Revista Cine

I love you Phillip Morris

Publicado el 02 septiembre 2010 por María Bertoni

I love you Phillip MorrisPese a los anuncios de estreno inminente (debería haber ocurrido el 26 de agosto pasado según algunas fuentes), I love you Phillip Morris sigue sin desembarcar en las salas porteñas. Es una pena: la película sobre la trayectoria del estafador Steven Jay Russell no sólo entretiene; también genera esperanzas entre los detractores del cine norteamericano.

Es cierto que éste es un largometraje ajeno a la órbita y a la corrección política de Hollywood, tanto que también tiene problemas de cartelera en su país de origen. Aún así, no deja de ser un producto comercial por momentos comparable con el retrato cinematográfico de otros dos impostores de carne y hueso: el estadounidense Frank Abagnale Jr. y el inglés Alan Conway.

Jim Carrey y Ewan McGregor venden tanto como Leonardo Di Caprio y John Malkovich. Si además encarnan a una pareja gay, las probabilidades de éxito aumentan considerablemente (dado el antecedente de Secreto en la montaña).

Sin dudas, el mayor mérito de Glenn Ficarra y John Requa -a la vez productores, guionistas y directores- es ir un poco más allá de las fórmulas redituables. Por ejemplo, mostrar que Russell ejerce su sexualidad con envidiable joie de vivre (lejos de la tortura que padecieron los vaqueros Ennis Del Mar y Jack Twist) y evitarle un desenlace aleccionador que lo reforme como le sucede a Abagnale Jr., o lo condene como le pasa a Conway.

Por si fuera poca transgresión (siempre según los parámetros hollywoodenses), I love you Phillip Morris transmite y provoca empatía con un ciudadano nada ejemplar que abandona a su mujer e hija por otro(s) hombre(s), y que se burla del poder financiero, de la Justicia y del sistema carcelario norteamericanos (dicho sea de paso, Carrey es ideal para estos papeles). 

¿Qué molestará más a los señores de la Motion Picture Association of America (MPAA)? No lo sabemos, pero es muy probable que la mofa anti-patriota incida para que Requa y Ficarra tampoco puedan estrenar su película en una ciudad tan remota de la colonia como Buenos Aires.


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