Revista En Femenino

Hay un feminismo peligroso y aberrante

Por Tenemostetas

Por Ileana Medina Hernández
Si este artículo lo hubiera escrito un hombre (cambia maternidad por paternidad y prueba), sería acusado poco menos que de fascista. Como lo ha escrito una mujer, supuestamente en nombre de la igualdad y la libertad, habrá quien lo encuentre progre y hasta divertido.

Hay un feminismo peligroso y aberrante

La maternidad:
ese constructo social abstracto
o ese lugar biológico esclavizante

Propone hacer desaparecer la madre y "maternalizar la sociedad". Esta segunda opción no sé cómo habría que entenderla. Si se trata de hacer la sociedad más amorosa, más cuidadora, más generosa, más solidaria, pues estaría bien. Si se trata de institucionalizar a los niños, crear úteros artificiales, y criar seres humanos en una granja, pues a ver.
Partiendo del concepto de madre que tiene la autora, me inclino más por lo segundo.
Para la autora "La madre es una cosa abstracta, despolitizada, des-sexualizada, y des-socializada".
No sé a qué madre se refiere la autora. No sé si a la suya, a la que ella es, o a la "abstracta" que heredó de la Iglesia (madre virgen) o de los libros (madre teórica).
Desde luego no a mí, ni a la mayoría de las madres que conozco.
La maternidad que yo practico no es des-sexualizada. Si no todo lo contrario. Nunca me he sentido más sexual que ahora. Más oxitocínica. Para follar, para concebir, para parir, para amamantar... que todo es parte de la sexualidad femenina. Las hormonas del parto y las del sexo y las del amor son las mismas. Una sexualidad femenina mucho más potente, consciente y completa que la del coito, o incluso en él.
La maternidad que yo practico no es abstracta. Es corporal, concreta, tangible: presencia, tiempo, teta, cuerpo y alimento para mis hijos. No se me ocurre nada más concreto. Abstracto será si acaso el feminismo que produce discursos desde las universidades, desde lo simbólico, desde el intelecto. Negando precisamente el cuerpo, lo material, lo biológico. Las madres (y padres) que se levantan por la madrugada, que hacen malabares diarios para alimentar, cuidar, trabajar, etc... que ofrecen cuerpo, sostén y vida, es lo más concreto y terrenal que existe.
Nunca me sentí  más politizada: El mundo me daba igual como estuviera, hasta que nacieron mis hijos. Pedir conciliación laboral y familiar es hacer política. Exigir bajas maternales y paternales más largas es hacer política. Criar seres humanos lo más amorosos, generosos y pacíficos que podamos, es hacer política. Reflexionar sobre la crianza totalitaria, adultocéntrica y violenta es hacer política. Buscar estrategias para hacer del mundo un lugar más habitable para nuestros hijos es hacer política. Y política de la buena, de la que transforma, de la que atraviesa desde lo micro hasta lo macrosocial.
Nunca tuve necesidad de ser más sociable: buscar grupos de apoyo a la lactancia, grupos de juego para los niños, grupos de apoyo para madres y padres, tratar con las madres del colegio, con las del parque, con el ayuntamiento para que en los parques no haya caca de perros, para que haya piscinas y bibliotecas municipales... ¡nunca fui más consciente de lo que me rodeaba hasta que fui madre! Mientras viví sin hijos, me daban lo mismo las cacas de perro de mi barrio, si había o no piscina municipal, si las escuelas públicas eran una mierda o no, si en la autopista hay cola por las mañanas o no.... Me daba igual, yo era irresponsablemente libre y adolescentemente egoísta en mi mundo de yuppie, con los libros, el ordenador, la música en las orejas y llegando temprano al trabajo sin nada que me lo impidiera.
Quizás para la autora la sexualidad se reduce al coito, lo político a la guerra, y lo social a los bares de copas. Lugares donde no caben los niños ni la maternidad. Evidentemente, la visión limitada y limitante es la suya.
Cada una se organiza como mejor puede o quiere en su vida privada, pero elevar a categoría filosófica y sociológica la "desocupación de la maternidad", en un mundo tan carente de amor y cuidados, parece más un peligro colectivo que una solución para nadie.
Hay un sector del feminismo -y también del pensamiento queer- que con la buena intención de defender la libertad y los derechos de las mujeres y de los homo-trans-bi, llegan al desvarío robotizador de negar toda función del cuerpo. Es bastante peligroso, pues su utopía se acerca a algo así como un útero artificial y personas artificiales, estatalizadas y criadas en granjas, sin amor ni vínculos, con todo el riesgo de dominación, de zombies, de totalitarismo, en fin, de deshumanización... que eso conllevaría. No tienen ni idea de la importancia del afecto en la infancia, de niños ni de cuidados. Parece que ellos vinieron de Marte o los trajo la cigüeña. Lo que sucede en realidad es que no ven, y por tanto niegan, el agujero emocional que suele haber detrás de nuestra inconformidad con la biología.
Si la sociedad no discriminara a las mujeres ni a ninguna opción sexual, no harían falta los desvaríos teóricos a que se está llegando en un afán por legitimar algo que debería ser legítimo de por sí: que todos tengamos el mismo valor social y cada uno haga con su cuerpo lo que quiera o pueda... Pero la producción teórica academicista al respecto, pretendiendo buscar una legitimidad cultural, llega a planteamientos horripilantes: ¿es que venimos de una cigüeña (o de un útero artificial, fíjate la semejanza)?
Ocupar la maternidad. Socializarla. Politizarla. Sexualizarla. Prestigiarla. Hacerla córporea, placentera, digna. 
De eso precisamente se trata si queremos un mundo (personal, familiar, grupal, social) más amoroso, solidario, ético. Simplemente un mundo habitable. Vivir. 


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