Revista Cocina

Harambe y la cuestión del especismo

Por Luistovar
Harambe y la cuestión del especismo

En esta fecha ya se ha cumplido un año de la muerte del gorila Harambe, al que dispararon letalmente en un zoológico, en el que vivía encerrado, con la excusa de que podría haber hecho daño a un niño que cayó por accidente al foso en el que vivía el gorila. Su muerte provocó un gran clamor popular que consideraba que la acción fue desproporcionada e injustificada.


Harambe no hizo nada para provocar este conflicto. Él fue una víctima más. Somos nosotros quienes casi siempre provocamos los conflictos con otros animales. Harambe no atacó a nadie. No hizo nada excepto ser víctima de la explotación animal. Nosotros provocamos esta situación. Nosotros provocamos los conflictos con otros animales, y luego les hacemos pagar por ello cuando surge algún problema.

Si atendemos a la cuestión de la seguridad del niño, podemos plantearnos qué decisión se habría tomado si el niño hubiera caído a un foso con presos humanos caracterizados como especialmente violentos y peligrosos. En última instancia, se podría decidir matar a los presos humanos que supusieran una amenaza para el niño si no se encontrara otra forma de rescatarla. Es decir, la especie es irrelevante a la hora de tomar esta decisión. De hecho, la especie no es más relevante que la raza o el sexo cuando se trata de la consideración moralSin embargo, muchos quisieron plantear este dilema como una oposición entre la vida humana y la vida animal, y como una excusa para intentar justificar que los humanos tienen derecho a agredir a los demás animales. 

El pensamiento antropocentrista afirma que en caso de conflicto hay que elegir la vida humana y, por tanto, los humanos están legitimados en explotar a los demás animales. Ahora bien, sucede que ni aquella premisa está justificada —habría que justificar en primer lugar por qué los humanos valen moralmente más que otros animales—  ni dicha premisa nos conduce lógicamente a la conclusión referida.No hay ninguna característica que sea compartida universalmente por todos los seres humanos. Esto es lo que denominamos el argumento de los casos marginales. Ya fuera la capacidad de sentir o la capacidad de pensar o de razonar —o cualquier otra— siempre habrá seres humanos que no la posean. Además, ninguna de estas característica es exclusiva de los humanos. Por ejemplo, los otros animales poseen la capacidad de sentir. Son seres que tienen experiencias subjetivas. Esto significa que ellos son sujetos y, por tanto, deberían ser considerados como sujetos de consideración moral. También contamos con claras evidencias de que ellos piensan y razonan. Pero esto último no es requisito necesario para ser sujeto de consideración moral.Partimos de una situación en la que ya hemos sometido a los demás animales a nuestro dominio y sólo después de esto comenzamos a preguntarnos sobre la ética en nuestra relación con ellos. Pero esta reflexión ya estaba viciada desde el comienzo porque parte de la base de que los demás animales son seres moralmente inferiores y existen para servirnos a los humanos. Partiendo de esta base, de este prejuicio, los animales siempre acaban perdiendo frente a los intereses humanos. Cualquier interés mínimamente significativo que tengan los humanos prevalecerá siempre frente a los intereses básicos de los otros animales. La decisión ya estaba tomada de antemano y la controversia se torna superficial.

Así la cuestión más fundamental no reside en preguntarnos por qué mataron a Harambe sino por qué estaba Harambe viviendo encerrado en un zoo para servir de entretenimiento a los humanos. Esta reflexión debería conducirnos a comprender que los animales no humanos son considerados y tratados como una propiedad; lo cual es una situación análoga a la esclavitud humana. Esto explicaría por qué lo mataron y por qué estaba encerrado en un zoo: todoslos animales no humanos están sometidos a la condición de propiedad humana. Ahora bien, si aceptamos que los animales tienen un valor moral entonces esta idea nos exige que no vulneremos su personalidad y sus intereses por razones instrumentales.

Harambe tenía un peso físico mayor que el de un humano, o el de una gallina, o el de una abeja, pero no poseía un mayor peso moral.Cualquier ser consciente tiene igual valor moral a otro ser consciente. Todos los seres dotados de sensación tienen igual interés en proteger su propia existencia y evitar el daño. ¿Qué razón justificaría discriminar entre ellos? Si el valor moral radica en la conciencia no habría ningún argumento que aporte una razón para discriminar y jerarquizar entre seres conscientes. Todos ellos poseen los mismos intereses básicos. Obviamente, hay algunas diferencias físicas y mentales entre ellos, y algunos poseen intereses que otros no tienen —por ejemplo, los bebés y los animales no humanos carecen del interés en participar en política— pero nada de esto sirve para justificar una diferente consideración moral cuando se trata de proteger sus intereses básicos, comenzando por su derecho fundamental a no ser propiedad que los protege de ser tratados como simples medios para nuestros fines.Ahora bien, supongamos que alguien no puede aceptar la idea del igual valor moral de todos los seres conscientes. Supongamos que no puede asumirla porque considera que está demasiada alejada de su visión del mundo. Hay otro enfoque más elemental que nos permite comprender que la utilización de animales es un error moral. Todos asumimos la idea de que está mal hacer daño innecesariamente a los animales. Este enfoque —que aquí denominamos enfoque humanitario— acepta que la vida humana tiene mayor valor que la vida de los otros animales. Pero no acepta que causemos alguna clase de perjuicio o daño a los animales sin una necesidad real para nuestra supervivencia que lo justifique.  

Si aceptamos la idea de que todos los animales merecen el mismo respeto básico, la conclusión parece obvia. Pero si todavía no estamos preparados para asimilar esta visión moral, al menos podemos recuperar nuestra intuición moral que nos dice que no está bien infligir daño a los animales sin necesidad. No hay ningún sentido significativo del concepto de necesidad que justifique utilizar a los animales para comida, para vestimenta o para entretenimiento. No necesitamos utilizar a los animales como objetos para consumo, sea cual sea.
No obstante, ni siquiera estamos dispuestos a aceptar el enfoque humanitario, y aplicarlo con coherencia en nuestra vida cotidiana, entonces el diálogo resulta imposible, porque esto significa que nuestra idea de la relación con los demás animales consiste en que podemos hacerles cualquier cosa siempre que nos beneficie de alguna manera. Por tanto, a este nivel no habría ninguna diferencia moral entre nosotros y quienes torturan animales por placer. Ambos causamos daño a los animales sólo por nuestro capricho.
Millones de animales son utilizados y matados cada día en las granjas y los mataderos de todo el mundo, y en otros centros y actividades de explotación animal. Toda esta violencia cometida contra animales, que no se diferencian de Harambe en el hecho de que son seres seres conscientes, es innecesaria, es moralmente injustificable, y es algo que podríamos parar ahora mismo sólo con tomar la decisión de dejar de consumir productos de origen animal y haciéndonos veganos.

Volver a la Portada de Logo Paperblog