Revista Cultura y Ocio

Historia, Discurso y Paradigma Postsocial, parte II, Stephen Rigby

Por Jossorio

Historia, Discurso y Paradigma Postsocial, parte II, Stephen Rigby

El rol constitutivo de categorías y conceptos en las relaciones sociales fue también enfatizado por las tradiciones sociologicas weberianas y parsonianas en las cuales -incluso antes de la época dorada de la historia social marxista en la década de 1960 y 70- la tensión del materialismo histórico sobre el objetivo de las relaciones económicas fue criticado en términos del concepto de " status". El punto clave sobre el status es, por supuesto, que se trata de un fenómeno cultural, ya que la posición de un individuo en un sistema de status estratificad o depende de su evaluación en términos de algún esquema declasificación o conjunto de valores.

Historiadores como Finley, Mousnier, Crone, Fourquin y Blum utilizaron esta perspectiva para rechazar la caracterización marxista de las sociedades antigua, medieval y moderna temprana en términos de clase, afirmando en cambio que jerarquías preindustriales sociales se basaron en una "diferenciación evaluativa", de las funciones de los diferentes órdenes sociales, funciones que no tenían necesariamente conexión con alguna actividad económica. Dado que la naturaleza no nos dice cómo organizar las relaciones sociales todas las sociedades están "encadenadas en torno a invenciones de la imaginación humana" y de tal modo "basadas en la imaginación". Igualmente, en lugar de ver simplemente las formas de conciencia social como reflejo ideológico de anteriores desigualdades de clase, conflictivos sociólogos neo weberianos como Runciman, Mann y Parkin insisten en que los discursos no económicos (acerca, de por ejemplo, casta, raza o linaje aristocrático) pueden ser motivo de exclusión social . Incluso antes del surgimiento de la nueva historia cultural o del paradigma postsocial, teóricos e historiadores sociales de una amplia gama de diferentes tradiciones teóricas arribaron a una crítica de "objetivistas" distinciones clásicas entre base socio económica de la sociedad y su superestructura ideológica y han insistido en cambio en el rol constitutivo de la imaginación/ideología/cultura en las relaciones sociales de poder. Habiendo leído el recuento de Cabrera de los últimos cuarenta años aproximadamente de la teoría social e histórica, uno nunca sabe si algo de esto hubiera pasado. Uno podría imaginar que la respuesta de Cabrera a esta crítica puede ser que en realidad hay una diferencia fundamental entre el significado de conceptos como " per se y que ideologías o modos de persuación constituyen dimensiones de poder social por derecho propio status" o "cultura" por una parte y de "discurso" por otra, aunque en un punto el mismo admite que algunos sentidos de cultura (que actualmente no especifica) se "acercan al concepto de discurso" (p.30). El problema aquí es que a pesar de su centralidad en el recuento postsocial de la sociedad, el significado de concepto de "discurso" dista de ser claro, al menos en términos de como Cabrera utiliza realmente el término. A veces, el discurso,

11 Para referencias a Godelier, y al arribo de conclusiones similares por otros marxistas, ver RIGBY, "Marxist historiography", 911 and S. H. RIGBY, "Making history", History of European Ideas, 12 (1990), 827-31

12 Para referencias a teóricos e historiadores que adoptaron estos enfoques, ver S. H. RIGBY, "Approaches to preindustrial social structure", in Orders and Hierarchies in Late Medieval and Renaissance Europe, ed. J. H. Denton (Basingstoke: Macmillan, 1999), 8-10 y S. H. RIGBY, English Society in the Later Middle Ages: Class, Status and Gender (Basingstoke: Macmillan, 1995), 6-8.

