Revista Arte

Heroínas, los poderes espirituales y las magas

Por Peterpank @castguer

La historia del arte occidental abunda en imágenes de mujeres seductoras, complacientes, sumisas, vencidas, esclavizadas. Pero también existen las figuras de mujeres fuertes: activas, independientes, desafiantes, inspiradas, creadoras, dominadoras, triunfantes. O bien, para usar una palabra clave de la agenda feminista en las últimas décadas: imágenes que pueden ser fuentes de “empoderamiento” (empowerment) para las propias mujeres.

Los inventarios de heroínas tienen una larga historia, desde los primeros catálogos de mujeres célebres de Hesíodo y Homero, donde ellas sólo figuraban como accesorio de los varones: a título de madres e hijas, esposas o amantes de los héroes. El primer compendio de mujeres ilustres por sus propios méritos fue el De claris mulieribus de Boccaccio, que seguía la huella del De viris illustribus de Petrarca. Inspirada por el texto de Boccaccio, pero decidida al mismo tiempo a corregir su punto de vista, Christine de Pizan, escribió en 1405 la primera defensa de las mujeres escrita por una mujer: Le Livre de la cité des dames. Si se permite el anacronismo, Christine de Pizan fue la primera feminista porque atribuyó la desventaja de la mujer, no a la naturaleza, sino a la costumbre. Su texto inauguró una larga Querelle des Femmes que ha durado siete siglos y todavía sigue abierta.

Desde el siglo  XIX hasta la actualidad, la imagen de la mujer ha permitido explorar los escenarios y las vocaciones de las heroínas: la iconografía de la soledad, el trabajo, la embriaguez, el deporte, la guerra, la magia, la religión, la lectura y la pintura.

Magas

Muchas veces las magas en la pintura han sido reducidas al papel de la femme fatale, definida con relación al deseo masculino, ignorando lo que hay en ellas de figuras semejantes a Órfeo, capaces de apaciguar y de humanizar a bestias y a hombres. De manierista Dosso Dossi hasta los tardíos prerrafaelitas Waterhouse y Evelyn de Morgan, las hechiceras mitológicas Circe y Medea, de reputación tan odiosa en la tradición patriarcal, aparecen como portadoras de una sabiduría oculta, hasta ahora incomprendida.

- Dosso Dossi – Circe y sus amantes en un paisaje (1525)

Heroínas. Los poderes espirituales. Magas.

El pintor, cuyo verdadero nombre fue Giovanni Francesco di Luteri, pasó la mayor parte de su vida al servicio de los duques de Ferrara, Alfonso I d’Este y su hijo, Ercole II. Al principio de su carrera, Dosso Dossi trabajó en Venecia bajo la dirección de Giorgione. En 1513 se estableció en Ferrara, donde participó en el políptico para la iglesia de San Andrea, encargado por Antonio Costabili. Probablemente, ese mismo año viajó a Roma, donde conoció a Rafael. Tuvo contactos con artistas de Italia central y del norte de Europa, y visitó Florencia y Mantua. En su etapa de madurez profesional, entre 1513 y 1530, el estilo de Dosso es una síntesis entre Tiziano y Giorgione. Sus cuadros rebosan de paisajes exuberantes, poblados con figuras.

En el cuadro Circe y sus amantes Dosso Dossi explora ese filón inagotable de la mitología. Circe, según unos hija de Elio, otros dicen que era hija de Hécate, representa la seducción. Arquetipo de la mujer que no solo por sus conocimientos de magia y sus bebedizos, sino también por su encanto, por su hechizo sexual, por su atrayente belleza, hacía lo que quería con los hombres.

Circe era especialista en la fabricación de filtros y bebedizos que le permitía aplicar la metamorfosis a los hombres. Así convirtió a los hombres de Ulises en puercos, mientras estaba rodeada de infinidad de animales en su palacio que bien podrían ser hombres de paso que sirvieron de carne de laboratorio para sus prácticas de magia, o sus amantes desheredados y aburridos.

