Revista Diario

Hasta el Cielo, Eve

Por Chiaragiorgetti
Aún recuerdo como si fuera ayer el día en que pisé la Resi por primera vez. Era septiembre de 2004, hacía calor, acababa de aterrizar en Tenerife, sin entender ni hablar nada de español, buscaba un lugar donde quedarme, encontré la Resi, y en la Resi te encontré a ti. Tenías muchos dones Eve, uno de ellos era el de hacer sentir a todas tus residentes como en casa, y así me sentí yo nada más conocerte, y ahí me quedé. Luego pasaron muchas cosas. Recuerdo tu alegría el día que te dije que quería entrar en la Congregación, tu apoyo cuando se lo tuve que explicar a mis padres, tus detalles hacia ellos cuando vinieron a verme; las clases de repostería, las visitas a tus pájaros, o cuando antes de rezar en la capilla nos contabas que de joven cantabas en la catedral de Los Realejos. Después volví a la Resi de juniora. Acababa de salir del noviciado, y aún tenía mucho camino por hacer, pero contigo fue más fácil, porque en todo lo que hacías o decías había tanta exigencia cuanto amor y cariño. Me vienen a la cabeza miles de fotogramas de aquellos 3 años: las excursiones al Teide, las visitas a tu casa, los ratos de portería, las patatas fritas de los domingos, las conversaciones profundas, tus "mucho fundamento", tu testimonio de vida. Luego vino mi enfermedad. Recuerdo tu abrazo tan fuerte el día en que te dije que estaba enferma y que me iba a Barcelona. Y desde entonces, tus mensajes de ánimo constantes. "Rezo por ti", "Mucha fuerza, el Señor está contigo", "Te quiero mucho". Hasta que también llegó tu enfermedad. Esta enfermedad que hoy se ha llevado tu cuerpo. Hace unos días, en la última conversación que tuvimos, me dijiste que aunque te daba pena morirte, estarías feliz de volver a estar con tus padres, tu hermano y tu sobrina. Me dijiste que allá arriba estarías mejor que aquí. Que estarías con Dios. Y así quiero imaginarte ahora. Feliz, sin dolor, rodeada de los tuyos, y al lado de Dios. Eve, aquí en la Tierra se te va a echar mucho de menos, pero me mueve la esperanza de que antes o después nos volveremos a ver, y esta vez será por siempre. ¿Y sabes qué? Ahora la muerte me asusta un poco menos porque sé que cuando llegue allá arriba estarás tú, como el día en que llegué a la Resi, quizá con una sopita o un bizcocho a punto, y me sentiré como en casa. 
Eve, desde el Cielo, cuida siempre de nosotros. Te quiero mucho.
Hasta el Cielo, Eve
Hasta el Cielo, Eve

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