13 Para referencias al trabajo de estos sociologos, ver RIGBY, "Approaches to pre-industrial social structure", 12-25.

junto con el imaginario social específico que cada discurso implica, parece ser una estructura profunda que da forma a todos los demás aspectos de la sociedad. Es por lo tanto, "no un conjunto de ideas, sino el transfondo que permite" no "representaciones particulares" de sociedad, sino más bien "los supuestos fundamentales acerca de lo que cuenta como una representación adecuada" un transfondo que existe "mucho antes de que la gente comenzara a pensar acerca del mundo" y de lo cual, como hemos visto, las personas suelen ignorar (p.24). Cabrera por tanto establece una distinción entre, por un lado, los "conceptos" o categorías "a través de los cuales los individuos aprenden y dan sentido a la realidad social" y que "llegan a la gente completamente formados por un discurso dado" y, por otro lado, los "significados", incluyendo "interpretaciones, ideas, creencias y sistemas de valores" que derivan de la operación de las categorías discursivas y de las cuales las personas son subjetivamente conscientes. El "concepto" de libertad es una cosa considerando a las "ideas de libertad" (es decir los "significados") que "las personas forjan como consecuencia de estos conceptos que entran en juego como algo muy diferente" (pp. 25-6).

Sin embargo, Cabrera en realidad no especifica cómo un "concepto" particular de libertad es diferente de alguna "idea" particular o "significado" de ella; ni tampoco demuestra que uno es consciente mientras que el otro no lo es. Verdaderamente, en su propia discusión, el término "discurso" algunas veces es utilizado para referirse a las "ideas" explícitas sobre la sociedad y no simplemente a sus categorías subyacentes. Por ejemplo, argumenta, siguiendo a Laclau y Mouffe, que por las restricciones experimentadas por las mujeres en el pasado al ser consideradas oprimidas se requiere la aparición de un nuevo discurso o imaginario social, uno fundado sobre los "principios democráticos de libertad e igualdad" (pp. 56-7). Aquí, como en recuento de concepciones de cambio de lo que es o no considerado como abuso de menores (pp. 32-3), Cabrera parece incluir dentro del concepto de discurso no solo criterios generales "que cuenta como una representación adecuada" de sociedad sino también algunas de las creencias sociales muy específicas (por ejemplo, sobre el significado de la libertad y la igualdad) que se llevaron a cabo conscientemente por los agentes históricos.

Que el sentido de "discurso" sigue siendo problemático en la obra de Cabrera se puede ver en su recuento de la relación entre el discurso y las relaciones sociales. A veces, Cabrera parece estar haciendo afirmaciones muy fuertes sobre el papel constitutivo del discurso, afirmaciones del tipo por las que Foucault ha sido criticado, incluso por sus admiradores . Se nos dice, por ejemplo, que la historia postsocial niega "que los objetos naturales existan" ya que no es la naturaleza, sino el despliegue de "categorías" particulares que determinan si los fenómenos específicos "se convierten en componentes relevantes de la fisonomía social o definen rasgos de la identidad de los individuos" (p.44-5, 97-8). Pero, si el discurso goza de un papel constitutivo en las relaciones sociales, de esta manera, ya no sería posible ver a la historia humana en términos de una "interacción" entre la realidad social por un lado y las categorías discursivas por otro (p.37), desde la propia realidad social ya sea

14 N. FAIRCLOUGH, Discourse and Social Change (Cambridge: Polity, 1992), 60.

de caráter discursivo. Tampoco podemos concebir al discurso como "mediador" entre las personas y la realidad social si los discursos de la sociedad son ellos mismos los elementos (o incluso los elementos clave) dentro de la realidad social. En resumen B (discursos) no puede "interactuar" con A (realidad social) o "mediar" entre A (realidad social) y C (gente/sujeto) si los discursos son actualmente constitutivos de A o C en primer lugar.

Igualmente, si los discursos constituyen los "principios de estructuración de las relaciones sociales y las instituciones" (p.24), esta interpenetración de sociedad y discurso significaría que en lugar de cambio social simplemente habría ocasión para la mutación discursiva, tal cambio sería a su vez una mutación discursiva. Entonces tendríamos mutación discursiva siendo la ocasión para la mutación discursiva con la naturaleza específica estando esta última determinada por ... discurso. En este punto, se hace difícil ver por qué Cabrera objeta a la caracterización de sus puntos de vista como el "idealismo" (p.119) o como el "determinismo lingüístico" (pp. 76-7). Después de todo, él mismo afirma explícitamente que los discursos que "establecen los principios de estructuración de las relaciones sociales y las instituciones" se componen de "categorías, conceptos y princípios" que se desarrollan de acuerdo a sus "posibilidades" internas y que estas "formas de pensamiento" discursivas sobre el mundo pueden ser vistas como "lenguajes" (pp. 22-7), todo lo cual puede ser captado perfectamente con precisión bajo los términos de "idealismo " o "determinismo lingüístico".

