Revista América Latina

[Historia de Trinidad] La fortuna de Don Mariano Borrell, el misterio de la finca Lagunillas

Publicado el 22 junio 2014 por Yohan Yohan González Duany @cubanoinsular19
Retrato de Don Mariano Borrell

Retrato de Don Mariano Borrell

Desde mi etapa como estudiante del Politécnico de Informática de Trinidad me interesó la historia de la bella ciudad museo del Mar Caribe. Hablando en una ocasión con uno de los descendientes de Don Mariano Borrell y Lemus, considerado uno de los hacendados más ricos de Cuba durante el período colonial y 1re Marqués de Guáimaro, me contó que la fortuna de éste, valorada como una de las más poderosas de la isla caribeña, fue enterrada por el propio Don Mariano en la región azucarera de la zona de Trinidad, en lo que se denomina el Valle de los Ingenios, para que su esposa e hijos, quienes intentaron asesinarlo en una ocasión, no tocasen ni un centavo de su poderosa fortuna. Se ha comentado desde entonces que la fortuna fue enterrada en la finca Lagunilla y el ingenio Guáimaro, ambos propiedad del poderoso millonario trinitario.

Esta historia me ha fascinado siempre, la forma en que mi amigo y descendiente del apellido Borrell me comentó que las fallidas búsquedas de los cofres de bronce que contienen la rica fortuna de Don Mariano por parte de su familia, las cuales no han logrado ni siquiera dar con indicios de una posible ubicación de los cofres, hacen más fuerte el misterio entorno a la fortuna fantasma. Por mucho que leí en libros sobre la historia local no logre encontrar mucha información sobre este hecho, pero hace unos meses otro buen amigo que conoce de mi amor y dedicación con la historia de Trinidad me ha regalado un libro de recortes que contiene varios artículos sobre la legendaria fortuna. Por lo interesante del tema para muchos apasionados de la historia local trinitaria he decido hacer un resumen sobre la leyenda que rodea la fortuna de Don Mariano Borrell y Lemus.

Oro que de la tierra vino, oro que a la tierra ha de ir

Según se comenta en el artículo El rey de las Bibijagua, publicado por Gervasio G. Ruiz en la Revista Carteles del año 1953, todo paso en el año 1863, cuando un bergantín procedente de Inglaterra llegó al puerto de Casilda con 24 cajas de bronce para el señor Borrell. Desde entonces comenzó en la ciudad una atmósfera de misterio e intriga entorno al destino final de las cajas. Los más allegados al marqués comentaban que las cajas serían utilizada por Borrell para llevarse su fortuna a Madrid, donde decían que pensaba instalar su residencia. En parte tenían razón, las cajas eran para guardar la fortuna de Don Mariano, pero éste no pensaba llevársela a España sino enterrarla donde su esposa e hijos no pudieran dar con ella.

Esta idea fue pensada por Don Mariano tras el fallido intento de asesinato en su contra que fue ideado por su esposa con la complicidad de su hijo José de la Concepción Borrell. Como venganza de esta acción Don Mariano Borrell decidió ocultar todo su fortuna bajo tierra y para ello compró y traslado desde Inglaterra las pesadas cajas de bronce.

Desde la llegada de las cajas a la casa de la Media Luna, un palacete edificado en Trinidad por Don Borrell para que sirviese como su residencia oficial, el millonario trinitario comenzó durante las noches, bajo la luz artificial propiciada por las lamparas de aceite, a llenar las cajas con las monedas de oro de su fortuna e irlas trasladando en su propio quitrín hacia los lugares donde serían enterradas. Todo ello ocurría mientras la familia Borrell estaba de vacaciones en el ingenio Cucharas, en la casa de Don Mariano solo habían algunos esclavos de su confianza aunque el marqués llenaba los cofres encerrado en su habitación sin que nadie viese lo que hacia.

Durante el tiempo que Borrell se mantuvo cargando los cofres con las monedas de oro de su fortuna se le vio llegar temprano a al ingenio Guáimaro lo que levanto sospechas entre los mayorales, criados y esclavos del lugar, y más cuando veían llegar con él aquellas cajas metálicas que son trasladas a la casa del ingenio por cuatro fornidos hombres de confianza de Don Mariano. Según cuentan los esclavos, Don Mariano y sus hombres descargaron 12 cajas sin saber que contenían pero si que pesaban como plomo macizo. Era tanto el misterio entorno a las cajas y la discreción del marqués que ni el primer mayoral del ingenio conocía el secreto que guardaban los cofres.

