sitio está allí. Ahora tiene que irse, ha de encontrar a su pequeño. Pero Mordecai sonríe y le dice que su hijo ya no es más un muchacho. Han pasado varios años desde que ha muerto, y ahora es un hombre. Mordecai le dijo que estaba en Roma, pero también sabe en qué se ha convertido. Le pide a Máximo que mire a su alrededor y éste ve los cadáveres descuartizados de decenas de cristianos. Mientras tanto, Mordecai ha hecho una salida dramática desvaneciéndose en el aire.

 

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Tras unas cuantas páginas de guión, Máximo llega a Roma y encuentra a Cassian junto con su hijo Marius, de unos veintitrés años, enseñando filosofía a los alumnos. La clase queda interrumpida porque ven aparecer a Lucius a través de las ventanas. De camino, un tabernero parece reconocer a Máximo, pero éste le dice que está equivocado. Mientras tanto, Lucius se encuentra con el césar, Decius, un hombre de unos sesenta años que le acusa de ser demasiado violento con los cristianos. Él le había pedido que los capturase, no que manchase las calles de sangre. El césar quiere saber si el odio que Lucius tiene contra los cristianos se ve motivado porque su propia madre, Lucille (por si quedaba alguna duda de que Lucius es el niño de la primera película), era una de ellos, y le cuenta su plan de ordenar a cada familia romana que haga un sacrificio a los dioses en las próximas semanas, de modo que quien rehúse hacerlo, será condenado por cristiano, ya que evidentemente, éstos se negarán a rendir pleitesía a otro que no sea su dios.

Máximo se presenta en una reunión de cristianos, que debaten qué hacer con Lucius, les cuenta todo lo que ha visto y les anticipa su destino: Todos van a ser aniquilados. Entonces Marius, el hijo del profesor y lider cristiano, da un paso al frente y dice que morirán con gloria, y Máximo reconoce entonces a su propio hijo, reencarnado en ese joven, el mismo que le llava idólatra y le dice que se marche al revelarles Máximo que fue un soldado del imperio. En la escena siguiente, Máximo llora sentado en las escaleras de un templo, frente a una estatua de Hefesto en sus mejores tiempos. Mordecai aparece y dice que Hefesto tenía sus propios motivos para traerle allí, pero se desvanece cuando Máximo le grita: ¡Mi propio hijo no me reconoce!

 

Esa misma noche, acude a ver a Cassian y le pregunta por Marius. Cassian dice que es su hijio adoptado, y le pregunta a Máximo si ÉL le ha hablado, alguien en quien creer. Pero el gladiador, cínico como siempre, le dice que él ha visto a un bebé descender descuartizado por el río. ¿En qué creía él? Cassian asegura que hay cosas por las que morir, mientras que Máximo defiende que las hay por las que luchar, y se pone a su servicio. Luego, en una taberna, un viejo amigo se les une: Juba, el amigo de Máximo en la anterior película y que se pregunta si está abrazando a un fantasma o no. El gladiador le tiene que explicar todo, incluídas las apariciones de “Mordecai el melancólico”, que aparece y va donde y cuando quiere. Juba le cuenta que ahora tiene esposa y dos hijas, y que se gana bien la vida, entonces le lleva a su casa y le alcanza un paquetito donde están envueltas las figuras que enterró al final de la primera película. Le dice que las rescató después de que el césar empezase a pensar en inundar el coliseo con agua para organizar algunas batallas navales, un espectáculo exótico donde los cristianos son ejecutados.

 

A la mañana siguiente, Máximo regresa a la escuela donde los estudiantes están enfrentándose a Marius llamándole “perro cristiano”. Golpe a los acosadores y le dice al chico que tienen que hablar. Mientras tanto, Lucius ha apresado a una familia cristiana y amenaza con matar al hijo de ellos si no les dice el nombre de su líder. Pero Máximo y Marius de momento no saben eso, y Marius está demasiado ocupado reprendiendo al que es su padre por su comportamiento, citando la vida del apostol Pablo, que ponía la otra mejilla, o hablando acerca de la noche que prendieron a Jesucristo. Máximo dice que mientras él le cuenta todo eso hay un hombre preparándose para verter su sangre, no va a abofetearle y obligarle a poner la otra mejilla, sino a aplastarle los sesos. Pero Marius no le escucha, por lo que Máximo dice algo cuyas implicaciones sólo conoce el espectador.

 

“Hace tiempo tuve un hijo…vivíamos en una pequeña granja en Toledo. Lo mataron, y dejaron su cuerpo colgado en un árbol en mitad del campo. Tenía siete años. Era demasiado joven como para comprender la lujuria de la fe. Sólo creía en que algún día, su padre regresaría de la guerra.”

 

Lucius ha recibido permiso para arrestar a Cassian, y éste, por su parte, recuerda cómo encontró a Marius, el único de los niños de un hospital que parecía no estar poseído por la peste, como si estuviera… protegido, de alguna forma. Entonces, Lucius entra en mitad de la clase, arresta a Cassian frente a los alumnos y exhorta a éstos acerca de las terribles desgracias que asolan las provincias: hambre, terremotos, etc, todo por culpa del pez de madera que ese anciano lleva colgando en el cuello. Cassian le dice a Lucius que él le conocía, exactamente igual que a su madre, que está ahora con los ángeles y el dios de los cristianos. Lucius enfurece y le raja el cuello, mientras que Marius, completamente destrozado, sale corriendo y se refugia en el taller de Juba. Máximo dice que le enseñará a luchar, así es como ayudará a los cristianos, y Marius acepta para no volver a fallar a su padre.

