Desde chico que escribo poesías al azar. Fue mi primera incursión en el mundo de la escritura. Me recuerdo con once, doce, trece años garabateando textos románticos inspirados en algunas jovencitas que, por ese entonces, perdía la cabeza.
También desde muy pequeño que me enamoro con facilidad. Ya conté mi ¿Primera gran victoria?, la historia de amor que dio comienzo a todo. Frustrada, por cierto. Como le corresponde a todo poeta que se jacte de sí.
En aquella época encontraba en los poemas una vía de escape. Un cable a tierra. Mi valentía imaginaria y abstracta ante la absoluta timidez que me apresaba.
Esos poemas solía incluirlos en cartitas de amor y así profesar mis sentimientos. Sacar a la luz aquello que me apretaba en el pecho. Exteriorizar. Intentar convencer.
Cuando empecé la Universidad me picó otra vez el bichito de la curiosidad poética. Fue de la mano de Joaquín Sabina que descubrí los sonetos. Ese estilo de poesia estructurada que suena tan lindo a los oídos y hacen vibrar el alma.
Pero no fue sino hasta mi viaje por Asia que me encontré de casualidad con los . Los diminutos y profundos poemas japoneses. En este post con paso de comedia les cuento como Laura me enseñó que son estos haikus y los primeros intentos escatológicos por escribirlos.
Ahora que estoy en Europa surgieron como un aluvión poético varios Haikus. Estos son los poemas japoneses que escribí en este último tiempo y que van a quedar registrados en mi archivo literario de pibe de barrio, soñador y poeta que un día se le dio por viajar por el mundo escribiendo.
de encontrar el camino.
a buscar el verano?
Tus piernas se van.
Un mundo sin ti.
sin la miel de tus labios?
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