Revista Historia

Hofmann y el alucinante descubrimiento del LSD

Por Ireneu @ireneuc

Hofmann y el alucinante descubrimiento del LSD

Hofmann y el alucinante descubrimiento del LSD

LSD-25

Los investigadores, desde siempre y aún más en este país, siempre han tenido una vida muy dura de sacrificio y dedicación que la sociedad que se beneficia, normalmente no llega ni a agradecer. Horarios intempestivos, contratos basura, presupuestos raquíticos, salarios hilarantes, equipamientos penosos... a pesar de todos estos obstáculos, los investigadores vocacionales tiran adelante sus carreras con mayor o menor suerte. Sin embargo, hay algunas veces que, tras interminables horas de experimentación y error, se acaba por dar con las sustancias buscadas; algunas veces tras concienzudas jornadas de planificación pero hay otras en que la suerte, como jugando con el destino, produce unos efectos... digamos que "flipantes". O si no, que se lo pregunten al Dr. Hofmann, cuando, fruto de un accidente, descubrió en su propio cuerpo los efectos del LSD.
El suizo Albert Hofmann (1906-2008) era un investigador que trabajaba en los laboratorios Sandoz -hoy Novartis- de Basilea, en la síntesis de diversos principios activos derivados de plantas  que pudieran ser utilizados por la industria farmacéutica. Una de estas investigaciones se basaba en el cornezuelo, un hongo que afecta al centeno y que había sido fuente de grandes enfermedades durante la Edad Media en Europa, pero que se utilizaba también para cortar las hemorragias de las parturientas.

Hofmann y el alucinante descubrimiento del LSD

Albert Hofmann

En 1938, uno de los compuestos que sintetizó Hofmann fue la dietilamida del ácido lisérgico (más conocido como LSD, del alemán Lyserg Säure-Diäthylamid), pero buscaban una sustancia que activara el sistema circulatorio, y al ver que no respondía a su búsqueda, quedó olvidado en el cajón de los descubrimientos sin aplicación directa. Hasta el día en que una corazonada le hizo recuperarlo para sus investigaciones.
Habían pasado 5 años desde que el investigador suizo había descubierto el LSD, pero un sexto sentido le dijo que volviera a utilizarlo para sus experimentos, como de hecho así hizo.
A media tarde del viernes día 16 de abril de 1943, trabajando con el LSD, se empezó a sentir mal. Bueno, mal tampoco era... era, por decirlo de alguna forma, raro. El hombre tuvo que dejar el trabajo un tanto inquieto y un punto mareado, y cuando llegó a casa, se tuvo que tumbar. Al cerrar los ojos, empezó a ver colores caleidoscópicos, junto con un mareíllo agradable que daba paso a un montón de imágenes oníricas. O lo que es lo mismo, que el hombre estaba flipando en colores. Literalmente.

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Molécula LSD-25

El episodio le duró unas dos horas y, ligando cabos, Hofmann lo atribuyó a un contacto accidental con la disolución de LSD-25 que estaba tratando aquella tarde.  Sea como fuere, el contacto había sido mínimo por lo que, si aquella sustancia que estaba manejando era la que había producido aquellas sensaciones, su capacidad de entrar en aquel estado alucinógeno tenía que ser la repera.
Al lunes siguiente, Hofmann decidió comprobar en sí mismo los efectos de una dosis de LSD. Curioso por conocer los efectos de una sustancia como aquella -y seamos sinceros, porque le gustó el flipe del viernes- el químico decidió tomarse una dosis de 0,25 miligramos de LSD-25, que le pareció una dosis mínima, habida cuenta que no se conocía ninguna sustancia que a aquellas proporciones sus efectos fueran destacables. Hoy en día se sabe que la dosis "normal" es de 0'05 miligramos, así que Hofmann se zumbó nada más y nada menos que 5 veces una dosis "estándar" y, efectivamente, aquello no fue un "viaje", sino un crucero por el Mediterráneo con escalas en todos y cada uno de sus puertos. Tremendo.

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Un día mítico

Hofmann, anotó en su diario lo que le iba pasando. Al principio era un mareo agradable, ansiedad, alucinaciones, síntomas de parálisis y ganas tontas de reír, pero pasadas un par de horas, la cosa fue a más... hasta el punto que dejó de escribir porque no atinaba ni con las palabras. En vistas del cariz que tomaba el asunto, le dijo a su asistente que le acompañara a su casa, pero debido a la guerra mundial -y aunque Suiza no participaba en la contienda- los coches estaban restringidos y la vuelta la tuvieron que hacer en bicicleta. Aquel "viaje" en bicicleta quedó para los anales como el primer viaje alucinógeno de la historia.
Cuenta Hofmann, que mientras volvía, todo se movía alrededor y distorsionaba como si estuviera en un espejo curvo e incluso sentía que no podía moverse. Lo gracioso del caso es que su asistente le dijo que iban a buen ritmo y que llegaron pronto.

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El Sombrerero loco

Al llegar a casa, el mareo no le permitía estar de pie y pidió leche para intentar desactivar el tóxico, pero el LSD iba por libre y los efectos aún fueron a peor. Alucinando a toda castaña, los muebles tomaban vida y adoptaban figuras grotescas que se le dirigían amenazadoras. Incluso a la vecina que le trajo la leche -su mujer había salido de visita- la veía como si fuera una bruja malvada con una máscara de colores. Angustiado por todo el episodio, tenía la sensación de estar poseído y estar volviéndose loco, por lo que hizo llamar al médico, el cual, cuando llegó, lo único que detectó es que tenía las pupilas de los ojos abiertas como platos.
Pasado este primer momento de paranoia, la cosa bajó de intensidad, dando paso a una sensación de bienestar. Con todo, las imágenes psicodélicas continuaron y notó que los ruidos que le envolvían se convertían en alucinantes imágenes en movimiento absolutamente hipnóticas, que duraron hasta que cayó dormido como un tronco.

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Hoffman en 2006

A la mañana siguiente se despertó perfectamente, con una energía, vitalidad y ganas de vivir sorprendentes, lo cual le hizo tener un sentimiento de bienestar inigualable. Ello le dio fuerza suficiente para seguir sus investigaciones en torno a la dietilamida del ácido lisérgico, de cara a un uso terapéutico para enfermos mentales y adicciones al alcohol debido a sus efectos psicoactivos.
Sea como sea, el LSD pasó de esta forma a la historia como la primera droga alucinógena sintética prostituyendo su uso terapéutico original en beneficio de un uso meramente lúdico. Uso que, años después, fue utilizado por escritores, cantantes y todo tipo de artistas en búsqueda de inspiración, llegando a ser el símbolo de una época, la hippie, que si bien encumbró el uso de las drogas como un divertimento autodestructivo, también dejó claro a las autoridades norteamericanas -entestadas en la guerra de Vietnam- que era preferible hacer el amor a hacer la guerra.
En 1968 se ilegalizaba el LSD. ¿Casualidad?

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