Revista África

Historias del exílio (25): ako schiphol 03.05.10

Por Chemacaballero

El sábado por la tarde terminamos la conferencia. Hubo presentación de las conclusiones y los consabidos discursos de clausura. Como ya he dicho lo mejor ha sido lo que hemos compartido y la gente que hemos conocido. Lo demás, como siempre sucede en este tipo de eventos internacionales, no ha dejado gran impresión: lo importante era llegar a algunas conclusiones para presentar a los financiadores, la Unión Europea, sin importar mucho profundizar en ellas. Lo bueno es que todo el trabajo hecho puede servir de base a una reflexión más amplia y a un mayor intercambio de experiencias y puntos de vista.

   Salí de la universidad y corrí a la estación de metro de Holendrecht y fui al centro de Ámsterdam. La zona de la sede central de la Universidad estaba llena de vida. Los jóvenes recorrían los canales en barcas con música, cervezas y algo que picar. Una tarde preciosa. Daba gusto pasear  y ver el ambiente de fiesta: relajado y distendido.

   A las ocho había quedado en la plaza de Dam con algunas personas de la Conferencia para cenar juntos y despedirnos. Paseamos por el barrio del Jordaan, alejándonos de los turistas que invadían el centro y encontramos un lugar tranquilo donde comer. Luego volvimos a pasear bajo un cielo precioso y una noche serena, llena de vida.

HISTORIAS DEL EXÍLIO (25): AKO SCHIPHOL 03.05.10

El domingo me levanté temprano, desayuné, dejé el hotel y me fui hasta la Estación central, donde deposité mi maleta en la consigna. Volvía a pasear por Ámsterdam. Quería visitar el Begijnhof, un conjunto de casas construidas en el siglo catorce donde un grupo de mujeres laicas (no monjas) vivían en comunidad y se encargaban de la educación de los pobres y del cuidado de los enfermos. En su centro hay una pequeña capilla donde las begijntjes y otros católicos se reunían clandestinamente durante la persecución de estos en la ciudad tras la reforma protestante, hasta que fue restaurada la tolerancia religiosa en 1795. El complejo es uno de los restos más antiguos de Ámsterdam y un oasis de silencio y paz que invita al recogimiento y a la meditación. Un lugar bastante desconocido y, por tanto, aún bastante preservado de las cámaras de los turistas.

   Luego fui a ver el mercado de arte de la plaza Spui dejándome llenar de los colores, texturas y brillos de las obras expuestas allí. Proseguí hasta el mercado de las flores, que ya empezaba a llenarse de turistas comprando tulipanes y semillas de marihuana.

HISTORIAS DEL EXÍLIO (25): AKO SCHIPHOL 03.05.10

   Luego, continué perdiéndome por las calles y los canales, disfrutando del día, a pesar de que el tiempo había cambiado un poco, hasta llegar al Nieuw Markt donde me senté en la terraza a descansar y tomar un café, aprovechando el tímido sol del mediodía. Contemplé la tranquilidad del domingo por la mañana, la gente paseando, haciendo deporte, turisteando, tomando las primeras cervezas,… Junto al café había un tío alto vestido de muchos colores bailando, de forma muy estrambótica, al son que le dictaba un casete. Nadie se paraba a verlo, ni a echarle monedas, pero él seguía bailando.

   Finalmente, emprendí el camino hacia la Estación central donde recogí mi maleta y compré un billete hasta el aeropuerto. Facturé y fui a visitar una de mis librerías favoritas: Ako, en el mismo aeropuerto, un lugar donde puedes comprar muchas de las últimas novedades sobre África y sobre economía alternativa o del Tercer mundo. Me gasté todo el presupuesto que había ahorrado para ese momento, pero me quedé con ganas de poder comprar mucho más. Ésta puede ser una buena excusa, como tantas otras, para volver y perderme por Ámsterdam.


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