 

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Y por fin, como no podía ser de otra manera, volvemos a ver el Coliseo. En esta ocasión está completamente inundado, y hay una batalla naval en la que los gladiadores destrozan a los cristianos, que no hacen otra cosa salvo rezar por sus vidas. Lucius le dice al césar que los cristianos se están levantando contra el imperio, y que los comanda un hombre al que él ya ha visto hace tiempo, justamente allí, en la arena del Coliseo, un hombre que murió frente a sus ojos. Máximo. El césar le da total libertad para acabar con los cristianos.

 

Máximo ha logrado reunir a doscientos cristianos, a los que enseñará a luchar. No ha sido fácil convencerlos, ya que muchos piensan que todo esto es una prueba de fe que han de superar, pero consigue hacerlos entrar en razón. Mordecai el dramático aparece para decirle que Roma entera habla acerca de él, y que dicen que es EL GRAN GLADIADOR, resucitado de entre los muertos, y añade que, por una vez, la gente tiene razón, antes de advertirle que tenga cuidado.

Esa noche, Lucius se presenta en el taller de Juba acompañado de unos soldados, y dice que lo matará a menos que Máximo hable con él. Le pregunta cómo es posible que haya vuelto de entre los muertos, y le cuenta lo que le ocurrió a su madre después de que Máximo falleciera. Tuvo una gran depresión y acabó convertida en una cristiana, consumida por aquellos que envenenaron su mente con locas ideas y que la condujeron a convertirse en una mártir.

 

Llega el día en que la ley les obliga a todos los romanos a ofrecer un sacrificio a los dioses. Los soldados van buscando a los cristianos a sus propias casas, pero descubren que todos han desaparecido. Entonces uno de los cristianos que había con Marius aparece y le dice a Lucius dónde se esconden. De modo que Lucius acude una vez más al césar para pedir dos cosas: tropas, y su bendición, y obtiene ambas cosas.

En el campamento cristiano, Marius le pregunta a Máximo si es verdad lo que todos dicen: que fue un general, que ha retornado de entre los muertos, que les traerá la gloria, y Marius se pregunta en qué cree. Máximo dice que él fue un soldado, y que por lo tanto sus creencias carecen de importancia. Pero si tenía que creer en algo, lo hacía en el hombre que tenía a su lado, y en que un día todo acabaría, y podría regresar a casa, con su familia. Y aunque Marius hace notar que después le arrebataron eso también, Máximo sonríe con tristeza y dice que ahora puede sentirlos a su lado.

 

El clímax final es una épica batalla entre los árboles de las afueras de Roma entre los doscientos cristianos y el doble de soldados, con Lucius a la cabeza. Juba forma parte de la pelea porque dice no querer abandonar a su amigo en un momento como éste, y Máximo se encuentra al fin frente a Lucius en el que es un largo, sucio, duro y sudoroso duelo. Los tajos van y vienen, pero en el último momento, al más puro tópico norteamericano, una flecha atraviesa el aire y se clava en el cuello de Lucius. Máximo se gira y ve a Marius, que deja caer un arco y grita lo típico: ¡Oh, Dios, qué he hecho!

En ese momento, los soldados se retiran y alguien lo hace notar, pero Máximo recoge su espada y dice:

-   Volverán.

Uno de los cristianos le pregunta qué harán ellos.

-   Nos reagruparemos… y lucharemos de nuevo.

 

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Y así entramos en el final de esta extraña película, con una secuencia no menos inesperada en una cinta de romanos. La imagen se funde y volvemos a ver a Máximo, pero con una armadura diferente. Está completamente blindado y por encima lleva una túnica con una gran cruz roja. A ambos lados, cientos de cruzados combaten a las puertas de Jerusalen. La imagen se disuelve para regresar a la batalla de Roma, con los arcos chascando y arrojando flechas en todas direcciones. Supongo que una música perfectamente coordinada debería convertir esta secuencia en algo casi onírico, porque todo vuelve a desdibujarse y Máximo aparece en un gran campo de nieve, en una época mucho más moderna. Por última vez, alcanzamos a ver la vieja Roma, amaneciendo, entre los flash que nos muestran a Máximo en mitad de la segunda guerra mundial, y sobreviviendo a los lanzallamas en la jungla de Vietnam…

 

Última escena.

Máximo está en un cuarto de baño bastante amplio, como el de una oficina. Se está lavando las manos cuando oye un ruido a sus espaldas. Se gira y ve a Mordecai, que sonríe y le dice que, como ya le prometió, estará siguiéndole hasta el fin de los tiempos. Máximo recorre un largo pasillo bajo las luces fluorescentes, va vestido con chaqueta y corbata y pasa al lado de una secretaria que carga con decenas de documentos. Abre una puerta y se encuentra en mitad de una sala de juntas, cuyo centro lo ocupa una gran mesa redonda donde hay cerca de diez hombres, todos ellos trajeados y sentados frente a ordenadores portátires. Máximo se disculpa por su retraso y pregunta:

-   ¿Adónde vamos ahora?


* * *

 

Las productoras rechazaron este proyecto por considerarlo demasiado extraño. Sin embargo, Russell Crowe lo defendió hasta el final alegando que “podría funcionar”. La verdad es que hubiera sido un shock para el público contemplar la última escena, pero creo que ya he hablado demasiado por hoy. Os queda a vosotros decidir si os hubiera gustado ver esta película o no, y luego preguntaros cómo de raro es el existente guión de “Titanic 2”.

 


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