Revista Europa

Guerra sin armas: Porque sí hay invasiones venturosas, Nickole Naihaus

Por Oviversai

El primer capítulo ya es para abandonar la lectura. Se nota a la legua que la autora sabe escribir diálogos con mucha destreza, sin embargo, al no centrar el contenido de las conversaciones y que sus personajes hablan sobre cosas que no aportan nada a la trama, hace que se vuelva una lectura catastrófica.

El segundo capítulo parece que centra un poco el foco narrativo pero acaba quedándose lejos. Los personajes vuelven a perderse en conversaciones que no aportan nada al transcurso de la historia.

Da la impresión de que la autora quiere hacer ver la relación que tenían todos con el personaje femenino principal, pero no lo consigue, porque aporta tanto detalle a través de diálogos que solo aboca al aburrimiento y a pensar, como lector, en cuándo dejarán de hablar para que pueda pasar algo.

En el tercer capítulo encontramos un claro ejemplo de las contradicciones que se dan a lo largo del libro, pues son tantos los detalles en esas conversaciones, que a veces resultan incoherentes.
Ejemplo. El protagonista se entera el último día de que una de sus pacientes más especiales es historiadora. Y más tarde el narrador nos cuenta que es importante para el protagonista que sea historiadora porque es reflejo de su novia. Entonces, ¿sabía o no sabía la profesión de esta paciente? Que por cierto, la paciente en cuestión es el único personaje con el que conecté un poco. Con el resto de personajes de la novela me es imposible empatizar y hasta me caen mal de lo ineptos que me parecen y de lo recargado que es su vocabulario en cuanto a apelativos cariñosos.

En este tercer capítulo ya se sabe al 100% lo que se intuía al comienzo, que es que la protagonista rompe su relación amorosa con el otro protagonista. Creo que es sobre lo que tiene que versar la narración. Sin embargo, se necesitan dos capítulos para que el hombre se entere de que su novia lo dejó, porque hay tanta paja que se hace eterno llegar al asunto.

En teoría de la ficción literaria se habla de lo verosímil y lo inverosímil. En un cuento de hadas es creíble la magia, en cambio, en un manual de aviación la magia no tiene cabida. Es inverosímil. Pues para mí esta historia ya es completamente inverosímil en el tercer capítulo, porque, de acuerdo al contexto que crea la autora, es altamente improbable que nadie tenga la reacción del protagonista, que es no enterarse de que su novia lo dejó, cuando hace una semana que no sabe nada de ella y que esta última retiró todas sus pertenencias del hogar que ambos compartían.

Cuarto capítulo. Se ahonda en conocer al protagonista y a sus amigos y valía más no saber de ellos. «Mira que todo hombre merece un buen par de tetas donde meter la cara.» «[Las mujeres como] trofeos para mostrar.» «Estamos en la universidad y ya no es solo cuestión de quitarle la virginidad a una adolescente». Son algunas de las frases más claras en cuanto al machismo que desprende esta lectura. La protagonista bien delicada y de Disney con sus figuritas y adornos y el protagonista el machito guapo y atractivo que solo tiene rollos de una noche. El resto de personajes femeninos se presentan como figuras super agresivas, histéricas y desequilibradas. En cambio, los hombres se muestran como todo un portento de la sexualidad y de la moderación racional frente a la mujer. Es que no hay por dónde cogerlos. Encima no te enteras de quién es nadie porque son nombres super parecidos. David, Daniel, Miguel, Amelia, Gabriela… Señor… Anda que no hay nombres en el santoral que no suenen igual.

En mi opinión, sobra todo. He seguido leyendo los capítulos pero no creo que tenga mucho más que añadir. La idea de contar una historia de una ruptura a través de las vivencias de los conocidos de la pareja está muy bien, pero llevada así a la práctica hace aguas por todas partes. Es una lectura engorrosa, en la que se dan de continuo datos que no aportan nada al contenido de la historia y la trama no avanza absolutamente nada. La chica deja al chico y los amigos hablan con el chico. Fin. No hay más.

Guerra sin armas: Porque sí hay invasiones venturosas, Nickole Naihaus

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