Revista Cultura y Ocio
Te has ido, pero siempre vivirás dentro de mí. Con tus canciones me hice adulta y perfeccioné mi francés. Nunca he dejado de escucharte y hoy, cuando oí lo que decían de ti, una lágrima corrió por mis mejillas. La última vez que te vi fue hace unos diez años; ya estabas mayor, pero no viejo. Las personas como tú nunca envejecen; sólo pasa el tiempo por ellas y la muerte no consigue sino devolverlas a su máximo esplendor. Hasta siempre, amigo.