Revista Cine

Harakiri.

Publicado el 05 noviembre 2014 por Alejandro Millán Zamora @AlejandroMilln2
 #FILTH
     HARAKIRI.    
"Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria", a Groucho nunca le faltaba razón. Televisión, whisky, Bruce Robertson enumera cada uno de los regalitos que Escocia le ofreció al resto del mundo a partir de su nacimiento, parece el mismísimo diablo. Desde fuera cuesta hacerse una idea del grado de decadencia de una nación concreta, y si los sondeos corriesen a cargo de Irvine Welsh la imagen de Inglaterra quedaría bastante alejada de aquel glorioso pedazo de tierra próspero e independiente que supo amarrarse a su moneda cuando tuvo oportunidad, para que vamos a dar largas al asunto. Un país puede ser lo que dicte su capital, por algo vivimos en el sistema en que vivimos. En "Trainspotting" Renton pecaba de adicto y Welsh sabe bien lo que supone engancharse a algo, entonces la denuncia era inherente a sus palabras. Y que le jodan a Reino Unido.
 HARAKIRI.
En "Filth" dejó de ser conveniente, para limpiar el cuarto de baño hay que entrar en el cuarto de baño. Lo que llevó siendo un HYPE de más de un año, y el daño queda, con Boyle probablemente hubiera sido diferente, no mejor, diferente, a estas alturas es absurdo pronosticar tan buen resultado. Baird es un completo desconocido y su adaptación se nota hambrienta, el material por encima de lo materializado. Pero mentiría si dijera que esta no ha sido una de las experiencias más entrañables del 2013, más aún, si dijera que no cumple las expectativas tras meses y meses de espera, clips, posters y críticas alentadoras. Lo que comienza como una comedia británica al uso torna de inmediato a la senda de la amargura, grotesca y reveladora, incuestionable en su descenso al vertedero de un hombre dispuesto para la más rotunda de las derrotas. Y que le jodan al optimismo.
 HARAKIRI.
¿Y el colmo del mal bicho?: ser emulado con buen gusto. Que digo, James McAvoy jugándose la salud no es de la clase de cosas que van a tener recompensa de aquí a un futuro próximo, el rechazo se cobró su parte. Lo que le supuso un premio nacional independiente al mejor actor protagonista es en realidad una metamorfosis antinatural en el sentido más amplio de lo que cojones se quiera dar a entender porque da igual que se escriba o se subraye, hay que verlo. Sabía que debía ser un cerdo y se revolcó a fondo, gruñó, gruñó y gruñó, se dejó el alma, una de las interpretaciones masculinas más sinceras y sacrificadas que haya visto nunca, reverencia absoluta. Y que le jodan a la academia.

HARAKIRI.
El aspecto definitivo (definitivamente despreocupado) de la película casa perfectamente a nivel estructural conforme se van sucediendo los distintos enfrentamientos entre la brigada. Bruce busca ese ascenso, arrastra consigo la imagen de un ceño fruncido frente al espejo, un ronquido grueso y un cigarro en las últimas. Algo pasa, y la frecuente formalidad de su relato (denominación de origen) se deforma casi sin percibirlo al delirio y a la crueldad de un desenlace que se permite el placer de la ironía, no como ocurrencia, si no como derecho propio. Destapa su enormidad, y de la carcajada al tembleque un par de impagables secuencias acompañadas por el soundtrack mejor planificado de toda la historia... exageraciones aparte, una estupenda selección de sonidos (con un eufórico Clint Mansell a la cabeza y clásicos de Billy Ocean y David Soul con sorpresa incluida) para una todavía más estupenda selección de imágenes. Severas e inolvidables por su hilaridad y situación, no hay que olvidar que estamos asistiendo a la completa destrucción de un individuo y del espectro social de siempre que se las sabe de puritano, del radicalismo del que se reniega por ser menos "aparente" que el que se acostumbra a conservar. Y que le jodan a Serpico.

   HARAKIRI.

97 minutos, y si me apuras, atendiendo a la tendencia de no soportar la duración media (desorbitada) de las películas de hoy en día, aquí se sentía necesario lo de seguir la corriente. Su modestia, fruto del bajo presupuesto, anula la ventaja que habría supuesto abarcar algo más del texto original, y si bien su metraje se antoja esquemático (nada fuera de lo normal tratándose de los hijos de la Gran Bretaña), no olvida perder la cabeza cuando más le conviene. Como una puta vaya, como la más guarra. Tramposa pero fascinante, moderada pero chocante, graciosa pero mortal, ideal para pasar unas felices fiestas con la familia y los amigos al margen de toda ley que implique, entre otras cosas, cumplir las normas. Eso es Filth, una corrupta y repulsiva maravilla repleta de nieve, villancicos y puñaladas traperas. Y que le jodan a Santa Claus.

NOTA: 7/10

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas