Revista Salud y Bienestar

Historias de diálisis

Por Ana46 @AnaHid46


En el blog de una amiga he leido un post muy bonito y con un mensaje que me gustaría compartir con vosotros y que paso a transcribir:

BALANCE DE UN FIN DE AÑO EN DIALISIS. EXCELENTE!

Historias de diálisis
Quiero compartir textualmente el articulo de un paciente publicado en un blog, que me impactó, y que estoy ABSOLUTAMENTE SEGURA  que hará lo mismo con aquellos que lo lean, y dice así:
“Cada vez que termina un año en que uno está en diálisis surge, naturalmente, la necesidad de levantar la cabeza y mirar no sólo a los costados, sino hacia atrás, para ver el camino que hemos recorrido con el tratamiento, y hacia adelante, preguntándonos cuánto nos faltará para el trasplante, quienes estamos en condiciones de afrontarlo, o si podremos mantener o mejorar el espíritu con que venimos recorriendo este camino que a veces tiene sus “cuestas arriba” y sus complicaciones.
En un tratamiento como éste la gran clave no está (o no solamente) ni en nuestra sangre, ni en nuestros maltrechos o desaparecidos riñones, ni en los niveles de urea, calcio, fósforo, potasio o de la hormona PTH en sangre. Tampoco, en el caso de los diabéticos en diálisis, está en mantener adecuados niveles de glucemia. La gran clave está, en realidad, en nuestras cabezas, en la posibilidad (que exige fortaleza de ánimo) de mantener –para usar una fórmula trillada– “espíritu y actitud positivos” ante el tratamiento. Puede sonar hasta cursi dicho así, pero si siguen leyendo creo que verán que no es así.
En el mismo blog otro paciente comentó : “ que le habían dicho que la diálisis era “el paso de la muerte”. No entiendo bien por qué alguien puede decir eso del tratamiento, excepto que sea alguien que se haya quedado con el relato de algún caso de hace 25 años, cuando las diálisis eran mucho más largas (llegaban en algunos casos hasta las 12 horas por sesión, según me han contado, ¿se imaginan eso?) y eran bastante más… “virulentas”, por decirlo elegantemente.
Esas diálisis sí eran parcialmente incapacitantes (los pacientes quedaban literalmente “de cama”) y además no garantizaban ni un mínimo porcentaje de la sobrevida posible hoy, que en algunos casos supera, y ampliamente, las dos décadas de tratamiento, en quienes por alguna razón no pueden recibir un trasplante. Y ni qué hablar de la calidad de vida que hoy se puede tener, que en mi caso –como en el de muchos– posibilita que hagamos una vida bastante “normal”, considerando que uno vive literalmente sin riñones, y que trabajemos, que mantengamos una familia, que criemos y acompañemos a nuestros hijos en su desarrollo, y que como si todo fuera poco nos permite tener hobbies, que en mi caso es la actuación (soy actor amateur, para quien no lo sepa).
Y todo eso es posible justamente gracias a que existe la diálisis y esta maravillosa máquina a mi lado (escribo esto mientras estoy conectado y me restan 2 horas y 14 minutos de esta última sesión del año) que seguramente deben haber deseado con toda su alma las personas que fallecieron sin remedio de Insuficiencia Renal Crónica Terminal hace tres décadas o más, cuando la diálisis no existía o aún no había llegado a nuestro país.
Por eso, nada de “paso de la muerte”. Seamos justos con el tratamiento, por más que todos (incluido yo, obviamente) puteemos contra la diálisis por los tiempos que nos consume, por las restricciones que nos impone al elegir lugares para ir de vacaciones, en la dieta y en la cantidad de líquido que podemos ingerir y en un montón de cosas más. La diálisis es, o debiera ser vista por nosotros, como un “paso de la vida”, un paso que debemos dar, o un “precio” que debemos pagar, a lo sumo, para poder ver el sol todas las mañanas. Otro lector del blog me dijo, hace mucho, que la diálisis tiene que estar al servicio de nuestra vida, y no nuestra vida al servicio de la diálisis. Parece un juego de palabras pero a la luz de lo dicho creo que queda claro cuál es su significado profundo.
Estar en diálisis no es el mejor de los mundos posibles, es cierto: el ideal sería tener al menos un riñón sano y poder vivir como cualquier hijo de vecino, sin pastillas ni tratamientos ni nada. Pero forma parte de nuestro mundo, nos guste o no. Nuestra realidad es ésta, y debemos poner mucha energía en aceptarla. Recuerdo uno de esos refranes que circulan por Internet, que dice algo así como que hay que tener la valentía de cambiar lo que se puede cambiar, el equilibrio para aceptar lo que no se puede cambiar… y la sabiduría para distinguir ambas cosas. Y eso se aprende, y no se aprende de un día para el otro.
Quizás la oportunidad que la vida nos está poniendo delante (los creyentes reemplazarán “la vida” por “Dios”, seguramente, y harán muy bien) es incorporar una enseñanza de vida muy profunda que, quién sabe, quizás sea crucial para nosotros el día de mañana… o para algunos de nuestros seres queridos.
Fuente: Dialisisyhemodialisis's Blog
Ana Hidalgo


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