Revista Cine

Imparable

Publicado el 11 enero 2011 por Diezmartinez
Imparable

En Imparable (Unstoppable, EU, 2010), su director, Tony Scott, mantiene todo en el nivel más simple posible. Acaso por eso mismo, la película, un palomazo desvergonzadamente populista, funciona a la perfección en sus muy elementales límites.

Basado muy vagamente en un percance sucedido en Ohio en 2001, he aquí que por un error de un gordo vaquetón (Ethan Suplee haciéndose viejo con estos papeles), un tren con una carga tóxica, avanza sin conductor y hecho la cochinilla –o sea, a casi 100 kilómetros por hora- rumbo a una ciudad de Pennsylvania con cerca de un millón de habitantes.Los héroes de la película serán Frank (Denzel Washington, perfecto), un veterano ingeniero viudo a punto de ser jubilado a fuerzas por los desalmados burócratas de la compañía; y Will (Chris Pine, desembarcado del USS Enterprise), el novato recién llegado que ha ganado su puesto aparentemente por ser pariente de gente del sindicato (ah, méndiga Elba Esther: hasta allá llegan sus influencias).

El asunto es que el hawksiano Frank (“Tengo una sola regla: si vas a hacer algo, hazlo bien”) y el arrojado Will –separado de su mujer e hijito por un error, para agregarle un elemento interesante a su personaje- tendrán que limar sus diferencias de edad y personalidad para trabajar juntos y salvar a sus conciudadanos, porque ya sabemos que esto es lo de menos para los burócratas/plutócratas que tienen la sartén por el mango en Los Pinos… Oh, que diga, en Pennsylvania. Perdón: me deje llevar.

El filme dura apenas 90 minutos y Scott mantiene el filme centrado en el tren que marcha a toda velocidad y en los intentos de Washington y Pine por pararlo, lo que hace imposible que el respetable se aburra. Lo que sí resulta molesto es la manía de Scott de usar el zoom una treintena de veces –de verdad: las conté- nomás porque sí. De repente, hay un close-up de alguien que pide un café o dice que tiene calor y ahí va el lente de la cámara acercándose o alejándose a lo baboso, sin que venga a cuento. ¿No habrá alguien que le dé una dosis doble de Ritalin para calmar al hermano menor –en todos los sentidos- de Ridley Scott?


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