Revista Cultura y Ocio

Hannah Arendt, sobre la violencia política y la condición humana

Por Manu Perez @revistadehisto

¿Está el ser humano actual cada vez más limitado? Si el concepto de “acción” parece central para Arendt a la hora de hablar de la naturaleza y la condición humana, entonces sus expresiones más extremas, tales como la violencia, no podían quedar sin estudiar por esta autora (mas aun tras la experiencia traumática de la II Guerra Mundial).

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Como señala Hild, Arendt, en su libro On Violence, estudia igualmente la profunda y trascendental relación entre poder y violencia:

Si concebimos el poder en términos de mando y obediencia, de dominación del hombre por el hombre, entonces la autoridad, la fuerza o la violencia no podrán aparecer sino como formas más o menos feroces de garantizarlo.

Pero a este ya archiconocido argumento Arendt da un nuevo impulso, afirmando algo así como que, si el poder se sostiene, es gracias al pueblo (o la pluralidad). De esta forma, para derrocar el poder bastaría el hecho de que la gente dejase de sostener dicho poder. Así, Arendt entiende el poder en términos de obediencia, desuniéndolo del tradicional rol de dominación.

“el poder corresponde a la capacidad humana (…) de actuar concertadamente”, “pertenece a un grupo, y sigue existiendo sólo mientras el grupo se mantiene como tal”

La autoridad, por su parte, consiste en las minorías en las que la pluralidad delega su propio poder, mientras que la violencia no tendría sino un carácter instrumental en todo ello (en la relación entre autoridad, poder y pluralidad). Tanto la autoridad como la violencia institucional necesitan la permisividad del vulgo o la pluralidad

si concebimos el poder como aquello que se sostiene sobre el consentimiento, es fácil entender que la dominación por medio de la violencia puede ser un sustituto del poder, pero nunca uno de sus medios: es allá donde el poder no es posible —donde no se dispone del acuerdo del número— que la violencia aparece como un medio para el gobernante y, en ese sentido, “la tiranía, como lo descubriera Montesquieu, es por ende la forma de gobierno más violenta y menos poderosa” (Arendt).

El poder es la noción misma de la acción de la pluralidad, mientras que la violencia es algo extrínseco en todo ello. En cualquier caso, Arendt tiene claro que el poder no engendra violencia, sino que la violencia es una forma de acción humana (una de tantas). Y

“La violencia, como toda acción, cambia el mundo”

La violencia es, más bien, una forma de acción humana exenta de palabras y racionalidad, tanto cuando es ejercida por una como por una pluralidad de personas. Es, por tanto, una forma de acción sin motivo ni discurso. Pero Arendt va más allá:

La violencia, siendo instrumental por naturaleza, es racional en la medida en que resulte efectiva para alcanzar el fin que debe justificarla. Pero como cuando actuamos nunca conocemos con certeza las consecuencias eventuales de lo que hacemos la violencia sólo puede ser racional si persigue fines de corto plazo (Arendt).

Es, por el contrario, un acto guiado principalmente por la rabia, en el momento en el que la palabra pierde su poder disuasorio y mediador. Por tanto, cuando la acción humana pierde la racionalidad, el último impulso del bien frente a lo que Arendt denominó la banalidad del mal, es el momento en el que suele aparecer la violencia.

Arendt sigue con la disección de la violencia en On violence, pero creo que no es necesario insistir más sobre el tema aquí, ya que para ello se pueden consultar las fuentes bibliográficas anexas. Por el contrario, creo interesante estudiar ahora la condición humana en la filosofía de H. Arendt.

LA CONDICIÓN HUMANA SEGÚN HANNAH ARENDT

A continuación paso a transcribir un interesante texto sobre Hannah Arendt (reseñado en la bibliografía). Más en concreto, me centro en el libro “La Condición Humana”, aunque las palabras que vienen a continuación no son mías, sino de Pérez Flores (si bien de él se pueden sacar múltiples y muy variadas conclusiones).

Arendt distingue sobre el concepto de “condición humana”, el cual la lleva a pensar en que “naturaleza humana” y “condición humana” no son lo mismo. Por “condición humana”, afirma que ni la más rigurosa enumeración de las actividades constituyen características esenciales de la existencia humana. Para Arendt, ni siquiera el trabajo define la condición de ser humano.

Para examinar la “naturaleza humana” Arendt acude a San Agustín de Hipona, quien resume que, a pesar de que el sujeto humano es capaz de definir las esencias de las cosas naturales, es dudoso que posea una respuesta sobre sí mismo. 

Dos interrogantes que llegan a ser un problema para Arendt son, “¿Quién soy?” Y “¿Qué soy?”. La primera respuesta es asumida por el ser humano, el cual busca evadirse con la respuesta: Un ser humano. Al segundo interrogante, la respuesta es inabordable por medio de razón humana, pues solo un dios podría responderla. Arendt piensa que sólo un dios puede conocer y definir la naturaleza humana y responder la pregunta “¿Qué es el hombre?” 

Hanna Arendt es de suma importancia para superar la violencia en la vida política. Esta no puede verse aislada de la pluridimensionalidad del ser humano. Emite igualmente juicios sobre las ideas de Darwin, que muestran desprecio al afirmar: “pero aún existen otras indicaciones más peligrosas de que el hombre desee y esté a punto de evolucionar en esa especie animal de la que procede”.

La vida debe ser valorada en todas sus expresiones y en toda su pluridimensionalidad; y la política, así como las demás condiciones humanas, también deben enmarcarse en este ámbito.

CONCLUSIONES

Si bien la propuesta de Arendt es de suma importancia y sus análisis han de servir para señalar el camino para superar la violencia en la vida política de los seres humanos, ya que ella entiende la política como superación de la violencia mediante la generación del poder que se produce en la acción de los seres humanos en conjunto, ésta no puede verse aislada de la pluridimensionalidad del ser humano. Con lo cual, nos encontramos con una cierta contradicción, sólo salvable con el hecho de aceptar esa pluridimensionalidad y/o diferencia entre los seres humanos.

Otra de las carencias que posee la concepción de la pensadora Arendt es lo poco desarrollado del concepto de biología humana que hace alarde. Si bien es cierto, que en su análisis parte de la “labor” (el trabajo), y postula que ésta tiene que ver con la biología humana y termina su evaluación histórica encontrando que la vida aparece “como bien supremo”, su idea de la biología es muy pobre y podría ubicarse en la concepción griega, medieval o a lo sumo pre-moderna de ésta.

Arendt emite juicios sobre las ideas de Darwin que muestran un serio desprecio de la idea de evolución al afirmar que: “pero aun existen otras indicaciones más peligrosas de que el hombre desee y esté a punto de evolucionar en esa especie animal de la que, desde Darwin, imagina que procede”. En este sentido, no es que critique la “teoría de la evolución” en sí, sino sus posibles usos perniciosos.

La vida debe ser valorada en todas sus expresiones y en toda su pluridimensionalidad; y la política, así como las demás condiciones humanas, deben ser valoradas en la medida en que éstas promuevan y coadyuven a la vida en toda la plenitud, que suscite a la condición humana a superarse a sí misma. 

Autor: Eloy Andrés Gómez Motos para revistadehistoria.es

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BIBLIOGRAFÍA 

La entrada Hannah Arendt, sobre la violencia política y la condición humana aparece en Revista de Historia.


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