Revista Cine

Hijo de puta

Por Francescbon @francescbon
HIJO DE PUTAImaginaba que me iba a resultar difícil. Desde que descubrí que el título de este post ajustaba al requisito pentavocálico imperante, andaba con un nutrido grupo de candidatos a los que la denominación ajustaba perfectamente. Más, cuando declaré en su momento que solo circunstancias excepcionales harían que dedicara mi atención a temas políticos o deportivos. Pues bien, esa circunstancia excepcional se ha dado. En el día de ayer, la abstención del PSOE permitió la investidura de Rajoy como presidente por cuatro años del aparato estatal que se queda y administra mis impuestos y cotizaciones. Lo cual me otorga derecho a opinar. No voté por ninguno de ellos. Pero cinco millones de personas sí votaron por el PSOE. Que sostuvo a lo largo de toda su campaña que no contribuiría a que Rajoy volviera a presidir un gobierno. Pero que, cuando comprendieron que unas eventuales terceras elecciones podían acabar con su ya residual papel como oposición y se dieron cuenta de que el chollo se acababa, de que la sombra del PASOK es alargada, y la única salida de ese atolladero, de esa certidumbre de muerte tras larga agonía, pasaba por traicionar a su electorado, en uno de los más colosales engaños colectivos de la historia, permitieron con su abstención otros cuatro años de mandato del partido neofranquista. Y Felipe González influyó decisivamente en ello. Este jubilado de aspecto pulcro, paradigma del giro conservador que da la gente cuando empieza a acumular fortuna y, por tanto, cosas que perder, tuvo la desfachatez de intervenir, consciente de su influencia, y aportar el descabellado consejo (ignoro a qué cojones de estrategia puede obedecer) de permitir el despropósito de elevar, a priori, a nueve (si contamos el prolongado período de interinidad) la presencia al frente del gobierno de Rajoy y la ostentación del poder por un partido que está más cerca de ser una organización de corrupción sistemática. Dos cuestiones han sazonado a posteriori esta repugnante situación. La intervención, calificada de escandalosa e inaceptable, de Gabriel Rufián, que lanzó duras (pero ciertas) invectivas contra la bancada socialista.

Y la entrevista a Pedro Sánchez, secretario general cuya defenestración constituyó el detonante de los hechos que han acabado en la repugnante pantomima de la votación de investidura. Donde habló con claridad de todos los condicionantes que impidieron que progresara y mostró una curiosa inflexión en algunas cuestioes.
Y a ver cómo digo esto. Para que nadie se ofenda. Mi desprecio por el PP es absoluto. Por sus líderes, por sus afines, por sus militantes y por la enorme mayoría de sus votantes. Les deseo lo peor, con más visceralidad cuanto más alta sea su posición. Deseo que se equivoquen en sus decisiones, por malas que estas sean. Deseo que las cosas les salgan mal. En lo profesional y en lo personal. Su desgracia me causará risa y felicidad. Que los dañados por sus decisiones, que los ha habido y los va a haber, con seguridad, a partir de hoy, se muestren vengativos y pierdan la calma y les causen perjuicios, Los que sean, me da igual. No hay nadie inocente en esa organización. No hay nadie que apoyando esa situación merezca que yo matice un ápice mi deseo íntimo, personal e individual. Es mi opinión y estas lineas solo pretenden compartirla con quien me lea. Cuanto peor les vaya y cuanto más errores los condenen al ridículo y al descrédito que merecen, más contento estaré y con más ganas cantaré bajo el chorro de la ducha. 

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