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Grandes escenas: “El puente sobre el río Kwai”

Publicado el 24 mayo 2016 por Descartes No Fue Al Cine @descartescine
El puente sobre el río Kwai - cabecera - descartesnofuealcine.es

Hace unas semanas escribí por aquí sobre una fantástica escena de “Lawrence de Arabia”, en la que música y entorno se unían en el desierto del Nefud en algo completamente épico. Esta vez recordaremos otra de las grandes obras de aquel director británico, David Lean, fallecido hace veinticinco años. Hoy hablaremos de “El puente sobre el río Kwai” y una de sus escenas más míticas.

A menudo alguno de vosotros escribís comentarios sobre las películas que aparecen por el blog con una expresión que se suele repetir: “No me canso de verla“. Esto mismo es lo primero que pienso cuando recuerdo “El puente sobre el río Kwai“, que cuenta las aventuras de un grupo de prisioneros británicos en un campo de concentración japonés en la selva de Tailandia durante la Segunda Guerra Mundial.

La escena que había pensado comentar transcurre al comienzo de la película. Parece mediodía y hace calor, cuando de la selva aparece una columna de soldados marchando al ritmo de una melodía que van silbando mientras se aproximan al campo. Parece que es lo más impresionante que se ha visto en mucho tiempo allí porque los prisioneros que lo observan desde las cabañas diseminadas por la zona se levantan para no perderse el espectáculo.

Y realmente es un espectáculo ver cómo esos soldados, aun habiendo sido capturados, algunos de ellos heridos, y todos con los uniformes sucios y las botas destrozadas, caminan con la cabeza bien alta sin dejar de silbar. Para el coronel Nicholson (Alec Guinness), el oficial al frente de ese batallón, pareciera que sus hombres están desfilando frente al mismísimo Rey Jorge VI, en lugar del coronel Saito (Sessue Hayakawa), responsable de ese campo de prisioneros.

De repente, cuando ya muchos de los soldados están formados en el centro del campo esperando a que lleguen todos los demás, se produce ese momento épico que nos pone la piel de gallina: la melodía que hasta ahora era interpretada únicamente por los pulmones de los británicos, es acompañada por una banda imaginaria al completo. En ese instante la película ya nos ha cautivado: queremos conocer el destino de ese Nicholson y sus hombres. Y como no, queremos saber cómo se tomará Saito esa entrada triunfal que acaba de presenciar.

Aquí está su discurso de bienvenida:

“En nombre de Su Augusta Majestad Imperial les doy la bienvenida. Este campo de prisioneros está bajo mi mando. Se encuentran en el campo 16 a lo largo de la nueva vía férrea que muy pronto enlazará Bangkok con Rangún.

Ustedes, prisioneros ingleses, han sido designados para construir un puente sobre el río Kwai. Es un trabajo agradable que sólo requiere destreza. Los oficiales trabajarán igual que los soldados. El ejército japonés no puede mantener hombres ociosos. Si todos trabajan con ahínco, serán bien tratados; pero si sabotean las obras, se les castigará con todo rigor.

Y un buen consejo: no traten de escapar. Aquí no hay alambradas, ni empalizadas, ni torres de vigilancia… nada de todo eso es necesario. Esto es igual que una isla en la selva: una evasión resulta imposible, es la muerte segura.

Hoy descansarán; mañana empezarán a trabajar. Y ahora permitan que les recuerde el lema del General Yamamoto: ‘Trabajar con alegría’. Nada más.”

Y tanto que nada más. Con estos tres minutos ya tenemos planteada la trama de una de las películas más épicas de la historia: sabemos por qué ese batallón está en ese campo, intuimos que las normas del japonés Saito chocarán frontalmente con las del británico Nicholson, y que el honor y el orgullo de ambos serán piedra angular del film.

Aquí va la escena:

Junto con “Lawrence de Arabia” y “Doctor Zhivago“, “El puente sobre el río Kwai” forma una de las mejores trilogías que he visto jamás y que dirigió el gran David Lean.

Ninguna de las tres comparten hilo conductor, ni escenarios, pero la espectacularidad con la que se tratan, lo legendario de sus argumentos y las maravillosas bandas sonoras que los acompañan conforman algo simplemente glorioso.


El puente sobre el río Kwai” (“The Bridge on the River Kwai“, David Lean, 1957)


Los amantes de “El puente sobre el río Kwai”…

… disfrutarán con esas tres joyas dirigidas por ese británico genial, y con las partituras que Maurice Jarre y Malcolm Arnold compusieron para ellas. Entre las tres ganaron 19 Óscars, siendo las tres galardonadas con el de mejor banda sonora.

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