Revista Psicología

Hogar y Casa

Por Gonzalo


La palabra hogar, hoguera, fogón o anafre se refiere al sitio donde se enciende fuego (generalmente con leña) en una casa y que solía estar ubicado en el local común (que hacía las veces de cocina, comedor y estancia). Proviene del vocablo latino focāris, derivado de focus (fuego).

En algunas regiones de España se denomina lar o llar. También,  y por extensión, se llama hogar a la casa en que uno vive, aunque hace referencia al lugar de la misma en que se está cómodo y seguro, el sitio en el cual  se consigue crear una buena atmósfera.

En este sentido es mucho más que las dimensiones de ese lugar o de la propia casa. Tiene algo de creación mental y guarda relación con actividades gratas, generalmente compartidas por quienes la habitan,  que logran crear la sensación o ilusión de superar los límites del tiempo y el espacio.

Es el refugio en el que nos protegemos de peligros e influencias externas. (Ojo con la televisión, especialmente, y resto de artilugios “comunicativos”).

Por el contrario, casa es  la edificación, los metros cuadrados  habitados o por habitar (casa vacía, en este caso). La casa por sí misma no es un hogar. Le falta el “alma” de aquél, que sólo puede darle quien la ocupa.

La casa es uno más de los productos que se pueden comprar en el mercado. Su precio, muchas veces, no guarda relación con su valor, ya que en aquél intervienen “factores” que nada o muy poco tienen que ver con su utilidad.

De todos modos, el vendedor siempre pone en el mercado una casa, ya que no puede hacer nada más. Es el comprador o arrendador quien tiene la posibilidad de transformarla en un hogar.

Y así pues, cuando expulsan, echan, lanzan, sacan, a alguien de su hogar para entregar a otros una casa, prima siempre el precio de esta última sobre el valor de aquél. Quien aprecia un hogar en lo que vale, siempre está dispuesto a ponerlo por encima de los intereses de quienes sólo ven en él  metros cuadrados habitables, a tantos euros el  metro cuadrado.

Una buena forma de demostrarlo sería ayudar a las personas a conservar su hogar el tiempo necesario, sin poner fecha, colaborando con ellas en sus obligaciones para con  los vendedores de casas. Y ya, de paso, corregir el desfase entre el precio de la casa y el valor del hogar, en favor de este último.


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