Revista Cultura y Ocio

Historia de la fundación de Bizancio

Por Joaquintoledo

Historia de la fundación de Bizancio

Historia de la fundación de Bizancio: mito y/o realidad

Bizancio se fundó casi mil años antes de que se convirtiera en Constantinopla. Como siempre, las ciudades griegas hacia el siglo VIII y VII a.n.e., se encontraban en graves problemas, tanto en recursos, como por espacios. En efecto, la superpoblación era evidente, y como Grecia no era precisamente un conjunto de estados inmensamente ricos en recursos, era natural que los griegos se aventuraran hacia nuevas tierras para fundar colonias. Los destinos podían ser varios, como el Tirreno, el Egeo, África, medio oriente, entre otros. Además, como Grecia era aparentemente la puerta a lo que más tarde sería conocido como occidente, era natural que los estados que la conformaban, tuviesen grandes intereses económicos en los alrededores. Uno de esos puntos era un estrecho llamado Helesponto, que separa a Europa de Asia Menor. Un poco más al norte, si uno viene desde el Mar Mediterráneo, nos percatamos que el estrecho acaba en otro mucho más pequeñito llamado mar de Mármara. A continuación, siguiendo al noreste, tenemos otro estrecho llamado el Bósforo tras lo cual desembocamos en el Mar Negro. No pasó mucho tiempo antes de que los recursos y posibles mercados de los pueblos bárbaros de dichos lares atrajesen a los griegos con el fin de fundar nuevas colonias. Por ejemplo en lo que hoy es Ucrania, existían suelos muy fértiles. Así entonces se formaron rutas comerciales muy atractivas que hicieron inmensamente ricos a varios visionarios y exploradores.
Sin ir muy lejos, siglos antes, la legendaria Troya se hallaba en las puertas del Helesponto, y quizá a causa de esto, Grecia se enfrentó a esta ciudad, porque obligaba a todos los comerciantes a pagar un impuesto de pase, haciendo a la urbe enormemente rica. Como todos sabemos, Troya cayó y los griegos pudieron comercializar libremente con otras urbes del Mar Negro y los alrededores. Después de la Edad Heroica vino la Edad oscura donde poco o nada se sabe de ellos, pero otra vez ubicándonos en el siglo VII a.n.e., las evidencias demuestran que las ciudades griegas en conjunto estaban ya presente en el mundo del Mediterráneo como un socio comercial destacado. El escritor Isaac Asimov, en su libro Constantinopla, nos narra una leyenda, la cual explica cómo se fundó Bizancio, según el mito:
Al parecer en el año 657 a.n.e., un hombre griego llamado Byzas andaba en busca de un lugar donde asentar y fundar una colonia con el fin de hacerse rico, famoso y poderoso. Venía desde Megara y poco antes de partir había decidido consultar al oráculo, el cual le dijo un par de palabras bastante interesantes, y que no dejaban de dar vueltas en su cabeza: “encontrarás un nuevo hogar frente a la ciudad de los ciegos”. El barco cruzó el Helesponto llegando hasta el Bósforo. Se determinó que una ciudad a las orillas de este estrecho (que en ocasiones no tenía más allá de media milla de ancho), se podría hacer fuerte y rica en poco tiempo, pues así podría dominar la ruta comercial existente entre el Mar Negro y el Mar Egeo. Y así como Troya había dominado el Helesponto, la nueva urbe podría hacer lo mismo en el Bósforo. El primer asentamiento de Byzas y sus hombres se encontró con un gran revés, pues al parecer no habían sido los primeros en ocurrírseles algo así, ya que desde hacía casi dos décadas (dieciocho años para ser exactos), existía la ciudad de Calcedonia, una pequeña y con gran futuro al sur del Bósforo y en la parte de Asia Menor. Su ubicación parecía estratégica y era envidiable, y si bien Byzas pareció desanimarse, aún tenía como último recurso el comentario del oráculo.
Siguieron hacia el noroeste y en el otro lado del Bósforo, divisaron un lugar donde un río se ensanchaba bastante hasta desembocar en el mar, propiciando así el lugar perfecto para un gran puerto. Además en las cercanías se podría construir una urbe ubicada en una porción de terreno que asemejaba a una península, rodeándola de agua por tres costados. Por tanto con una muralla y una buena armada, la harían prácticamente inexpugnable. En efecto, los de Calcedonia y todos los de alrededor estaban “ciegos” como había vaticinado el oráculo, pues no se habían percatado de semejante belleza. Según cuenta el mito, Byzas le puso Bizantion a la ciudad que fundó. Obviamente esta historia no tiene fundamento histórico y la tradición prefiere conservar el relato para hacer el origen de la otra ciudad del imperio (tal cual sucedió con Roma), mucho más amena y fantástica al oidor.