Sin embargo, si a veces, Cabrera parece estar proponiendo un monismo discursivo (por lo menos del mundo tal como existe para nosotros), en otras ocasiones, parece tener más de la distinción entre, por un lado, "realidad social", "condición social" y su "existencia material", "situación social" y "cambio social" y, por el otro, el marco discursivo en el que la gente tiene sentido de esta realidad social. Como hemos visto, Cabrera considera al cambio social como el catalizador para la mutación discursiva, incluso si, como también afirma, la forma específica tomada por esa mutación no debe nada al cambio social que es dado en esta ocasión (pp.20, 37-40, 74, 76-7, 97-8). Pero, si este es el caso, parecemos tener una interacción dualista entre "discurso" y otros "dominios" sociales (p.22) del tipo para el que, como hemos visto, Cabrera mismo critica a la nueva historia cultural por conservadora. Del mismo modo, a pesar de invocar el análisis de Richard Biernacki de las industrias textiles de lana del siglo XIX como una instancia clave de la historiografía en sus pretensiones para el papel de determinados "antecedentes conceptuales" (en este caso los dos países con conceptos divergentes de trabajo como mercancía) en la formación de relaciones sociales , Cabrera ve, incluso aquí, un retroceso en la noción de grupos sociales con (¿inherentes?) intereses. Así, señala cómo los trabajadores en ambos países "se quejaron acerca de la intensificación del trabajo" (como opuesto, dice, al voluntariado para realizar trabajo extra de forma libre) incluso si, como sostiene Biernacki, expresaron sus quejas en términos de diferentes conceptos discursivos de trabajo que prevalecieron en cada país (pp. 120-1). En esos ejemplos, el cambio social o la posición social parecen haber tenido su propia efectividad causal junto con el "discurso" y terminamos,

15 R. BIERMACKI, The Fabrication of Labor: Germany and Britain, 1640-1914 (Berkeley: University of California Press, 1995). Para una respuesta más escéptiva a BIERMACKI ver la revision de Theo BALDERSTON en Business History, 38 (1996), 114-5.

en la práctica, con un recuento pluralista de cambios históricos en los cuales, como mis alumnos con toda razón dicen "un número de factores tienen que ser tomados en cuenta" .

Por último, a veces, la concepción del "discurso" de Cabrera se vuelve aún más diluida como cuando afirma que las discursivas "categorías que se asientan y autorizan la dominación son las mismas que hacen a la resistencia pensable" de los grupos dominados (p.118). En sí, esta afirmación es irreprochable. Después de todo, los historiadores y teóricos sociales han argumentado durante mucho tiempo que las personas que deseen formular una alternativa utópica al orden social dominante a menudo han hecho concesiones por los conceptos elásticos proporcionados por la cultura propia de ese orden . El problema de Cabrera que se hace bastante difícil de mantener es que es el discurso quien "constituye", o incluso "interpela" (p.73), a los individuos como sujetos sociales, cuando el mismo discurso (por ejemplo, los conceptos específicos de la fuerza de trabajo que fueron compartidos por los empleadores y los trabajadores en Gran Bretaña o en Alemania (pp. 120-1)) pueden ser la ocasión tanto para la dominación social como para la resistencia a ella . Algunos otros factores sociales parecen ser determinantes de cuál de estas opciones es actualmente adoptada por individuos particulares aunque no está claro, al menos dentro de una perspectiva postsocial, que factor podría ser ya que es el discurso supuestamente la fuerza "activa" (p.37) en la explicación histórica. El "discurso" aquí parece haberse convertido en poco más que una retórica bastante flexible cuyas contradicciones internas pueden ser usadas con el fin de legitimar una serie de prioridades, compitiendo con los intereses sociales. Por lo tanto, si (socialmente situados) los sujetos pueden utilizar el mismo discurso para movilizar tanto la dominación social y la resistencia a el, de manera implícita que parecen -en los términos, hay que destacar, de análisis propios de Cabrera- ser los sujetos, no los discursos, quienes tienen como ventaja, una conclusión que es la opuesta a la cual Cabrera mismo explícitamente llega.

