Revista Cultura y Ocio

Grito

Por Dayana Hernandez

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Mi piel, no está aquí por nadie. Mi piel vive para mi. En ella, los límites los impongo yo, este es mi terreno de batallas y en él la única estratega soy yo. Voy a sentirme cómoda aquí, voy a crecer y expresarme en este cuerpo, porque aquí es donde he de vivir, así que lo cuidare, lo amare incluso cuando no lo ame, lo amare cuando se desgaste, lo amare cuando se hinche y sangre y cuando deje un día de sangrar. Mi cuerpo vive por mi, Su propósito es ayudarme a vivir a mi, a lo que soy aquí dentro, eso es lo importante. No necesita reafirmarse, no necesita la aprobación de otros cuerpos para existir. Cada individuo es un diseño fascinante, y cada uno es relevante, su valor no proviene de que tan fuerte sea, de que tan perfecta sea su estructura, del trabajo que desempeña o del ideal de belleza que se nos anima a alcanzar. Se trata de quien habita ahí dentro. Lo de afuera es solo una estructura predispuesta ambiental y genéticamente, en constante cambio y muchas veces difícil de controlar. Somos más de lo que está a simple vista, somos todo lo que conocemos de nuestra luz en la oscuridad. Por eso escribo esto, para recordarme que no soy solo una obsesiva, no soy solo está neurópata o la mártir de una epidermis llena de rebeldía, ni tampoco soy mi mal humor. Me perdono, por las cicatrices, por no saber qué decir cuando estoy triste, me perdono por aveces querer morir pero otros días querer vivir, porque aunque mi lucha no sea evidente, existe, aunque otros crean que todo está bien en mi cuando yo siento que todo está mal y eso me asuste. Por ser dura cuando no debo serlo, por ser suave cuando debo ser firme. Me perdono porque lo intento, intentó amar con todo mi corazón, intentó dar todo lo auténtico, moverme y actuar. Estoy aquí, he vivido un año más. Esta piel es mi propiedad, no será mía por siempre pero el valor que le doy es incalculable porque es la única que tengo, el valor que otros le den me da igual.

Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene alas, no se halla necesariamente en una mesa servida en una terraza, en el atardecer, al borde del mar. Es la desesperación y no el regreso de una cantidad de hechos sin importancia como las semillas al caer la noche dejan un surco por otro. No es el musgo sobre una roca o el vaso para beber. Es un barco acribillado por la nieve si queréis, como los pájaros que caen y su sangre no tiene el más mínimo espesor. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Una forma muy pequeña delimitada por joyas capilares. Es la desesperación.

André Bretón

Desnuda
Floto entre despojos con bigotes de acero
Con la herrumbre de sueños interrumpidos
Por el suave ulular de los mares
Desnuda

Persigo las olas de luz
Que corren sobre la arena sembrada de cráneos blancos
Muda planeo sobre el abismo
La densa gelatina del mar
Pesa sobe mi cuerpo
Monstruos legendarios con bocas de piano
Se repantingan en la sombra de los abismos
Desnuda yo duermo

Joyce Mansour

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