Revista Cultura y Ocio

Hola Peñíscola, adiós Nueva York

Publicado el 23 abril 2012 por Goizeder Lamariano Martín
Hola Peñíscola, adiós Nueva York No pudo ser. El sábado no gané el viaje a Nueva York del concurso de El Efecto Star Lux. Según me comentaron el propio autor, Juan Ballester, y dos de los tres miembros del jurado, se puede decir que quedé segunda, ya que los cuatro finalistas, Nicolás, Santiago, Montse y yo, estuvimos muy igualados, especialmente Montse y yo, que será la que finalmente viaje a Nueva York, ya que ella había elegido el mismo destino. Voy a intentar transmitiros todo lo que he sentido este fin de semana. Pablo y yo llegamos a Peñíscola el sábado a la una de la madrugada, después de más de cinco horas en la carretera. Nos alojamos en el hotel Hostería del Mar, que era el escogido por la organización del concurso.
El sábado por la mañana nos levantamos pronto, ya que queríamos aprovechar el día. Después de desayunar mirando el mar salimos a dar una vuelta por el paseo marítimo y cuando vimos que hacía muy buen tiempo, no nos lo pensamos dos veces, volvimos al hotel, cogimos el bañador y la toalla y nos fuimos a la playa. No nos bañamos, no nos atrevimos, pero sí que estuvimos unas dos horas tumbados en la arena, tomando el sol y, cómo no, leyendo, en mi caso, Las tres heridas, de Paloma Sánchez-Garnica, ya me queda muy poquito para terminarlo así que pronto compartiré la reseña con todos vosotros.

Hola Peñíscola, adiós Nueva York

Juan Ballester y Alfred Arola durante la final del concurso.

Al mediodía comimos en el mismo paseo marítimo, nuevamente con vistas al mar, una gozada para nosotros que somos de tierra y he de confesar que nos bebimos una gran jarra de sangría. Después de comer, vuelta al hotel para prepararnos.
La cita era a las seis y media en la recepción del hotel, donde nos recogería un autobús para llevarnos al castillo del Papa Luna. Cuando bajamos de la habitación nos llevamos una sorpresa enorme. Había cerca de cien personas. ¿De dónde había salido tanta gente? Para mi sorpresa, no estaba nada nerviosa, al contrario que el resto de los finalistas, y pude hablar con unos y con otros y, lo más importante, disfrutar del momento, de todos los instantes.

Hola Peñíscola, adiós Nueva York

Nicolás, yo, Montse y Santiago, los cuatro finalistas.


Mientras subíamos al castillo, Juan Ballester, el autor, nos informó de la dinámica de la final. Los cuatro finalistas pensábamos que los tres miembros del jurado ya habían tomado la decisión, que nuestras reseñas ya habían sido evaluadas, puntuadas y valoradas.
Pero nos encontramos con la sorpresa de que no era así. Según nos dijeron, empezábamos de cero y lo que se iba a valorar esa tarde no era lo que habíamos escrito, sino cómo lo íbamos a leer delante de las casi cien personas que formaban el público.

Hola Peñíscola, adiós Nueva York

Los tres miembros del jurado.

Yo seguía sorprendiéndome a mí misma. Seguía sin estar nerviosa, aun así, tenía miedo de que los nervios me traicionaran y me jugaran una mala pasada en el último momento, haciéndome leer mal, rápido, con prisa.
Después de unos minutos en el patio de armas del castillo, donde nos recuperamos de la subida y nos preparamos para el acto, todos los asistentes tomamos posiciones en el Salón Gótico, escenario de la final. Arriba, en el escenario, el autor, Juan Ballester, y el editor de Arola Editors, Alfred Arola, en la mesa del centro, los tres miembros del jurado a su izquierda y los cuatro finalistas a su derecha.

Hola Peñíscola, adiós Nueva York

Foto de familia: el autor, los finalistas, dos de los tres miembros del jurado y el editor.


Hola Peñíscola, adiós Nueva York

Los cuatro finalistas, el editor y el autor.


Y debajo, el público, todos atentos, mirándonos, escuchándonos. Nunca me había encontrado en una situación así y si os digo la verdad, espero tardar en repetir, porque tanta mirada, tanta gente, el micrófono y ser el centro de atención impone muchísimo.
El primero en sentarse en el centro de la mesa, entre Juan y Alfred fue Santiago, el finalista llegado desde Zaragoza. Después me tocó a mí, me siguió Nicolás, el finalista leonés, y la última en leer su comentario fue Montse, de Valencia.

