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Hannibal se devora a sí mismo

Publicado el 01 septiembre 2015 por Breakingmen
Después de ver los primeros 4 capítulos de "Hannibal", su cancelación por los paupérrimos índices de audiencia que otrora me habría parecido una aberración,  no me resultó una decisión desacertada.
Cuesta decirlo, porque me encuentro entre los que se sintieron fascinados y atraídos por la serie, tanto por el fondo como por su forma: refinada, salvaje, elegante y extrema.  Un puzzle psicológico oscuro que encontraba sus cotas más elevadas en esas conversaciones de Hannibal y Will, en esas cenas fastuosas y esa doble vida del caníbal tan bien explotada.
Sin embargo, algo se ha roto en "Hannibal" en la última temporada que es imposible de recomponer. Una temporada llena de altibajos, de capítulos soporíferos y fatuos hasta la vulgaridad y otros en los que parecía que volvía  por la senda de las primeras dos temporadas. Los primeros 4 capítulos, por ejemplo, seguían siendo visualmente únicos: más potente que cualquier serie de la parrilla. Y sí, aún era algo único en su género. Pero tal vez el error que ha cometido es precisamente saberse única, sagaz e irrepetible.


Hannibal se devora a sí mismo

De esta forma ha decidido potenciar excesivamente su propia iconoclastia, hasta convertirse en un videoclip de sí misma. Se ha perdido en un bucle de música experimental Finlandesa, metáforas incongruentes, discursos vacuos y escenas extra-zoom, delicadas a la vista, pero extenuantes para el relato. Mucho primer plano de caracoles, mucha gota de diferentes colores cayendo y salpicando, mucha taza rota…pero poco chicha. La forma, nuevamente eclipsando al fondo.  Hubo un cambio de rumbo a partir de la mitad de la serie, en parte por la vuelta a una forma más lineal y “ortodoxa” a la hora de contar la historia. De los capítulos 5 al 8, probablemente los mejores de la temporada, nos devuelven la relación de Will y Hannibal, el final de la historia Florentina (esos planos del atardecer en el Ponte Vecchio son fastuosos) y la historia paralela de Mason hasta la aparición del “Red Dragon”. En estos capítulos preveíamos una evolución, un tono mucho más ágil y preciso, donde los personajes volvían a ser presentados como personas reales, palpables,  y no como caricaturas. Es algo relativamente extraño, porque la mayoría de las serias flaquean en el valle de las temporadas para retomar con más fuerza al final.
Tal vez no haya otra forma de contar la historia, de mostrar lo que Thomas Harris narró en   "Red dragon", pero parece que no se acierta a la hora de plasmar la historia en imágenes. Además de cambiar determinados personajes y tramas (ciertamente erráticas y desafortunadas) para que el guión sea más atractivo en la adaptación televisiva, los capítulos de arranque de esta 2º historia de la temporada son realmente muy pobres: insustanciales, aburridos y lentos. Reconozco que me dieron ganas de adelantar la serie más de una vez y que no podía mantener la atención demasiado tiempo seguido en la televisión.
Hannibal se devora a sí mismoHannibal se devora a sí mismo
Y aunque los últimos capítulos mejoran sustancialmente los anteriores, no llegan a arreglar el desaguisado en el que se ha llegado a transformar. No ayuda en nada ese final de opereta: absurdo y atropellado, con unas escenas mas propias de "Spartacus" que de "Hannibal". Francamente la serie invitaba a un final mucho mejor.
No tiene que ver con Mads Mikkelsen ni con Gillian Anderson, nuevamente estupendos aunque con un punto de sobreactuación de la última y una apariencia de apatía en el primero. No tiene que ver con el exabrupto interpretativo que es el histriónico Hugh Dancy, claramente la parte más floja de la serie. Tiene que ver con un guion pobremente ejecutado y dirigido que no hace sino ensombrecer una apuesta magnifica de la televisión. Diferente y extrema, pero finalmente atractiva por ello.
Lamentablemente tendremos que decir adiós de una forma un tanto decepcionante a Hannibal Lecter y su serie, icónica e incomprendida a veces. Me gustaría quedarme con las primeras temporadas y esa forma de hacer televisión tan arriesgada, potente y magnética. Esa forma de hacer televisión que, salvo contadas y puntuales ocasiones, se ha roto en esta ultima temporada.
Hannibal se devora a sí mismo

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