Revista Diario

Holly Golightly

Por Evaletzy @evaletzy
Aclaración de la autora: si no has visto la película Desayuno con diamantes ni has leído la novela en la que está basada, y tienes intenciones de hacerlo, es mejor que no leas este post.
Con un elegante vestido negro de Givenchy, largos guantes a tono, una tiara adornando su peinado recogido, gafas oscuras y un glamoroso collar de perlas, ella se toma un café y se come una factura/un bollo mientras mira el escaparate de Tiffany. «¡Qué hermosa es!», piensas a la vez que colocas en una silla cercana al televisor toda la ropa que tienes para planchar. Tú abres la tabla, no sin poca dificultad pues está oxidada y vieja; Holly conoce a Paul Varjak, ese rubio que no te gusta nada, del que si te obligaran a elegir algo te quedarías con sus ojos celestes, y solo porque te obligaron. «¡Qué insulso es este blondo! Paul tendría que tener el rostro de Gregory Peck», dices en voz alta mientras acomodas la pila de ropa para que no caigan al suelo las numerosas prendas que la componen. Holly se arregla para acudir a su visita semanal en Sing Sing; tú comienzas con las remeras/camisetas, siempre prefieres empezar con lo más fácil. «¡Qué desordenada eres Holly!», le gritas como si pudiera escucharte cuando encuentra por fin el zapato que le falta dentro de un frutero. Si fuera tu compañera de piso vivirías ordenando lo que ella desordena. Holly se pone un llamativo sombrero que tiene un largo lazo de seda color cáscara de huevo; tú repasas una manga que se resiste a que la desarrugues. «Qué diferentes somos!», te lamentas. «Ella es alta, delgada, hermosa, elegante, en cambio yo...». Te contentas porque descubres que algo tenéis en común, a las dos os importa el gato que tenéis por mascota. El de Holly no tiene nombre, ella lo llama simplemente cat; el tuyo lleva orgulloso el nombre de Ernesto sobre su pelaje. Mientras planchas más pantalones de los que te gustaría, Holly da una fiesta en su casa. Sabes que Ernesto, quien se ha acomodado en primera fila sobre la alfombra y mira atentamente la película, está pensando que la larguísima boquilla que Holly usa tiene que ser bastante incómoda, pero le gustaría probarla. «¡Y sí!, es chusma/cotilla como todos los de su especie», te dices. Tu madre te pegó la manía de planchar también las bombachas/bragas, y a ello procedes mientras Holly se va de paseo con el blondo por New York, entran en Tiffany donde dejan un anillo que no es ni de oro ni tiene diamantes para grabar y deciden robar unas máscaras de plástico solo por diversión; la de Holly es un gato, al que Ernesto, que no tiene muy buena vista, le bufa; la del blondo un perro, al que Ernesto le gruñe. Mientras tú planchas las toallas, Holly y el blondo se entregan a los placeres del amor. Lamentablemente no te es permitido inmiscuirte en su cuarto. Cuando les llega el turno a las medias/calcetines de pasar bajo los calores de tu plancha, la pareja va en un taxi camino al aeropuerto. Hay que reconocer que el discurso que le suelta el blondo en el transporte amarillo es locuaz, pasional y convincente; tanto que casi te convence a ti también de que estás en una jaula que tú misma construiste y de la que no podrás escapar, porque no importa donde huyas, siempre tropezarás contigo misma. Mientras Holly grita bajo una lluvia torrencial «cat, cat, cat», pues desea encontrar el gato sin nombre que abandonó en un callejón cinco minutos atrás, tú ves que te quedan solo dos polleras/faldas por planchar. Menos mal que encuentra al felino, porque Ernesto se estaba poniendo nervioso por su compañero de raza, por solidaridad de género. Mientras Holly y el rubio se besan bajo la lluvia torrencial en una calle neoyorquina cuyo número desconoces, el cat sin nombre, que por suerte ya apareció y está empapado, no les desea nada lindo a los tortolitos que lo sostienen. Cuando la película termina te quedas sorprendida, pues leíste hace poco la novela en la que está basada, y su final no tiene nada que ver con el que acabas de presenciar. No te gusta que Holly se quede con el blondo; tú querías que se fuera a Brasil, que empezara una nueva vida con algún garoto de Ipanema, que comiera feijoada a mansalva y que se atiborrara de abacaxi y morango. Pero no va a poder ser, seguirá tomando coffee y comiendo doughnuts frente a Tiffany, seguramente acompañada del blondo... «Y bueno; es su elección», te dices. Acto seguido, rebobinas la película y cantas junto con Holly...
Moon river, wider than a mile, 
i'm crossing you in style some day.
Old dream maker, you heartbreaker, 
wherever you're going, 
i'm going your way... *
* Río Luna, más de una milla de ancho, te cruzaré con elegancia algún día. Viejo creador de sueños, rompecorazones, adondequiera que vayas te seguiré...


Two drifters off to see the world
There's such a lot of world to see.We're after the same rainbow's end Waiting 'round the bend, my huckleberry friend.Moon River, and me... *
* Dos vagabundos que salen a ver el mundo. Hay tanto mundo para ver. Estamos persiguiendo el mismo final del arcoíris, que nos espera tras la curva, mi fiel amigo. Río Luna y yo...

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