El problema aquí es que mientras que en la perspectiva foucaultiana de Cabrera, sin posición social es auto-interpretación (véase más arriba, pp 9-10), en una perspectiva de Derrida tampoco es un discurso de auto-interpretación. Como Rob Lapsley señala, una vez que permiten que la interpretación que implica un " degree of agency" en la lectura de un texto y que "la interpelación sólo puede operar a través de un acto de interpretación por parte del lector", entonces se deduce que "no hay garantía de que un texto [o, aquí, un discurso - SR] siempre interpele de la misma manera" . Richard Biernacki, cuya obra, como hemos visto, Cabrera presenta como un caso ejemplar del paradigma postsocial, ha criticado a aquellos que han sustituido a la sociedad o a la economía con el texto / el signo / la cultura como la base irreductible de análisis histórico y en cambio, ha pedido a los historiadores preguntarse cómo los

16 S.H. RIGBY, "Historical causation: is one thing more important than another?", History, 80

17 Ver, por ejemplo, N. ABERCROMBIE, Class, Structure and Knowledge (Oxford: Basil

Blackwell, 1980), 40 y S. H. RIGBY, "England: literature and society", en A Companion to

Britain in the Later Middle Ages, ed. S. H. Rigby (Oxford: Blackwell, 2003), 512-3.

18 Sobre la noción de "interpellation", ver RIGBY, Marxism and History, 283

19 R. LAPSLEY y M. WESTLAKE, Film Theory: an Introduction (Manchester: Manchester University Press, 1988), 63-6.

agentes históricos se han puesto a trabajar la cultura . Del mismo modo, si es el caso, como afirma el propio Cabrera, que el mismo discurso es tan abierto a la interpretación que se puede utilizar para un número de diferentes, o incluso opuestos, fines sociales, entonces el "discurso" implícitamente deja de ser la base de análisis seguro, central o subterráneo que el mismo Cabrera explícitamente desea que sea y entonces sería necesario algún análisis alternativo de cómo, históricamente, un discurso particular, ha sido actualmente usado en un trabajo.

Un problema relacionado es que, debido a la producción y a la supervivencia de nuestras fuentes, tenemos más posibilidades, particularmente para las sociedades pre-industriales, de conocer acerca de esos discursos y formas de retórica que son utilizados para reproducir la dominación social en referencia a lo que son aquellos discursos que promueven alguna forma de resistencia a tal dominación. Entonces es fácil para nosotros caer en la trampa de usar esas fuentes para llegar a un punto de vista de la sociedad pre-industrial como aquel donde "el cuerpo social fue concebido como un todo" (aunque no se nos dice qué lo hizo concebir) y en el cual los individuos "aparecen fijados en posiciones diferenciadas" (p.56). Aún, en lugar de reproducir simplemente los discursos dominantes que tratan de legitimar la jerarquía social en el pasado, también es tarea de los historiadores examinar las suposiciónes implícitas y creencias que en las enseñanzas sociales de la época ahora pueden a menudo ser recontruidas de la práctica actual de individuos que persiguieron la movilidad social o participaron en actos de resistencia social .

Sin embargo, en lugar de luchar con el significado de las palabras como "discurso" en abstracto, tal vez la mejor manera de evaluar las solicitudes de Cabrera sea considerar ahora cómo su perspectiva "postsocial" alteraría nuestras evaluaciones de los análisis del pasado que los historiadores anteriores han producido. Tomemos por ejemplo, los procesos de urbanización y comercialización y de la utilización cada vez mayor de dinero en areas de la sociedad que participaron en la revolución comercial europea de los siglos XI y XIII y el recuento clásico de las formas en las que los contemporáneos respondieron a estos cambios que fue ofrecido por Lester K. Little en 1978. Poco argumentó que la Iglesia había sido durante mucho tiempo hostil al comercio y a la economía monetaria a los que consideraba inherentemente pecaminosos (a pesar de este discurso hostil fue lo insuficientemente poderoso para prevenir la "revolución comercial" que ocurrió en primer lugar). La discrepancia resultante entre la moral tradicional de la Iglesia y la nueva realidad económica generó un profundo sentimiento de culpa por parte de quienes estaban sometidos a las nuevas formas de práctica comercial. Hubo una serie de respuestas posibles a esta crisis moral y espiritual. Una fue un ascetismo en el que se rechazó la riqueza material y la pobreza fue adoptada voluntariamente (o en los que la gente apoyó a otros que abrazaron la pobreza

20 R. BIERNACKI, "Method and metaphor after the cultural turn", in Beyond the Cultural Turn: New Directions in the Study of Society and Culture (Berkeley, University of California Press, 1999), 63, 66, 70-1, 73-4, 83-4.