- Dosso Dossi – Circe (1531)

Este cuadro se sitúa en el periodo de la primera madurez del pintor de Ferrara. Representa una mujer en primer plano con un aspecto imponente, que lleva un turbante y vestidos suntuosos de colores vivos. Inmersa en un paisaje de un bosque, la figura está sentada en el interior de un círculo en el que se han trascrito símbolos que hacen referencia a la Cábala hebraica; en su mano izquierda empuña una antorcha, mientras que con la derecha sostiene una tabla con dibujos geométricos.

La figura femenina ha sido identificada con una maga, inicialmente con Circe, pero en otras ocasiones con Melissa, la maga buena descrita en Orlando Furioso de Ludovico Ariosto (VIII canto 14-15), que deshace cualquier hechizo malvado: la referencia podría encontrarse en los caballeros que aparecen colgados del árbol en la parte izquierda del cuadro.

La restauración del cuadro ha evidenciado varias correcciones o pentimenti: en la parte izquierda de la obra, en lugar del perro moloso y de la armadura, se encontraba una figura masculina sentada a quien la maga le dirigía la mirada.

Esta obra procedente de Ferrara, fue enviada probablemente por el Marqués Bentivoglio a Scipione Borghese hacia el año 1607.

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- John William Waterhouse – El círculo mágico (1886)

Milagros, magia y el poder de las profecías son materias muy comunes en las obras de Waterhouse. Más específicamente, el tema de la mujer como maga y hechicera es uno de sus imágenes más recurrentes. Su producción artística también incluye numerosas obras ambientadas en el Oriente Medio, en el que dibujó según la obra de artistas contemporáneos como J.F. Lewis (1805-1876) y Lawrence Alma-Tadema (1836-1912), más que por su propia experiencia. El círculo mágico es una de sus primeras obras, en la que se refleja su fascinación por lo exótico. La mujer en el cuadro parece ser una bruja o sacerdotisa dotada de poderes mágicos, posiblemente con el poder de la profecía. Su vestido y su apariencia general es muy ecléctico, procedente de diversas fuentes: su complexión morena alude a que procede de Oriente Medio; su estilo de peinado procede de los primitivos anglosajones; su vestido está decorado con guerreros persas o griegos. En su mano izquierda sostiene una hoz con forma creciente, relacionándola con la luna y con Hécate. Con el bastón de su mano derecha dibuja un círculo mágico protector. Fuera del círculo, el paisaje es desértico y estéril; un grupo de grajos o de cuervos y una rana -todos símbolos del mal y asociados con la brujería- están apartados. Sin embargo, dentro del círculo, se encuentra la propia mujer y objetos de belleza como las flores.

El significado del cuadro no es claro, pero su misterio y su exotismo llamó la atención a los espectadores de la época. Cuando el cuadro se mostró en la “Royal Academy” en 1886, la obra tuvo una gran acogida de público y crítica. El cuadro se vendió en ese mismo año por 650 libras por la “Tate Gallery”, a través del legado Chantrey.

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- Evelyn de Morgan – Medea (1889)

Evelyn De Morgan (1855 – 1919) fue una pintora inglesa prerrafaelita. Nació en el seno de una familia de clase media alta; su padre era el magistrado de Pontefract, Percival Pickering; su madre, Anna Maria Wilhelmina Spencer Stanhope, era hermana del artista John Roddam Spencer Stanhope y descendiente de Thomas Coke, conde de Leicester.

Evelyn comenzó a recibir clases de dibujo con 15 años y convenció a sus padres para que la inscribieran en un centro de arte y en 1873, se apuntó a la Slade School of Art. Su tío, John Roddam Spencer Stanhope, fue muy influyente para ella y solía ir a visitarlo a Florencia. Esto también hizo que se interesara por artistas del Renacimiento como Botticelli.

Se casó con el ceramista William De Morgan en 1887 y vivió con él en Londres hasta la muerte de William en 1917. Dos años más tarde falleció ella, está enterrada en el Brookwood Cemetery, cerca de Woking, Surrey.

