Revista Ilustración

Gustav Metzger y la lógica de los manifiestos oportunos

Por Davidrefoyo @drefoyo
Gustav Metzger y la lógica de los manifiestos oportunos
I

Por qué no escribir un manifiesto. Otro manifiesto. Por qué no delimitar los criterios y extraer un nombre de la densidad del diccionario. Un nombre contundente y publicitario. Lúcido y performativo. He buscado ese manifiesto definitivo con ahínco. Imaginaba a los poetas de mi generación adscribirse a la corriente nueva, a la ideología nueva. A la poética definitiva. 

IIHasta hoy. Hoy me topé con el "Arte Auto-Destructivo y Auto-Creativo” de Gustav Metzger o, traducido para los ignorantes del nuevo arte, cómo introducir un Opel Kadett en un museo y reventarlo por completo. Esa búsqueda. Esos juegos textiles e impresiones. Esas fórmulas utilizadas hoy, pero totalmente novedosas en 1960. O 64. Marcelino de cabeza marcándole a Rusia un gol.IIIQuiero lo mismo que este señor. Y Gustav Metzger se gira, me hace un guiño con la copa a media altura y esboza una ligera sonrisa. Dice chin-chin entre dientes. Entre los escasos dientes que le quedan. Le devuelvo el gesto, con cierta complicidad. Quiero preguntarle cómo se escribe un manifiesto, cómo es posible hallar un nombre tan espectacular como "Arte Auto-Destructivo y Auto-Creativo" y, a la vez, llegar hasta el siglo XXI en el mayor de los anonimatos. Yo cambié la historia del arte. Es todo cuanto quería haberle escuchado. Y una síntesis, más o menos precisa, de cómo alcanzar esas cotas de relevancia artística. Bebía sol y sombra. Vertió un sobre de amoxicilina -creo que era amoxicilina- en el vaso y lo removió, suavemente, con una cucharilla de café que había sobre la barra. Una espuma blanquecina comenzó a salir e impregnarlo todo. Un olor corrosivo, como napalm, como un sucio remake de Apocalypse Now. Abrió su bolso, colocó 5 euros sobre el expositor de tapas y siguió buscando en el interior. Al fin localizó una máscara antigas. Se la puso. Me hizo un gesto de Ok con la mano.Y se largó. Despacio. Berlín, 1967, era todo cuanto repetía mientras se perdía entre los adoquines de la plaza.IIII (o por qué los números romanos y los numeros leoneses difieren en este punto)Gustav Metzger y la lógica de los manifiestos oportunos

Volver a la Portada de Logo Paperblog