Revista España

Hogar, dulce hogar

Por Chicharros Enlatados
El otro día hablaba del viajecito en barco hasta Tenerife. Aunque lo calificaba como durillo, nada que ver con la locura que supuso la búsqueda de piso en Santa Cruz y, menos aún, con las penurias pasadas en el hostal que reservamos desde Madrid. Voy por partes.
Nada más llegar, Auro me indicó la dirección del hostal para que me dirigiera allí a descansar (eran las 8.00 de la mañana). Por más que intenté dormir, a las 11.00 me puse los pantalones cortos e inicié la búsqueda de piso. ¿Motivos? El hostal –o al menos nuestra habitación- carecía de agua caliente y tenía aspecto de club de carretera (para más inri, estaba situado en un polígono industrial y había un envoltorio de profilácticos debajo de la cama…).
Hogar, dulce hogar
El mapita en cuestión
Empecé con muchas ganas, comprando un mapita de la ciudad (casi cuatro euros la bromita, y eso que no estaba precisamente actualizado; en él se podían leer calles como Dieciocho de Julio, Rambla del General Franco o Avenida de José Antonio). Total, que empiezo a caminar y cuál es mi sorpresa cuando veo la infinidad de cuestas que hay en Santa Cruz (mira que en Sanse hay cuestas, pero es que aquí se pasa del nivel del mar a la alta montaña en cuestión de minutos).
Total, que al segundo día de pateo había visto cero pisos y tenía los huesos molidos. Adelanto que nuestra intención era conseguir algo bueno, bonito y barato; es decir, cerca del curro de Auro, de dos o tres habitaciones (para cuando vengan los invitados) y pagando no más de 400 euros. ¡Pobres ilusos!
A medida que fui viendo pisos me di cuenta de lo utópico de nuestras pretensiones. Nuestro listón empezó a bajar de altura: “¿Para qué tres habitaciones? No van a venir más de dos invitados a la vez”. “¿Cerca del curro de Auro? Mejor cerquita del centro, que no es plan de estar todo el día cuestecita para arriba y cuestecita para abajo”. ¿No más de 400 euros? Bueno, podemos subir el listón a 450”.
Hogar, dulce hogar
Santa Cruz: del mar al cielo en un suspiro
Tras empollarnos los anuncios de ‘El Día de Tenerife’ (periódico independentista donde los haya) y visitar un ático en lo alto de la montaña (no mucho más grande que nuestro zulo de Madrid); otro en el barrio de Ofra (o lo que es lo mismo, a tomar por culo del centro y, según compañeros del curro de Auro, situado en una de las zonas más “xabacanas” de Santa Cruz) y otros dos cerquita del Teide (al menos en lo que altura se refería), nos decantamos por uno muy bien situado, con dos habitaciones y por el precio deseado.
Pero como aquí todo tiene que tener inconvenientes, lo primero que vimos es que estaba amueblado, pero carecía de una sola cuchara, un tenedor, una cortinilla en la ducha… vamos, lo básico. Así que de compras al Carrefour (aquí también han llegado) y primera alegría desde nuestra llegada: el microondas pasó en el carrito sin que la cajera se diese cuenta y nos costó cero.
Hogar, dulce hogar
Cortesía de Carrefour

De vuelta a casa, nuevo golpe de bruces con la realidad. El agua caliente no funciona, y para colmo entramos en un puente de cuatro días (menos mal que nos habíamos acostumbrado al agua fría en el tugurio de hostal en el que estábamos). El lunes interrumpimos el puente de un fontanero que vino con su tranquilidad canaria a solucionar el problema. Tras varios martillazos, el tío resuelve que no puede arreglarlo.
Yo en estas cosas soy comprensivo y, hasta cierto punto, apático. Por fortuna, la asesina mirada de Auro convence al fontanero de que siempre se puede hacer algo más y, efectivamente, en diez minutillos y cuatro porrazos más arregla el calentador. ¡Por fin podíamos empezar a conocer la parte buena de esta isla! Un viajecito al norte, otro al sur… Pero eso queda ya para próximos capítulos.
Hogar, dulce hogar
Muebles sí, pero ni cortinas, ni ná

Auro: El hostal era cutre, sí, pero con unos regentes entrañables, un poco ‘almodovarianos’. Las mañanas eran para una mujer bien entrada en los 60 que cada vez que entablaba conversación conmigo era para contarme las novedades más morbosas sobre el tinerfeño al que acusaron de violar a la niña. “Qué vergüenza”, repetía todo el rato, “decían que la había violado por delante y por detrás” y cambiaba compulsivamente la tele para ver qué más noticias había sobre el asunto. Y las noches, una delicia. Un chico joven y gay con una perrita yorkshire lindísima de las que llevan hasta quiqui en el pelo. Eso sí, a Rubén un día casi le muerde. “¡Se ha puesto violento!”, exclamó él; “No es violenta, eso es que le has hecho algo”, replicó el joven gay reafirmando la condición pacífica y femenina de su mascota. Lo dicho, todo muy ‘almodovariano’.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog

Revistas