Revista Comunicación

Imagen y prejucios

Publicado el 13 abril 2017 por Jose Salgado @exelisis

Tenía un jefe que decía que no era más limpio el que más se duchaba sino el que menos se ensuciaba. Creo que esto es vino de una discusión sobre una recomendación de la OMS sobre la higiene personal y que recomendaban hacerlo cada dos días. Lo más lógico sería ducharse cuada vez que lo necesites pero estamos con otra pregunta, ¿cómo sabes que lo necesitas de una forma objetiva?

Esto me recuerda a la tendencia que tenemos al considerar que una persona con el escritorio lleno de papeles está más ocupada que una que tenga la mesa ordenada. Estos sesgos, que parecen innatos, no nos dejan ver los datos reales y damos por válidos teorías que no son más que creencias.

Supongo que de esos barros vienen estos lodos y si consigues sumar las suficientes características que creemos que convierten a alguien en muy buen profesional o en alguien muy ocupado ya tienes media vida solucionada.

Como comentaba Mónica Mendoza hace poco, ser un buen profesional ya no es suficiente: ser pulcro en el trabajo, entrar a tu hora, ayudar a tus compañeros, cumplir tu horario, respetar las fechas de los proyectos, mejorar y aprender cada día, etc... ahora, además de todo lo anterior, hace falta que la gente crea que lo eres. Es triste pero todas las cualidades que definen a un profesional ya no son consideradas de forma objetiva y tenemos un universo de percepciones que esconde nuestros logros tras una fachada de apariencia y buena gestión de la comunicación por parte de otros.

Sumando a todo esto cada vez hay más personas en los puestos de direccion que vienen del mundo de la percepción irreal, dónde nada que no venga de ciertas aplicaciones o recomendaciones de algoritmos no es real. No me refiero a expertos en marketing sino a personas que han vivido a base de ver la realidad a través de redes sociales sin tener una experiencia real, de carne, hueso, saliva, sudor y lágrimas y su alcance más largo es darle un like a una foto en Instagram.

Para estas personas los datos objetivos no tienen demasiada validez y se aferran a otros datos, más subjetivos todavía, que vienen dado por otras variables que probablemente midan algo, pero puedes estar por seguro que no es la realidad. Con lo que tenemos dos opciones, o les damos un sartenazo a ver si espabilan o aprendemos a jugar con las cartas que nos tocan y nos lanzamos al mundo del autobombo, claro que esto va a venir con el coste de ser menos eficaz como profesional.

Triste disyuntiva que para que te reconozcan tengas que quitar tiempo a lo que realmente aporta valor a la empresa y dedicarte a ejercer de relaciones públicas de tu propia marca para conseguir cierto reconocimiento, ya sea para ascender o para que no entres en la siguiente ronda de despidos.

Por supuesto, que yo me queje de esto tiene delito porque también soy parte del problema, pero yo ya no se si me dejo llevar por la corriente o la corriente soy yo mismo.

[1] E.T. the Extra-Terrestrial

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