El día que trajo la última caja mando a llamar al primer mayoral, pero en vez de contarle el secreto como pensaba el mayoral, le indicó que buscase 12 de los esclavos más discretos y callados y se los enviara para un trabajo que debía hacer, y le ordeno que mientras se mantuviesen trabajando en dicho encargo debían dormir separados de toda la dotación, completamente apartado. Acto seguido le indicó que la orden debía ser cumplida la pie de la letra. Luego le dijo al mayoral que podía retirarse y comenzó a estudiar un plano de sus ingenios que tenía en la mesa de la habitación donde trabajaba en la hacienda.

El rey de la bibijagua

Cuando Don Mariano se decidió por el sitio donde enterraría su fortuna se monto en su caballo y, seguido por los 12 negros escogidos por el mayoral, salió del batey del ingenio rumbo a un tupido bosque que hay al sur. Los esclavos que van con el levaban a sus hombros azadones y palas, los que al llegar al lugar fueron utilizados para cavar profundos hoyos, ya que su dueño le había indicado que en ese sitio estaba oculto bajo la tierra el rey de la bibijagua el cual debían capturar. Por mucho que cavaron no lograron encontrar al misterioso rey del que nunca habían escuchado hablar, por lo que se asustaron temiendo un castigo de su amo. Sin embargo su amo no se molesto y le indicó que al día siguiente irían a buscar al mencionado rey en la finca Lagunillas de su propiedad. Huelga decir que tampoco en Lagunillas fue hallado, para pesar y preocupación de los crédulos africanos que desde bien temprano en la mañana, dirigidos por Don Mariano, estuvieron abriendo hoyos en distintos lugares de la finca. Terminada la tarea el amo los reunió de nuevo, pero no les hablo del misterioso rey de la bibijagua sino que les informó que esa noche debían quedarse en la finca para hacer otro trabajo.

A penas cayó la noche, el amo ordenó a sus doce esclavos que cargaran tres de los cofres misteriosos para enterrarlos en los hoyos abiertos en la mañana, así hicieron con los doce cofres. Toda la operación fue vigilada por Don Mariano. Una vez enterrados todos los cofres regresaron los hombres al batey siendo encerrados los esclavos en una barraca por su amo, quien guardo celosamente la llave. Durante el proceso de entierro de los cofres Don Mariano llevó una linterna consigo para que le ayudase a descubrir los hoyos abiertos por el día, mientras que los esclavos lo seguían aterrorizados por la noche y las ráfagas de viento que hacían mover las ramas de los árboles.

El secreto eterno

Una vez concluido el traslado y entierro de todos los cofres, a media noche, Don Mariano y los esclavos fueron donde el río Agabama y allí Borrell les dio a los negros un poco de ron como agradecimiento por el buen trabajo realizado. La corriente del Agabama, que hinchaba su cause en esta época del año (julio) producto de la lluvia que fuertemente, corría impetuosamente hacia el mar cercano. Don Mariano mando a detenerse a sus esclavos junto al río para que pudiesen beber tranquilos, pero las botellas dadas por el amo no eran aguardiente sino un veneno que provoco locura entre los esclavos, lanzándose todos al río para placer de Don Mariano, quien luego se marcho sabiendo que su secreto estaba a salvo.

Desde ese momento no se supo más de la fortuna escondida por Don Mariano Borrel y Lemus en los cofres de bronce. El marqués falleció al año siguiente y se llevó su secreto a la tumba. Se dice que un negro sobrevivió a la corriente de río bravo y huyó hacía Colombia, pero tampoco pudo ayudar en la búsqueda del oro enterrado, era como si se lo hubiese tragado la tierra. Hasta hoy en día la fortuna enterrada de Don Mariano Borrell, es uno de los misterios ocultos en la finca Lagunillas.


Archivado en: Humberto Cardoso, La polémica Historia de la ínsula
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