Revista Viajes

Impresiones de Japón a primera vista

Por Mundoturistico

Japón, el país donde nace el sol, es conocido en Occidente por unos rasgos característicos que se han convertido ya en tópicos indiscutibles: la dulzura en el trato y la laboriosidad de sus gentes; el arraigo de las tradiciones ancestrales; el emperador como símbolo y aglutinante; los ritos religiosos compartidos y socializados; el samurai y el kimono; el amor a la Naturaleza; los jardines minimalistas; los cerezos en flor; la refinada estética de sus artes y letras; el sentido de lo colectivo; las artes marciales; el cuidado personal y la salud; el pescado crudo; los devastadores terremotos, en fin, que casi han llegado a domesticar sus expertos. Pero el superpoblado archipiélago nipón, en cuya isla principal, Honshu, se encuentran las principales ciudades y la mayoría de sus habitantes, es también una de las primeras potencias mundiales, con un alto nivel de vida, una tecnología puntera y una sabiduría especial para saber preservar su riquísima cultura y abrirse, al mismo tiempo, a las modernas prácticas occidentales de consumo, modas, libertades, vida en la calle y marcha, mucha marcha. Aquí os dejo algunas impresiones rápidas de un españolito viajero en su reciente primera estancia en ese hermoso y lejano lugar que nunca se acabaría por conocer del todo.

¡Adentro!

Superpoblación y metro. Hora punta. Hay que meter a toda una marea humana en el vagón. Para eso están los empujadores de uniforme y guante blanco, que aprietan al personal como sardinas en lata. Y a falta de carteristas, proliferan los salidos tocones que aprovechan la confusa promiscuidad para palpar donde no deben.

Ojo al coche

Aunque Japón no perteneció nunca al ámbito de influencia británico, los japoneses circulan por la izquierda. Esto se debe, según parece, a que fueron los ingleses los encargados de introducir el ferrocarril en la isla y lo hicieron, ¡cómo no!, a su “siniestra” manera. Keep left!

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Estética

La escritura japonesa, su artística caligrafía y los farolillos de papel nos hablan de China: belleza indescifrable de signos, luces y filosofía oriental.

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Trono real

En el baño del hotel y en muchos otros, puedes sentarte y sentirte rey en la silla del trono, el inodoro multimando más moderno e higiénico del mundo: el washlet. Cortesía de Toto (el Roca nipón), su inocente aspecto occidental oculta un robot inteligente de altas prestaciones y cuadro de mandos personalizado: bidé, lavado de bajos, masaje líquido, presión del agua, secador. Para empezar, ya te recibe levantando la tapa de manera automática, saludo nipón. Nada más sentarte, notarás un agradable calorcillo al mismo tiempo que la cisterna se pone sola a funcionar, quizá para disimular involuntarias sonoridades, acaso para contrarrestar indeseables aromas, tal vez solo para mantener limpio el sistema. Al terminar la faena… ya sabes. Pero antes viene lo bueno: ajustados los niveles a capricho, un chorro de agua cálida sustituye al consabido papel y se eleva desde el fondo para efectuar una esmerada limpieza del canal evacuatorio, qué gozada. Lo que no debes hacer, eso nunca, es agacharte delante del ingenio para leer mejor los botones y probar cómo funciona: lo más seguro es que te salte a la cara, ¡y no es eso!

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Esa boca

Bastantes japoneses, niños, jóvenes y mayores, circulan y trabajan con la boca tapada por una mascarilla quirúrgica blanca. Aunque pueda parecer un uso exagerado, no es más que una manera práctica y respetuosa de no contagiar los virus propios a los demás. Pero también de defenderse, si uno es alérgico, del peligro estacional del polen de cedro, muy común allí, el molesto kafunsho.

Ruido

En el país del silencio, donde la gente habla en voz baja y apenas se oyen gritos, pululan los establecimientos más ruidosos del mundo: los pachinko. Se trata de enormes salas repletas de una especie de máquinas tragaperras que funcionan con pequeñas bolas de metal. Japoneses de toda edad y condición se sientan delante de ellas para jugar interminables partidas, en un ambiente insoportable de soporífero ruido mecánico aumentado por los disparatados decibelios de una música ambiental a todo volumen. Tú hazte con una bola de recuerdo y escapa cuanto antes. Ellos lo disfrutan y se enganchan hasta la ludopatía y aislamiento del hikikomori. Será para compensar.

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Reverencias

Amables, sonrientes, respetuosos, pacientes, legales, disciplinados… Ese comportamiento se traduce en un país educado y muy seguro y tiene su mayor manifestación en el uso generalizado de la reverencia, ojigi, como forma de comunicación. Consiste en una inclinación formal de la cabeza para saludar, despedirse, dar las gracias, disculparse… con un sentido de atención, cortesía y delicadeza que es de agradecer. Aunque encierra todo un código de comportamiento desconocido para el occidental, no está de más que intentemos devolverles el gesto.

Escasez

Apenas hay papeleras por la calle, pero maldita falta que hacen: limpieza total; ni un papel en el suelo, nada. Calles bien cuidadas, edificios acicalados, zonas verdes protegidas, sin apenas solares o espacios abandonados… todo parece nuevo y reluciente. Tampoco es fácil ver gordos, se nota que son activos y comen sano. Difícil encontrar un termómetro callejero de esos que ostentan nuestras farmacias; y aun más localizar una dirección, ya que, salvo las avenidas o las más conocidas, las calles no tienen nombre y su numeración es compleja, hay que orientarse por referencias reconocibles: estaciones, hoteles, edificios o zonas singulares.

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Comodidad

¿Qué es esa franja amarilla (a veces, gris), rugosa y tachonada de pequeños relieves redondeados y duros, que recorre las aceras, aborda los pasos de cebra, baja a las estaciones, entra en los portales y hasta se pasea por el interior de muchos edificios? Se trata de una curiosa y práctica guía vial para referencia de las personas ciegas, ingenioso complemento o alternativa al bastón y al perro lazarillo. Ventajas del bienestar bien entendido, como lo son el suelo enmoquetado de los aeropuertos, el uso generalizado de especiales bolsas para paraguas mojados o las toallitas húmedas que te dan siempre en los restaurantes como servilletas.

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Por favor, no tocar

Los japoneses parecen rehuir el contacto físico, al menos en público. Ni apretón de manos, ni besos, ni abrazos, ni demás gestos cariñosos. Las parejas guardan distancia y las efusiones de todo tipo brillan por su ausencia. Ni siquiera se dan el dinero en mano a la hora de pagar, sino a través de una bandeja. Su exigente educación, que reprime en exceso los instintos más básicos y sacraliza el trabajo y la responsabilidad, puede ser el detonante de que, en un país de hábitos saludables y alto nivel de vida y longevidad probada, la tasa de suicidios sea una de las mayores del mundo y el infarto laboral, el tan temido karoshi, vaya en aumento. Tanto que su gobierno, ahora, está tomando medidas para obligarlos a reducir horarios y coger vacaciones. Lo tienen fácil: que los manden a España. Una buena inyección de sol, fiesta, relajo y cachondeo los dejará como nuevos y, de paso, podrán contagiarnos alguna de sus muchas virtudes. Sin pasarse, eso sí. Lo que no estaría nada mal, pues contribuiría al hermanamiento y a los intercambios entre ambos países y representaría una ayuda inestimable para sus respectivos sectores turísticos. Así que, japos y españolitos todos, ¡a viajar, que son dos días!


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