Hola Peñíscola, adiós Nueva York

Tres de los cuatro finalistas nerviosos instantes antes de conocer el ganador.


Para mi sorpresa, leí tranquila, con calma, despacio, haciendo las pausas necesarias. Todavía no me creo que en ningún momento estuviese nerviosa, creo que la sangría de la comida tuvo algo que ver...
Tras finalizar el acto, todos volvimos al patio de armas, donde disfrutamos de un aperitivo y una cata de vinos. Y para mí continuaron las sorpresas. Fueron muchas las personas del público, totalmente desconocidas para mí, que se acercaron a darme la enhorabuena, a felicitarme, a desearme suerte, a decirme que creían que iba a ganar yo, que les había gustado mucho lo que había escrito y cómo lo había leído... Yo estaba flotando, sorprendida y, por encima de todo, emocionada y contenta, muy contenta.

Hola Peñíscola, adiós Nueva York

Los finalistas y el jurado después de saber quién era el ganador.


A la noche abandonamos el castillo y nos dirigimos al Mandarina, el local en el que tuvo lugar la cena, japonesa, que me encantó, y la barra libre. A las doce, en medio de la fiesta, de las risas, de las conversaciones, llegó el momento de más nervios. El jurado iba a decir quién era el ganador. Y, como ya os he dicho antes, fue Montse.
Uno de los miembros del jurado se acercó a mí para decirme que lo sentía mucho, que no podíamos ganar todos. Sin embargo, me dijo algo más, algo que me dejó helada y me hizo sentirme tonta, muy tonta. Me confesó que no había ganado yo porque había incumplido las normas del concurso. Os explico. Yo envié al concurso un texto. Y semanas después, quise publicar la reseña en el blog y añadí un párrafo, el primero.
A la hora de imprimir la reseña para llevarla a Peñíscola y poder leerla en la final, me acordé de ese pequeño cambio, pero no le di más importancia. Total, la decisión ya estaba tomada, ya habían juzgado el texto que había enviado al concurso y lo de leer era un puro trámite, algo simbólico de cara al público, nada tenía que ver con el jurado...
Pero en el último momento la dinámica de la final cambió, la decisión no estaba tomada, era importante lo que leíamos en la final... y ese párrafo me impidió ganar el viaje a Nueva York. Os podéis imaginar la cara de tonta que se me quedó cuando el jurado me dijo eso. No me lo podía creer. No sabía si reír, llorar o darme cabezazos contra la pared. Mira que podía haberles pedido mi comentario por teléfono, por email o por Facebook a los organizadores del concurso, pero no se me ocurrió, no le di importancia, y sé que ahora me voy a arrepentir el resto de mi vida.
Desde el sábado a la noche le he dado muchas vueltas a todo esto. Pero me he dado cuenta de que no vale la pena, ya no tiene remedio. Prefiero quedarme con lo bueno. Con una experiencia intensa e inolvidable que he vivido en Peñíscola. Con el acto de la final, entrañable, familiar, emotivo. Con el aperitivo, la cena, la fiesta hasta las cuatro de la mañana.
Pero, sobre todo, me quedo con toda la gente que he conocido: Juan, Alfred, Leticia, Pilar, Antonia, Laura, Xavi, Montse y su marido, Santiago y su chica, Nicolás, Arantza y su marido, Enric, la familia de Juan, los miembros del jurado y tanta y tanta gente que me regalaron un día inolvidable. Gracias a todos, de corazón.
El domingo Pablo y yo visitamos, ya con calma, el castillo del Papa Luna, volvimos a comer mirando el Mediterráneo y tras una breve sobremesa nos pusimos en marcha hacia Madrid. El fin de semana tocaba a su fin. Con pena, con tristeza, con rabia, con impotencia, pero sobre todo con nostalgia, con añoranza. A pesar de no haber ganado, no me importaría volver a vivir este fin de semana. Qué rápido se había pasado todo, y qué bonito, especial, intenso e inolvidable había sido.
Os dejo el vídeo de mi lectura. Os pido disculpas por el movimiento, el cámara, Pablo, mi chico, estaba más nervioso que yo. Y disculpad también porque la tecnología nos jugó una mala pasada, nos quedamos sin espacio y no se pudo grabar toda la lectura, faltan los tres últimos párrafos de la reseña.
Abrazos literarios para todos.

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