Revista Ciencia

Gutiérrez que le veo

Publicado el 17 septiembre 2014 por Oscar Ercilla Herrero @geologoentuvida

Enseñar no es una tarea sencilla. Si lo fuera todos lo podríamos hacer y si realmente pensáis que estáis hechos de la pasta para impartir conocimientos pensadlo dos veces. Tan solo hay que imaginarse una clase llena de niños o de adolescentes. Tres decenas de pares de ojos mirándoos directamente a vosotros, papel en la mesa, bolígrafo en la mano y humedeciéndose los labios dispuestos a pegar la primera dentellada en cuanto tengáis el primer resbalón.

Y eso no es todo. Os harán preguntas, muchas. Podrán a prueba vuestro conocimiento y día tras día, clase tras clase, los alumnos, los padres, el resto de profesor y el director o directora, os estarán midiendo vuestro desempeño, con una espada de Damocles continuamente sobre vuestra cabeza para caer en el momento que menos sospechéis.

Los nervios hay que tragárselos, preparar un extenso temario que sea interesante y que además sea competente con lo que tenéis que impartir. Exámenes para hacer y cientos a corregir. Buenos y malos momentos. Y en el instante en el que os sintáis más a gusto, sonara la campana de fin de la clase y os daréis cuenta de que el curso ha terminado y es hora de volver a empezar de nuevo.

alumnos apaticos

Por fortuna o por desgracia no soy profesor, aunque en mi familia hay unos cuantos y tengo amigos maestros de escuela, pero a veces he pensado como daría desarrollaría un curso de geología y solo puedo sucumbir ante la perspectiva. Evaluando frente a otras asignaturas resulta complicado establecer algo claro sobre lo que trabajas y has estudiado.

Tal vez una de las peores cosas que puede tener la geología para enseñar es que si no se enseña bien puede resultar sumamente aburrida. Tal vez junto a las matemáticas sean las dos disciplinas científicas que se enseñan en la educación básica que resulten más desagradables para el alumnado e incluso existe la opción de no llegar a cursar geología al ser optativa, lo que hace que su importancia descienda.

Comparado con otras asignaturas la geología tampoco ofrece unos incentivos básicos que la hagan divertida o visual, todo hay que decirlo.

Por ejemplo, con la física, es fácil imaginar el comportamiento de los

rocas-geologia
conceptos enseñados en la vida real. El lanzamiento de una bala de cañón describe un tiro parabólico. El rozamiento de una caja en una cuesta permite observar los diferentes vectores que afectan su descenso. La óptica de unas gafas es fácilmente representable con unos cristales y una pared blanca.

La biología es muy similar. Con un microscopio y unas gotas de una charca podemos observar la rica vida de los protozoos. Una consulta de internet nos permite acceder a imágenes de cientos de animales o documentales de televisión donde se les ve en movimiento. Observar el crecimiento de una planta es tan fácil como tomar una alubia, ponerla entre algodones empapados de agua en un vaso transparente y esperar.

Las matemáticas, a pesar de lo complicadas que pueden llegar a ser, obtienen resultados a partir de nuestra mano. Sumas, restas, divisiones y multiplicaciones han dado muchas satisfacciones cuando se realizan bien. Integrar para determinar un área o emplear la trigonometría para saber la longitud del lado de un triángulo se comprueba con solo una reglar y una buena mano dibujando.

La química solo necesita algunos compuestos y con solo mezclarlos en las proporciones adecuadas obtendremos la respuesta a los enigmas básicos planteados.

¿Pero con la geología que hacemos?

Se puede pensar en una colección de minerales, pero no es tan sencillo como salir al campo y empezar a mirar en el suelo. Con las rocas lo mismo. Tener una buena colección de rocas y minerales es un arduo trabajo para tener una personal, pero que un instituto tenga una representación en buenas condiciones de varias decenas de minerales y rocas es complicado, y mucho más aún que se conserven en buen estado después de pasar por cientos de manos.

No podemos pedir que las montañas aceleren su crecimiento para que la tectónica de placas solo sea diferentes fotos de lugar distintos del mundo y hacer que un chaval de quince años tenga un acto de fe cuando en realidad las hormonas le están pidiendo que no sea para nada religioso.

Hablar de fósiles se podría hacer, pero salvo que se tenga una sala enorme, nadie va a tener más allá de un trilobite y un par de ammonites. Para ver un dinosaurio, que es lo que todos piden, se necesita una excursión y eso es dinero y certificados y mucho trabajo para que a lo mejor acabe por no concederse la visita y todo quede en papel mojado.

¿Entonces no se puede enseñar geología de manera sencilla? ¿Los profesores están abocados a impartir largas y tediosas lecciones donde los nombres de minerales acaben sonando como un mantra adormecedor? ¿Hutton se revolverá en su tumba viendo como el interés por la ciencia que desarrollo acaba muriendo por su propio fracaso comunicativo?

Sin duda, no es un reto sencillo.


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