Algo similar ocurre con los libros. A mí, que me encanta leer, tengo una lista nada desdeñable de lecturas que me han dejado huella, de reverberaciones de palabras que rebotan en las paredes de la memoria y que salen a flote de cuando en cuando. No obstante, el primer libro que verdaderamente me partió por la mitad es completamente desconocido. No vendió miles de copias, no es un clásico literario ni marcó a una generación en concreto. Se trata de una historia anónima, profunda y dura con un engañoso disfraz de lectura juvenil que, me atrevería a decir, me dio una patada un tanto despiadada con la que traspasé el umbral hacia "el mundo de los adultos". Enamorarse de April, de Melvin Burgess, era una novela sobre una joven sorda que vive en un pueblo donde todos se burlan de ella. Es un alma privada de sonidos y con ello de aceptación, hasta que llega un joven del que se enamora y parece haber un rayo de esperanza para ella. Pero, como todo lo que es aparente en la vida, este amor no es tal porque Tony se avergüenza de ella. Por si no fuese suficiente, dicha esperanza se tuerce despiadadamente para April cuando es violada por el grupo de matones del colegio en el río, el único lugar donde la niña se sentía totalmente segura.Como digo, leer aquella escena inesperada y lacerante fue otro de esos impactos que te dejan noqueada. Joder, resulta que la existencia no es de color de rosa, como yo pensaba. Y es que aquellas palabras, aquellos personajes y aquel mensaje tan real de una historia desconocida fue para mí otro empujón hacia la realidad sin billete de vuelta.
Y esto no solo ocurre con el cine o la literatura. También con el arte, la música, la fotografía. Una de las imágenes que me más me ha sobrecogido últimamente es la que corona esta entrada. Se titula El impacto de un libro, obra del artista mexicano Jorge Méndez Blake. Tal vez pueda parecer sencilla a primera vista, hasta que te das cuenta de que se trata de un muro de ladrillos que ha sido deformado por El castillo de Kafka, un objeto de papel y de edición de bolsillo. Creo que esta obra refleja perfectamente la idea que pretendo transmitir, que no es otra que esa de que hay palabras, escenas, imágenes y melodías que aunque sean breves, anónimas o hasta endebles, pueden quedarse refulgiendo infinitamente en algún hueco de nuestra memoria. Es el poder asombroso de cuando primero se siente el impacto, de cuando luego resuena el eco y de cuando después viene la huella que se queda contigo.