Evelyn representó a Medea en su cuadro homónimo de 1889. Medea es hija de Eetes y de la ninfa Idía. Era sacerdotisa de Hécate, que algunos consideran su madre y de la que se supone que aprendió los principios de la hechicería junto con su tia, Circe. Según la mitología, Medea se vio obligada a dejar Yoclos junto con Jasón, hacia Corintio, ciudad sobre la que Medea pretendía tener derechos al trono. Allí Jasón acordó con el rey Creonte abandonar a Medea, para unirse a su hija Glauca. Medea, arrastrada por los celos, envió a Glauca como regalo de bodas un manto de irresistible belleza. Cuando ésta lo recibió de manos de la sirvienta se lo puso de inmediato, liberando la magia contenida, las llamas la consumieron totalmente a ella y a Creonte, que se abalanzó sobre ella con intención de salvarla. Y a continuación, para hacerle el máximo daño a Jasón mató a sus dos hijos que habían tenido en común.

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- John William Waterhouse – Circe ofreciendo la copa a Ulises (1891)

Expuesta en la New Gallery en 1891, en el catálogo apareció ilustrada con la siguiente frase: “Paño de gasa azul. En el suelo, a sus pies, están esparcidas violetas. Detrás de ella, Ulises avanza y sus galeras se vislumbran entre los pilares.”

El tema mitológico representado por Waterhouse se corresponde al momento en el que Ulises, en su regreso de la Guerra de Troya, desembarcó a la isla de Aeaea, habitada por Circe, una bella y poderosa maga. La isla estaba repleta de cerdos y formas metamorfoseadas de hombres seducidos por sus potentes bebedizos de hierbas. Ulises perdió a toda su tripulación por sus encantos, pero armado con hierbas mágicas que Hermes le dio, consiguió deshacer sus hechizos y la obligó a liberar a sus hombres de sus formas de bestias.

En el cuadro destaca la representación de Circe como una mujer de gran poder. Además, sus paños transparentes forman una imagen de gran atractivo y sensualidad. A sus espaldas, un espejo permite ver su propio reflejo y a Ulises, que avanza hacia ella tras su invitación.

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- John William Waterhouse – La dama de Shalott mirando a Lancelot (1894)

Este cuadro se inspiró en un poema homónimo de Alfred Tennyson publicado en 1842, que estaba as u vez inspirado en una leyenda artúrica. El poema cuenta la historia de Elaine, la dama de Shalott, que estuvo presa durante años en una torre situada en la isla de un río donde su única actividad era tejer. Sabía que no debía mirar nunca a través de la ventana porque, si lo hacía, caería sobre ella una terrible maldición. Así que se dedicaba a observar el mundo exterior a través de un espejo. Cuando un caballero, sir Lancelot, pasó junto a la torre montado en su caballo y cantando, la doncella se enamoró de él instantáneamente. La joven abandonó su telar y corrió hacia la ventana, pero entonces el espejo se rompió y ella entendió que había sido maldecida. Salió de la torre y subió a un bote, navegando a la deriva hacia Camelot y hacia su muerte.

Heroínas. Los poderes espirituales. Magas.

John William Waterhouse – La bola de cristal (1902)

La bola de cristal, muestra a una mujer vestida de rojo mirando fijamente a una bola de cristal, aparentemente realizando algún hechizo con la ayuda de un libro y una calavera. Esta obra se mostró juntó con The Missal, en la “Royal Academy” en el año 1902. Entró a formar parte de la Colección Pyman, siendo colgado en el comedor del Castillo Glendborrodale. El cuadro se vendió junto con el castillo cuando la propiedad cambió de dueños en 1952-1953. El nuevo propietario no le gustaba la calavera por lo que hizo que se retocase el cuadro para ocultarla. Cuando el cuadro fue finalmente vendido mediante una subasta en el Christie’s de Londres, un equipo de expertos, con Martin Beisly a la cabeza, realizaron un estudio que mostró que la superficie original estaba protegida con una capa de barniz y que por tanto se podría recuperar el cuadro a su estado primero.

Heroínas. Los poderes espirituales. Magas.


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Por  Alfredo Juan Arroyo Maldonado
publicado el 15 diciembre a las 11:32

Muy interesante. Hay que seguirle la pista a las magas... ya esta bien de tanto papa noel... Como diria Cortazar... encontraria a la Maga?