Revista Opinión

Independencia y proceso constituyente.

Publicado el 12 septiembre 2013 por Jangas

Llevo tiempo dando vueltas a la razón que hace que algunos de mis amigos catalanes quieran la independencia de su país, debato con ellos de forma amigable y conozco la realidad de un fuerte sentimiento que ha ido creciendo a medida que yo me alejaba de Cataluña, donde viví 14 años.

Debo admitir que el partido popular y sus declaraciones provocan en la mayoría de gente catalana la misma indignación que en muchas otras personas que ni siquiera se plantean la independencia de sus regiones. Y no es exclusivamente el eje nacionalista, no-nacionalista lo que produce esa indignación. Lo expresaba muy bien Isaac Rosa en un artículo llamado Cataluña, no nos dejes solos. Tampoco yo quiero ser español de esta manera: con un régimen monárquico en declive, afectado por la corrupción, un sistema político desmoronándose e intentando sobreponerse desde un eje bipartidista que mantenga la columna vertebral del sistema, una priorización por un sistema financiero tremendamente podrido hasta el tuétano, con un sistema de puertas giratorias entre las élites políticas y económicas del país repartiéndose todo cuanto sea privatizable. Mi españolidad no es lucir la bandera heredera de la dictadura ni en cascos, ni en pulseras, mientras se llevan el dinero a paraísos fiscales donde se reconocen apátridas. Mi patria es el mundo del trabajo y quienes viven en él son mis compañeros de lucha para conseguir una sociedad más justa, como sea que se llame ese país, república donde pagaré mis impuestos.

El sentimiento nacional en Palencia es bastante más cercano a España que a la comunidad de Castilla y León, confundiendo en ocasiones ambos. Siempre he creído que el nacionalismo en esta tierra sería bueno, querer lo propio de una manera más profunda, sin despreciar lo ajeno, pero amando la vida castellana, el paisaje, la montaña palentina, la gastronomía, la música, la danza y cuanto configura una cultura tremendamente rica.

Mi posición política es clara, la ha explicado valientemente el movimiento político y social en el que milito, somos partidarios que haya un referéndum, una consulta sobre qué es lo que quiere el pueblo de Cataluña.

Supongo que el miedo viene de los poderes fácticos: se empieza preguntando si se quiere uno independizar y se continua sobre las ayudas a la banca, sobre la República o cualquier cosa importante que preocupe a la ciudadanía. Ese es otro problema de nuestro país, que nos hemos acostumbrado a una democracia de baja intensidad, donde nuestra participación está tan tremendamente limitada que parecemos clientes en vez de ciudadanos.

Es que acaso quienes defendemos que Cataluña sigue perteneciendo a España, cambiando muchas de las cosas de ambas, tenemos menos probabilidades de ganar una consulta democrática que el resto. Desde mi punto de vista no, tendríamos que trabajar para potenciar lo que nos une. Este trabajo tendría que estar en las antípodas del trabajo que el partido popular hace, donde utiliza la antipolítica que hace en Cataluña para rentabilizar electoralmente en el resto del Estado dicho planteamiento. Qué pasaría si Cataluña decidiera separarse democráticamente de España, por qué no atreverse a preguntar y luchar para continuar unidas, en otro modelo de Estado distinto.

Los miedos asaltan ante lo inesperado y no hay argumentarios en los partidos para navegar sobre lo que no ha sucedido. Podemos avanzar e intentar generar un nuevo proceso constituyente, como sí están haciendo los catalanes o podemos quedarnos callados como el presidente del Gobierno o apelar a la mayoría silenciosa, pero eso no va a resolver el conflicto existente. Dejar pasar el tiempo a la larga va a ser peor porque el sentimiento de incomprensión en Cataluña va a ir aumentando y los problemas nunca se solucionan solos.

Tendremos que caminar promoviendo mecanismos de ruptura con el orden político y social existente, establecer unas normas que rijan dicho proceso y que se dedique a construir un nuevo modelo de país donde pudiéramos integrar todas las sensibilidades. Para ello hace falta articular una mayoría que esté dispuesta a cambiar lo establecido, un vuelco radical y revolucionario que cambie todo el sistema de partidos establecido. El reto es grande, tenemos un futuro que construir. Seguimos trabajando en ello.


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