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Ideología política como razón para no llegar a debutar

Publicado el 10 febrero 2017 por Trescuatrotres @tres4tres

Aunque siempre abogamos por dejar la política fuera del deporte, es innegable que al final, uno de los temas que forma parte de nuestro día a día recale también en el fútbol sin poder evitarlo. Son muchos los casos en los que ideología y fútbol acaban mezclándose, y si no recordemos la aparición de esteladas en el Camp Nou o las bochornosas pitadas al himno nacional cada vez que equipos como Barcelona o Athletic de Bilbao llegan a una final de Copa. Y sí, eso sucede cada temporada.

Y es que al final la política también tiene un peso importante en el mundo del deporte, no solo en el fútbol. Pero como estamos hablando del deporte Rey deberíamos señalar que han sido variados los casos en los que determinados jugadores no han llegado a debutar con el equipo que los ha fichado, tan siquiera a ponerse la camiseta, por motivos ideológicos.

Si echamos la vista atrás una semana nos encontramos con el frustrado fichaje de Zozulya, el jugador ucraniano al que el Betis cedió al Rayo Vallecano hace tan solo unos días. Aunque ya antes de su llegada a la capital las voces en contra de este jugador por parte de la afición vallecana se hicieron oir, el que era jugador verdiblanco llegó a Madrid con la cesión cerrada y dispuesto a ser presentado ante los hinchas de vallecas.

La estrecha relación que el delantero podría tener con la ultraderecha ucraniana, convirtió el estadio vallecano en un montón de pintadas y pancartas en las que se afirmaba de forma más que clara, el rechazo absoluto al jugador y también al presidente Martín Presa que no está siendo precisamente alabado tras sus últimas decisiones.

Decisiones, erróneas o no, fueron las mismas que impidieron que Salva Ballesta se convirtiera en el segundo de Abel Resino en 2013 cuando este entrenaba al Celta de Vigo. Considerado a sí mismo como apolítico, han sido muchas las declaraciones que el que fuese jugador de equipos como Sevilla, Atlético o Valencia, ha realizado ante los micrófonos y que le truncaron la posibilidad de entrenar en Vigo.

Lo mismo le sucedió al joven mallorquín Sergi Guardiola, a quien sus tuits en los que declaraba su pasión por el Real Madrid y una escasa simpatía por Cataluña, propiciaron su despido por la directiva del Barcelona pocas horas después de haber firmado su contrato. Las palabras mal escogidas que usó el jugador en las redes le llevaron a no debutar con la elástica azulgrana.

Otro caso más de que política y deporte no casan por ningún lado y pueden acabar truncando el sueño de cualquiera.

Y es que aunque debamos defender que los jugadores son personas como nosotros con sus propia ideología, cultura o apego religioso, el hecho de representar el escudo de miles de aficionados los pone en una situación un tanto diferente a la del resto de los mortales. Una realidad que les exige mantener el silencio de puertas para fuera si no quieren ver como su futuro se queda marcado por algo que ya no se puede borrar.

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