Ibuprofeno

Me duele la cabeza. Es en serio. Ahora mismo tengo una punzada sobre el ojo derecho que, sin ser incapacitante, sí es de esas que tocan bastante la moral (y alguna otra parte de la anatomía). Me duele la cabeza y va a tardar en dejar de dolerme. Porque no queda ibuprofeno. Hace tiempo que lo único que logra quitarme el dolor de cabeza, cuando lo logra, es el ibuprofeno. Y no tengo.

No tengo hace meses. No porque no me duela la cabeza sino muy de cuando en cuando. Más bien es porque cuando me duele la cabeza lo último que me apetece es ponerme a buscar una farmacia disponible. Y porque cuando no me duele lo último en que pienso es en que en algún momento me dolerá la cabeza.

En la primera de las situaciones, un poquito de sacrificio podría librarme de bastante dolor, disminuir su intensidad, su duración, eliminarlo incluso. En la segunda, un poquito de previsión, una mínima inversión de tiempo e intenciones, me permitiría estar preparado para el futuro cercano, para atajar el problema antes de que lo sea. Nada fuera del otro mundo. Nada demasiado exigente. Un balance pros y contras altamente positivo. Ya me dirás.

Sin embargo, no me queda ibuprofeno. Y me duele demasiado la cabeza como para pensar con claridad qué otros escenarios, qué otros protagonistas presentan paralelismos conmigo, ahora. Que los hay. Seguro.