Otras fuentes atribuyen a los megarienses (o sea a la ciudad de Megara), a los milesios, y otros pueblos aledaños la fundación de la misma.
Ahora bien, partir de su fundación, Bizancio dio inicio a una era de prosperidad y también momentos malos, algo ciertamente recurrente en su historia. A pesar de todo, por más de 150 años, la urbe creció moderadamente. Era conocida y considerada importante hacia fines del siglo VI a.n.e, pero nunca como Atenas o Esparta. Sea como sea, era una ciudad dentro de la órbita de la cultura griega y por tanto sus habitantes eran considerados, justamente, griegos. El primer gran enemigo de Grecia y por supuesto Bizancio, era el Imperio Persa. Así entonces vinieron las Guerras Médicas, las cuales con sus respectivos intervalos duraron casi dos siglos. Durante su transcurso, Bizancio fue ocupada por los medos hasta que en el año 477 a.n.e., el espartano Pausanias expulsó a los invasores de Bizancio. Sin embargo, este rey se tornó corrupto y pronto sus maniobras políticas llegaron a oídos de los atenienses. Así la rivalidad entre Esparta y Atenas se van haciendo grandes hasta que estalló la guerra, y en el año 476 a.n.e. la flota de Cimón expulsó a Pausanias de Bizancio. La presencia de los atenienses en la urbe en cuestión, generó grandes progresos y por primera vez parecía dársele la verdadera noción de importancia. Pero como sabemos, de las Guerras del Peloponeso, Atenas salió derrotada por Esparta, teniendo que retirarse de muchas ciudades que ocupaba, incluida Bizancio. No fue sino hasta la llegada de Trasíbulo, en el 389 a.n.e., cuando Esparta fue nuevamente derrotada y otra vez Bizancio cayó en manos de los atenienses. En el año 455 a.n.e., durante la Guerra Social, y el fallido intento de los atenienses de tomar Bizancio, lo cual les costó gran parte de su flota, le fue otorgada a esta urbe el reconocimiento de su independencia.
Por supuesto, la desunión de Grecia ya había debilitado a todas las ciudades estado en general. Así empezó una lenta y progresiva decadencia de los helenos, y ahora, a la historia le tocaba presenciar el poder que establecería Macedonia sobre el mundo conocido. Filipo II fue un gran organizador de este país, y antes de lanzarse sobre Persia, quería tener sometida a toda Grecia. No vamos a detallar aquí las vicisitudes de Filipo con los griegos, y sólo nos hace falta decir que, conforme a sus planes, cuando intentó hacerse con Tracia, la toma de Bizancio era considerado un punto fundamental, pues sólo así conseguiría cortar una gran ruta de aprovisionamiento para Grecia entera, en especial a Atenas, Esparta, y la más poderosa ciudad en aquellos momentos: Tebas. En el año 340 a.n.e. los ejércitos macedónicos llegaron a los alrededores de Bizancio, y esta llamó a su antigua aliada, Atenas, la cual decidió socorrerla incondicionalmente. A pesar del resentimiento de los atenienses, está claro que acudieron al llamado de auxilio porque no se podían dar el lujo de perder una ciudad como tal, lo cual ya habla de por sí, la importancia que tenía (en ese entonces Bizancio dominaba la ruta de los cereales). Filipo no podía competir con la flota ateniense que resguardaba la ciudad y tuvo que retirarse. Sus intenciones habían sido astutas, pues el macedonio, al tomar los estrechos, quería reducir Grecia sin luchas, ahora en cambio, declararía la guerra total.
Luego vino la derrota de Tebas y el dominio casi total de Grecia, obra que el hijo de Filipo, Alejandro III, llamado el magno, se encargaría de culminar. Durante la era Alejandrina, Bizancio al igual que muchas ciudades griegas gozarían de su particular independencia y cierta paz. Aunque como sabemos luego de la muerte de Alejandro, sus generales se repartieron el Imperio y la parte de Asia Menor y Grecia fueron escenario de numerosas batallas y guerras. Bizancio, por su ubicación estratégica, al menos siguió existiendo y no se vio perjudicada por algún acontecimiento importante hasta el año 280 a.n.e., cuando unas tribus galas entraron a Grecia desde el norte desencadenando destrucción y muerte en las ciudades helenas. Bizancio se salvó de la destrucción solamente porque aportó dinero a estos belicosos visitantes. Las pérdidas fueron subsanadas gracias a los peajes que se cobraban a los que pasaban por los estrechos, los cuales aumentaron bastante siendo justificados por la presencia de los galos. Rodas, sin embargo, se rebeló contra estas medidas tributarias, en especial a partir del año 232 a.n.e., cuando los invasores ya se habían retirado. Sin dudarlo, lanzó su poderosa flota contra la ciudad, derrotando a Bizancio contundentemente. Los impuestos fueron derogados por completo, pero la urbe continuó conservando su independencia. Además se recuperó considerablemente en poco tiempo debido a sus relaciones comerciales.
