Revista Opinión

Golpes bajos

Publicado el 19 julio 2016 por Jcromero

¿Recuerdan el panorama desolador que nos ofrecía el bipartidismo? Su inevitable y desalentadora alternancia causaba rechazo y promovía desafectos. Todo parecía predispuesto para que el coro sustituyera a aquellos rancios y soporíferos duetos y, pese a la ley electoral, los resultados fueron consecuentes con el hartazgo. Tanto en diciembre como en junio la mayoría absoluta fue rechazada; pero desde ese mismo instante se manifestó un simplismo ramplón: negociar es ceder, pactar es sinónimo de derrota y la abstención una renuncia. La política, que por un momento pareció tomar nuevos impulsos, recuperó viejos esquemas y, condicionada por intereses mezquinos, pareció inducir nuevamente a los tiempos del bipartidismo, la mayoría absoluta, el desencanto y la indiferencia.

En realidad, la democracia bien entendida debiera rechazar la mayoría absoluta tal y como la hemos conocido. ¿Qué democracia soporta el espectáculo de un Congreso vociferante y despectivo que montaba una trifulca ante cualquier intento de controlar al poder ejecutivo, ante cualquier insinuación crítica? ¿Es signo de una sociedad democrática que todos los medios de comunicación editorialicen en la misma dirección?

De las elecciones de diciembre y junio, se deduce que el electorado ha dejado en manos de los políticos la posibilidad del entendimiento. Si un número suficiente hubiera apostado por una opción cualquiera, ya estaría perfilando su gobierno; pero de los resultados electorales se deduce la necesidad de pactar. Por mucho que insista el coro mediático, el electorado no desea que gobierne el partido que más votos y escaños ha conseguido, lo que ha expresado es que ninguna opción política tenga suficiente representación como para imponer sus tesis.

De las urnas salió una pluralidad de voces que, lejos de suponer confusión, debiera suponer una oportunidad para diferenciar y matizar opciones; para distinguir el trazo grueso de la pincelada sutil. Una ocasión propicia para que la actividad parlamentaria fuera más reflexiva, para que la política pusiera a los ciudadanos por encima de otros intereses.

Dejé de votar al PSOE, aunque estoy deseando tener motivos para volver a votar a la opción que tantas veces apoyé. No la voté ni en diciembre ni en junio pero, aunque solo sea por la vieja pertenencia o por el recuerdo del voto, me gustaría que el PSOE actuara de manera responsable y sin estar sometido a las presiones de unos y otros. En todo caso me pregunto si hoy por hoy es posible un gobierno de izquierda. Me gustaría responder que sí, pero sería tan estúpido como hacerse trampas en el solitario. La derecha, al contrario que la izquierda, cuando no se presenta en bloque se alía, se complementa. ¿Es posible un gobierno de izquierdas? Por mucho que se repita, no hay escaños suficientes salvo que consideremos de izquierda a nacionalistas vascos y a los independentistas catalanes. Los números no dan y si dieran, tampoco. Me temo que la opción que he votado y la que dejé de votar, escenificarán una auténtica batalla por la supremacía en la izquierda con la sonrisa congelada y continuos golpes bajos. Y mientras la izquierda se destroza, la derecha ni se inmuta.

Es martes, escucho a Charles Lloyd & Jason Moran:


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