21 S. WAUGH, "Closure theory and medieval England", New Left Review, 227 (1997), 126-7; S. H. RIGBY, "Medieval England: To Have and Have Not", New Left Review, 236 (1999), 158-9; S. H. RIGBY, "Society and politics" en Chaucer: an Oxford Guide, ed S. Ellis (Oxford: Oxford University Press, 2005), 26-35; J. WHITTLE y S.H. RIGBY, "England: social conflict and popular politics", en A Companion to Britain in the Later Middle Ages, ed. Rigby, 65-83.

en su nombre). Una segunda resolución de la brecha entre la práctica y la moralidad fue ofrecer una justificación del comercio y el beneficio en términos de una nueva moral, uno que despejó "un espacio en el marco rígido de la autoridad religiosa para los nuevos y movibles intereses económicos". Una tercera forma de superar la culpa fue proyectar en otra persona, un proceso que, en este período, tomó la forma de un creciente antisemitismo virulento en el que los cristianos atacaron en los judíos lo que ahora "encuentran intolerables en ellos mismos" su vez, la medida en que las formas más agresivas de antisemitismo podrían determinar la práctica social estuvo relacionada con las políticas específicas hacia los judíos adoptadas por las autoriades seculares en determinados países, es decir, a lo que particulares discursos extendidos encuentran expresión institucional o sanción coercitiva . Pequeños análisis sofisticados tienen tres implicaciones principales para las demandas de Cabrera. La primera es que siendo un comerciante o un judio en los siglos XII o XIII ciertamente involucrando específicas nociones discursivas (como conceptos de propiedad privada y el beneficio o particulares creencias religiosas) estas nociones socialmente constitutivas también han de distinguirse de los discursos con los que ser un comerciante o un judio se evaluó de forma positiva o negativamente, por sí mismo o por otros. Una idea general de "discurso" no parece hacer justicia aquí a la complejidad o a la variedad de la lengua en su uso social actual . En cambio, parece haber toda una gama de diferentes formas de discurso: en primer lugar discursos con formación de posiciones sociales (en conflicto); en segundo lugar discursos que surjan de o en relación a las posiciones sociales, pero que a su vez interactúan con ellos; discursos que son internalizados como supuestos inconscientes; discursos que constituyen sistemas explícitamente teorizados; discursos que son capaces de convertirse en dominantes, porque son respaldados por el poder coercitivo; discursos que carecen de sanción coercitiva; discursos que ayudan a mantener el orden social existente; discursos que desafían ese orden. Así como podemos reconocer que las montañas, osos hormigueros y libros en la historia postsocial son todos objetos "materiales" a pesar que las diferencias entre ellos, que nos pueden parecer más importantes o interesantes, también lo es la variedad de fenómenos sociales cubiertos por el término "discurso" que pueden parecer por lo menos tan significantes como las similitudes entre ellos. Por supuesto, si así lo deseamos, puede cambiarse el término "discurso" por "matrices categoriales" que no son concientes o que no están respaldadas por el poder coercitivo.

22 K. LITTLE, Religious Poverty and the Profit Economy in Medieval Europe (London: Paul Elek, 1978).

23 RIGBY, English Society in the Later Middle Ages, 284-90.

24 Puede ser que un enfoque bajtiniano, tanto como un foucaldiano más precisamente capture la complejidad, inestabilidad y naturaleza conflictiva del discurso socialmente situado. Ver S.O.ROSE, 'Cultural analysis and moral discourses: episodes, continuities and transformations', en Beyond the Cultural Turn, eds Bonnell and Hunt, 228-31.

