Revista Cultura y Ocio

Historia de la danza III: El ballet imperial ruso

Por Fuensanta

El ballet imperial ruso

Marius Petipa

San Petersburgo será el escenario del ballet imperial ruso y su figura fundamental, Marius Petipa, que lo dotará de sus características esenciales.

Rusia había comenzado su proceso de europeización con Pedro el Grande, que no sólo trajo a su país arquitectos y artistas para transformar la ciudad, sino también otras artes cortesanas, entre las que estará la danza. Su labor fue continuada por Catalina la Grande, que ejerció el patronazgo de artistas y les confirió un rango semejante a los de los servidores del zar. Los bailarines eran educados en la escuela Maryinski con el rigor de la disciplina militar y vestían uniforme semejante al de los militares; esta disciplina dio lugar a toda una generación de artistas por completo dedicados a la danza. El ballet es considerado como un arte y esto tendrá un efecto decisivo en el desarrollo futuro de la danza.

 

Historia de la danza III: El ballet imperial ruso
Marius Petipa

Las circunstancias previas a la llegada de Marius Petipa a la capital rusa son propicias para hacer que en unas décadas San Petersburgo sea la capital y el centro de la creación coreográfica en Europa. A ello contribuye el que todas las bailarinas románticas viajaran a Rusia y consideraran su capital un centro imprescindible en sus giras; de entre las obras llevadas a Rusia tempranamente tenemos el ballet romántico “Giselle”, interpretado en 1842 por Yelena Andreyanova. Al mismo tiempo llegan a la capital profesores franceses, italianos y daneses que formarán a los futuros bailarines rusos, que asimilarán las tres escuelas. Particularmente interesante es la presencia de profesores daneses, pues ya sabemos que esta escuela no prescinde del bailarín y le dedica una gran atención, lo que hace que ocurra lo mismo en el ballet ruso. También tienen una gran importancia los coreógrafos franceses, como Jules Perrot y Arthur Saint-Léon, de quienes aprendería el joven Petipa el arte de la coreografía. Marius Petipa era de origen marsellés, de una familia de bailarines, pero pronto decidió marchar a Rusia para iniciar su carrera, la cual comenzó como bailarín. Con la llegada de Perrot, aprendería el arte de contar una historia mediante la coreografía y con Saint-Léon a construir divertimentos, pasajes sin acción dramática donde la coreografía y la técnica son el único fin. Pronto se convierte en coreógrafo, siendo su primera creación “La Fille du Pharaon”, ballet en cinco actos situado en Egipto. Lo primero que llama la atención como innovación es la duración del ballet; hasta ese momento un ballet no superaba apenas la hora de duración y se ofrecía dentro de un programa de ópera, pero los ballets de Petipa tienen tres actos, más una apoteosis y una introducción, lo que significa que ya era autónomo de la ópera y se desarrollaba como capaz de contar una historia completa. Petipa inaugura también el tipo de ballet llamado de “gran espectáculo”, lo que lo desmarca de la línea intimista romántica. Petipa aspiraba a ser maestro de ballet, o sea, director de la compañía, pero esto no fue así de momento, pese al éxito obtenido por su primer ballet. Pasó a trabajar como coreógrafo en el Bolshoi, que presentaba diferencias con la escuela Maryinski; los bailarines de Moscú eran más acrobáticos y dramáticos, mientras que los de San Petersburgo dominaban la técnica, lo que el coreógrafo aprovechó perfectamente. Introdujo en sus ballets la danza española, que había conocido y aprendido en su estancia en España; su admiración por el folclore español no se agotó nunca y la mayor parte de sus ballets cuentan con alguna danza española, y en el caso de “Paquita”, su primer ballet para Moscú, con todo un divertimento que recrea en forma estilizada la danza folclórica española. En 1869, coreografía “Don Quijote”, basado en el episodio cervantino de las Bodas del rico Camacho; la obra tiene un tono humorístico y es muy colorista, lo que la convirtió en un gran éxito, lo que hizo que dos años más tarde la volviera a poner en escena con los bailarines del Maryinski. Sigue siendo una de las obras más representativas de Marius Petipa, aunque las adiciones posteriores coreográficas y musicales haga difícil saber qué parte era propiamente suya. La otra gran obra que nos ha llegado es “La Bayadera”, inspirada en el ballet romántico de Perrot. En ella encontramos la estética orientalista tan del gusto de la época que permitía una escenografía deslumbrante. La pieza que ha dado fama perdurable a este ballet es la llamada “El reino de las sombras”, la verdadera joya de la coreografía de Petipa. Con este ballet Petipa configura el ballet de gran espectáculo que se apartaba del romanticismo parisino o danés. Siguió creando ballets de los que apenas se han conservado pequeños fragmentos, pero su gran hallazgo fue la colaboración musical de Tchaikovsky, para entonces ya un músico de prestigio. Su colaboración efectiva se inaugura con el ballet “La bella durmiente”, que se considera la obra maestra de Petipa y que abre la llamada trilogía de Tchaikovsky, que se completará en 1893 con “Cascanueces” y en 1895 con “El lago de los cisnes”. Con Tchaikovsky queda sentado el principio de que la música para ballet no es un género musical menor, sino un género completo a la altura de cualquier otro. Petipa y el compositor trabajaban en un acuerdo absoluto y en estrecha colaboración. No todos los compositores hubieran aceptado una injerencia tan grande en su trabajo como hizo Tchikovsky, que atendía todos los requerimientos coreográficos de Petipa con entusiasmo y entrega, lo que hacía que el coreógrafo se enfrentara al reto de crear una coreografía tan buena al menos como la propia música. “El lago de los cisnes” fue estrenado en 1877 por el ballet Bolshoi, pero su versión definitiva y su gran éxito no llegaría hasta 1895, y Tchaikovsky no vivió, por desgracia, para asistir a este gran éxito. “El lago de los cisnes” sigue siendo un ballet muy popular entre el público y los artistas; desarrolla una coreografía magistral y cuenta una historia de gran dramatismo con una música que es una obra maestra.