Finalmente, el primer contacto directo con Roma fue cuando esta ciudad le declaró la guerra al Imperio Seléucida en el 192 a.n.e., saliendo los italianos victoriosos. De ahí en más, Asia Menor recibiría la influencia latina en los siguientes siglos, y viceversa. Para cuando llegó el tiempo del Primer Triunvirato, Asia Menor y Siria se hallaban bajo dominio romano, directa o indirectamente. Obviamente se incluye a Bizancio dentro de la lista, y entre ambas ciudades hubo un gran entendimiento debido a los intereses griegos de mantener las tasas bajas. Bizancio continuaba siendo una urbe libre, es verdad, en el aspecto que podía tener sus propias leyes mientras no molestasen a la capital de la República y al Senado, y a cambio sólo debía demostrar vasallaje y fidelidad pagando impuestos a Roma así como olvidando por completo asuntos sobre política externa. La zona de los Balcanes y Asia Menor de ahí en más serían escenarios de las guerras civiles romanas. Luego de la República y con el triunfo de Octavio sobre Marco Antonio, se instaura el Imperio Romano. Durante casi un siglo transcurrido desde tal cambio político en Roma, se respiró paz en las tierras griegas, probablemente nunca tan prolongadas desde su formación como grandes estados.
Obviamente la independencia de gobierno de cada ciudad griega no era una amenaza gigante para Roma, pero con el tiempo la presión de los bárbaros, en especial los partos, desde oriente, modificaron el estatus quo de la organización política que los itálicos debían imponer por aquellos lares. Bizancio y muchas ciudades entonces, fueron obligadas a sacrificar su independencia, con el fin de lograr un mayor control político sobre el territorio del imperio. En realidad, no hubo grandes cambios, pues cada ciudad griega siguió su propia administración interna, como en efecto hizo Bizancio. Desde aquí debemos trasladarnos hasta el año 192 d.n.e., cuando el emperador Cómodo fue asesinado, y tres generales se disputaron el poder, entre ellos Septimio Severo. Otro, llamado Niger, se refugió en Bizancio donde creyó hacerse fuerte. Severo la sitió y continuó persiguiendo al resto del ejército de Niger, al cual destruyó sin piedad. En cuanto a la ciudad fundada por Byzas, resistió prácticamente dos años el asedio, sola contra todo el imperio. Severo, como represalia, luego de tomarla en el 196 d.n.e., la arrasó por completo reduciéndola hasta sus cimientos. Más tarde el futuro emperador terminó con el tercer pretendiente, Albino. Al parecer Septimio Severo se arrepintió con respecto al destino que había sufrido Bizancio, pero, de todas maneras, no se hicieron grandes cosas por las ciudades devastadas por la guerra, más que todo debido al período de Anarquía que existió durante el siglo III d.n.e. en Roma. Tanto los Balcanes como Asia Menor sufrieron las embestidas de persas y bárbaros. El Imperio Romano no se recuperaría sino hasta la llegada de Diocleciano, quién se dice, no gustaba de la parte occidental del imperio, y siempre había preferido la oriental, aquel lugar lleno de misticismo, historia y lujuria. Además por aquellos lares la presión de persas y hasta de godos, la hacía más urgente de atender.
Al parecer este emperador se percató de la importancia de Bizancio y tras estar casi un siglo abandonada, reconstruyó sus murallas y buscó hacerla renacer. Él por lo pronto, se instaló en Nicomedia, algo así como su ciudad capital en oriente. Cuando Diocleciano se retiró habiendo instaurado la Tretarquía, ya había dividido sin querer al Imperio en Occidental y Oriental, con dos emperadores y co-emperadores. Obviamente estallaron malos entendidos y guerras, a pesar de que Constantino gobernaba en el oeste y Licinio en el este. Pero como era de esperarse, ambos querían el poder absoluto y se fueron a la guerra, decidiéndose sus intenciones en la Batalla de Adrianópolis, varias millas al oeste de Bizancio. Licinio fue derrotado y se refugió en Bizancio, la cual fue rodeada y puesta en sitio. Constantino cortó el aprovisionamiento de la ciudad con su flota y así logró vencer. Sin embargo, el triunfador no hizo lo mismo que Severo.


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