En segundo lugar, pequeños análisis parecen sugerir que, si bien la experiencia social de los judios en este período experimentó un cambio radical en términos de su persecución, el empobrecimiento y, en los casos de Inglaterra y Francia, la eventual expulsión, este cambio no fue el producto de, en términos de Cabrera, una transformación profunda discursiva. Por el contrario, muchas de las categorías y conceptos del pensamiento cristiano medieval que generan antisemitismo (o antijudaísmo) permanecen igual, incluyendo una dependencia con la autoridad bíblica, por la falta de una clara distinción entre el poder secular y eclesiástico, la religión es vista como un componente central de la identidad social en lugar de meramente como cuestión privada de fe, y una creencia en la posibilidad de culpa colectiva por ofensas supuestamente cometidas doce siglos atrás.

Lo que ha cambiado -y, a su vez, dio lugar a un nuevo cambio en la posición social de los Judios- no fue la estructura profunda del pensamiento cristiano, sino más bien reclamos muy específicos y creencias conscientes, acerca, por ejemplo, de si los judios tenían un lugar legítimo en la sociedad cristiana (como tradicionalmente se había argumentado) o si, como llegó a decirse, que debían ser expulsados como enemigos del rey y de Cristo. En los términos de Cabrera, no fueron los subyacentes "conceptos" los transformados sino más bien las "ideas" específicas o "significados" que la gente tomó de ellos. Esto nuevamente sugiere que tales conceptos discursivos eran bastante elásticos y que, dado los muy diferentes resultados históricos a los que se podría llegar, ellos, en sí mismo, juegan el rol explicativo fundamental que Cabrera mismo les atribuye.

Finalmente, el pequeño análisis es significativo en el sentido que parece proporcionar una explicación coherente y persuasiva de la interacción mutua y la retroalimentación entre el cambio económico, social, político y cultural en los siglos XII y XIII a pesar de que invoca las nociones de interés humano en general (tales como la necesidad de evitar la culpa por la conciliación de la práctica y la moral) y asume que particulares grupos sociales tienen intereses inherentes (por ejemplo, comerciantes cuyos intereses requieren la legitimación por el desarrollo de nuevas formas de moralidad económica). Habiendo leído el libro de Cabrera, no me queda claro lo que la teoría postsocial quiere que hagamos con el impresionante corpus de historiografía que los historiadores como pocos nos han ofrecido en el siglo, ya que la historia se convirtió en una disciplina profesional. ¿No son válidos estudios anteriores y entonces deben ser rechazados? ¿Son parcialmente inadecuados, y por tanto necesitan de enmienda? O ¿Son, a pesar de su fracaso en desarrollar un adecuado concepto de "lo social", básicamente aceptables y así simplemente es necesaria la traducción del vocabulario que se ve ahora como pasado de moda dentro de los nuevos términos postsociales?

Desde Cabrera se afirma que la nueva historia no implica simplemente un "cambio" de enfasis sino una "brupta ruptura" y "discontinuidad explícita" con las clases anteriores de historia, incluso con aquellas formas de historia de la que emerge y que se le asemejan más (pp.20-1, 123), parece que es la primera de estas opciones la que se está sugiriendo. Esta discontinuidad con los trabajos anteriores parece oponerse a los historiadores a ejercer su tradicional eclecticismo cuando confronta con una nueva teoría, tomando lo que encuentra útil e ignorando el resto, obligándolos en cambio a adoptar (o rechazar) el nuevo enfoque mayoritario. Es muy posible que, frente al aumento del

"paradigma" postsocial (p.123), investigaciones de historiadores anteriores sean ahora tan redundantes como la astronomía ptolemaica convirtiéndose en la cara de la revolución copernicana. Sin embargo, si este es el caso, es probable que la mayoría de los historiadores requieran de una más clara y coherente demostración de la superioridad del enfoque postsocial que el previsto por Cabrera antes de reconocer el error de sus formas. Al igual que Osborne ha pedido por una " de-dramatiztion" de la idea de posmodernidad , para los partidarios de la perspectiva postsocial que pueden ser más propensos a atraer el interés y el apoyo de los no convertidos, si pueden mostrarnos cómo, en lugar de constituir un dramático "año cero" rompen con toda la investigación histórica anterior, sus enfoques mejoradores, desarrollos y complementos de los proyectos en los que nosotros, como historiadores, ya estamos comprometidos.

25 OSBORNE, "History, theory, disciplinarity", 176


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