Dspués de este gran éxito, Petipa crea el ballet “Raymonda”, de ambiente húngaro, en el que introduce danzas folclóricas de este país en una coreografía magistral, sin dejar de lado su ya tan personal danza española, la cual introduce gracias al argumento medieval del ballet.

Hay que destacar en el ballet ruso creado por Petipa la presencia de bailarines masculinos, con papeles importantes en las oabras, que en París habían sido prácticamente desterrados de escena. Con la llegada de maestros daneses, sobre todo Johanssen, y de bailarines italianos, como Cecchetti, se forma una primera generación de bailarines de gran técnica, como los hermanos Legat y Mikhail Fokine, maestros a su vez de grandes bailarines y bailarinas como Anna Pavlova y Vatzlav Nijinsky.

Renovación del ballet imperial

El compositor alemán Richard Wagner influye, no sólo en la música, sino en todas las artes de su época con la idea de “obra de arte total”, incluida la danza. Sus óperas-dramas representa un intento de vuelta al ideal griego en el que la música fuera el medio de unir las demás artes. La música, la puesta en escena y la poesía del libreto debían ir íntimamente unidas, proeza que los griegos, al parecer, habrían logrado. Al hilo de estas ideas se forma un grupo de artistas rusos que bajo el nombre de Mir Izkutzsva –El mundo del arte- van a tener un papel definitivo en el futuro de la danza. La figura de Wagner también inspira a una bailarina genial, Isadora Duncan. Nacida en los Estados Unidos, pronto dio muestras de tener un carácter único: comenzó a danzar de adolescente en lo que ella consideraba una forma de danza nueva, alejada de las convenciones del ballet clásico. Fue la pionera de la danza moderna. Su grandeza es difícil de definir, pues ninguna de sus danzas se ha conservado, pues eran improvisaciones sobre el escenario. Libró a la danza de todos sus complementos opresivos, zapatillas, corpiños, música e incluso coreografía, pues para ella la danza era una comunión entre el alma y la música. También fue la primera artista que decidió utilizar para sus danzas música que no había sido compuesta para bailar; además, con su liberación de las convenciones que constreñían a la danza, ayudó al joven Fokine a encontrar nuevas formas de expresión, frente a las convenciones impuestas en época anterior por Petipa. Duncan fue la primera bailarina en utilizar la gravedad como medio de expresión. Hasta ese momento la danza tendía a la elevación, con la técnica de puntas y saltos, pero ella fue consciente del peso del cuerpo y decidió utilizarlo como medio expresivo, lo que la convierte en antecesora de la danza contemporánea. Isadora Duncan tuvo también una gran importancia como intérprete de escena, lo que no podemos valorar en su totalidad, pues sólo nos quedan los testimonios de quienes la vieron, siempre imprecisos; los bailarines clásicos la acusaban de no poseer una gran técnica, pero todos reconocían su genialidad como intérprete. Su presencia en San Petersburgo tuvo la mayor importancia, pues en la audiencia estaban todos los jóvenes bailarines, entre ellos Fokine, quien al año siguiente coreografíó “Acis y Galatea”, donde todos los bailarines danzaban con túnicas y se pretendía un gran naturalismo, lo que hubiera sido imposible sin la influencia de Duncan.

Fokine creó en 1905, con su bailarina favorita, Anna Pavlova, “La muerte del cisne”, como un ejercicio de improvisación, de apenas tres minutos de duración y que sería una de las señas de

Historia de la danza III: El ballet imperial ruso
Anna Pavlova en “La muerte del cisne”

identidad de la gran bailarina. Anna Pavlova inauguraba una época en la que la expresión artística iba a ser más importante que los grandes alardes técnicos. “La muerte del cisne” es el primer paso de Fokine hacia un nuevo lenguaje de la danza. En 1907 coreografía “Chopiniana”, donde utiliza música del compositor polaco no compuesta para la danza. Su coreografía significaba un nuevo concepto del espacio, donde el cuerpo de baile no era un mero adorno y arropamiento de las figuras solistas, sino que era, en palabras del propio Fokine, una obra “para veinticuatro solistas”. Fokine distribuye el espacio en círculos y pequeños grupos, no en líneas rectas y diagonales como había hecho siempre Petipa. Con esta obra se inauguraba una nueva época en la historia de la danza, pues por primera vez el cuerpo de ballet no era un elemento decorativo. Además de estas innovaciones, este ballet no contaba una historia, sino que creaba una atmósfera, creando así un nuevo género, el ballet atmosférico, decisivo para la danza moderna. Llevada a París un año después, el público parisino no supo valorarla, pero fue una noche fundamental para un cambio esencial en la historia de la danza. Sin embargo, el triunfo de los ballets rusos en París vendría a través de las “Danzas Polovtsianas” de “El príncipe Igor”, algo que nunca había sido visto en los escenarios parisinos. Tras este éxito estaba un genio de la danza, que abriría una nueva época, Serge Diaghilev.

 

 


Volver a la Portada de Logo Paperblog