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Inercia - Ariadna G. García

Publicado el 14 julio 2014 por Rusta @RustaDevoradora

Inercia - Ariadna G. García

La ciencia ficción ha puesto de relieve la necesidad de reflexionar acerca del presente y el futuro de la sociedad. Basta pensar en obras célebres como Un mundo feliz (1932), 1984 (1949) o Fahrenheit 451 (1953) para percatarse de la agudeza y el poderoso despliegue narrativo que sus autores alcanzaron a partir de la concepción de una civilización imaginaria, inspirada por el crecimiento científico y los totalitarismos del siglo XX. La escritora Ariadna G. García (Madrid, 1977), poeta, filóloga y profesora de secundaria, ofrece su particular distopía en Inercia (2014), su primera novela, en la que retrata a una España futura en la que apenas quedan servicios públicos, los partidos de extrema derecha controlan Europa y la población convive con la agitación. Un debut novelístico que, no obstante, demuestra una gran madurez literaria, un fuerte sentido del trabajo bien hecho (tardó ocho años en escribirla entre documentación, redacción y revisiones) y, en definitiva, la ambición de entrar, de forma merecida, en ese grupo selecto de nombres que tener en cuenta del panorama español contemporáneo.

Las redes globales constituyen una característica distintiva de la globalización, y el

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tráfico clandestino de personas y drogas es seguramente su lado más preocupante. ¿Qué mejor lugar para recrear este conflicto que un aeropuerto internacional? La novela se estructura en fragmentos breves, narrados en tercera persona, que alternan situaciones de personajes que trabajan o se mueven por diferentes instalaciones de la terminal. También aparecen escenas ambientadas en otros países, recuerdos de infancia e incluso una confesión íntima. La prosa, directa y concisa, denota efluvios poéticos en el uso de las metáforas en algunos pasajes. Se trata, por lo tanto, de una obra compleja, exigente, que abarca muchas vertientes y las integra en el escenario compartido del aeropuerto.

Lo único que los personajes -desde jefes de departamento a inmigrantes humildes- parecen tener en común es una clave de estos tiempos: . la inseguridad, tanto laboral como personal. Muchos han pasado por diversos empleos, han vivido en varios países y han sufrido giros repentinos en sus vidas ("Quién habla de proyectos y victorias; de planes, recompensas... Una hoja caída por azar en el agua descompone el reflejo de un árbol en mil ondas. El resistir lo es todo.", pág. 45) Inercia invita a pensar en la necesidad de acostumbrarse a vivir con la incertidumbre y atreverse a tomar decisiones, a reinventarse, a pesar de los riesgos que eso entraña. La autora describe estas circunstancias con mucha sutileza, mediante comentarios y diálogos intercalados en la trama, sin largos textos informativos que entorpezcan el ritmo. A grandes rasgos, se sitúa en un futuro próximo -la década de 2020-, en una España en la que la crisis del estado de bienestar se ha agravado, se ha salido del euro y los políticos siguen aprovechándose de los ciudadanos. El exterior no está mucho mejor: en China ha explotado la burbuja inmobiliaria, el desastre en Grecia continúa, se produjo un atentado brutal en la controvertida Copa Mundial de Fútbol de Qatar y Marine Le Pen emerge como líder europea. En el aeropuerto, los directores aplican métodos de presión para fomentar la competencia y facilitar los despidos. Pesimista, muy pesimista; pero nada descabellado.

Entre los personajes, destacan Aníbal y Thais, encargados de revisar los pasaportes. Se enfrentan al dilema de ayudar a la gente que intenta huir para mejorar sus condiciones de vida o acatar la ley y detenerlos. Cualquier acción significa posicionarse, estar a favor o en contra del sistema ("A veces uno piensa que ciertas cosas no le van a suceder jamás. [...] Que nunca hará o dejará de hacer algo que vaya en contra de sus valores. Y un buen día, de repente, se descubre enfrentando sus actos a su visión idílica del mundo", pág. 188) . No solo en el aeropuerto: también se habla de las manifestaciones, de la necesidad de participar de forma activa, de implicarse en lo que ocurre en el país y en el mundo. En lo único que confía la autora es en la elección individual de cada ser humano; pequeños pasos para conseguir grandes transformaciones ("No podían quedarse en casa y ver la televisión desde el sofá. Así es como se pierden los derechos y se agria la democracia", pág. 259).

Aníbal se presenta como el héroe carismático, el hombre competente y amante de la libertad al que sus superiores temen y sus subordinados admiran (" Le encantaba la sensación de vivir entre fronteras, no estar en parte alguna, moverse en un espacio que no existe", pág. 23) . Él decide, en última instancia, si los inmigrantes cruzan la frontera o no. Su actitud representa unos

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valores fundamentales para el combate político: la inteligencia, la valentía, la humanidad. Su perfil personal, en cambio, no está tan bien trabajado: su relación con Julieta resulta forzada, como si hubiera tenido que introducir el amor porque tocaba. El personaje de ella es superficial al lado de los demás; creo que habría ganado interés si contara con una historia propia, un peso mayor en la novela, como Thais, Irene o el Druida.

Thais, compañera de Aníbal, encarna otro rol importante para la lucha sociopolítica: la defensa de la diversidad. Ella misma se distingue por no encajar en la imagen dominante: mujer, lesbiana, antigua emigrante, profesional reconvertida a otro oficio por necesidad. Comprende muy bien la indefensión que padecen los inmigrantes clandestinos y las paupérrimas condiciones de la población ("Si nos ilusionamos mucho corremos el riesgo de frustrarnos, pero si nos conformamos con poco es probable que traicionemos nuestras expectativas. Vaya locura...", pág. 180) . Si Aníbal personifica a un líder tradicional que mantiene sus cualidades esenciales en diferentes épocas, la figura de Thais es más exclusiva de finales del siglo XX y principios del XXI, cuando se tomó conciencia del "otro", de la importancia de exteriorizar la diversidad en todos los aspectos. Su lado íntimo, además, sobresale por ese capítulo a modo de diario en el que se conoce a fondo su vulnerabilidad en el terreno sentimental. Aun así, el desenlace, su desenlace, peca de edulcorado en el tono.

Aníbal y Thais no están solos. De forma secundaria aparecen, entre otros, el Druida, un vigilante de las cámaras de seguridad angustiado por las dificultades para sacar adelante a su familia; y Belén e Irene, dos intrusas que llevan a cabo una misión en el aeropuerto -la otra trama principal de la novela, junto con la salida de inmigrantes-. Estas mujeres llevaron una vida "normal", acorde al sistema, durante algún tiempo, pero llegaron al límite y ahora actúan con medios devastadores que proponen una reflexión en torno a la violencia como reacción ( "-¿Que no hay motivos para la violencia? Te mandan al abismo del paro a los cincuenta y cuatro años, te arrebatan tu casa y tu mundo, y, ¿no vamos a estallar?", pág. 195). Porque la inercia, esa fuerza que mantiene los cuerpos en reposo, también puede estimularlos al cambio si sufren un choque tan potente que altera su estado natural.

El grueso del libro se sostiene sobre un armazón deslumbrante, preciso en la escritura y persuasivo en el tema, obra de una escritora perfeccionista que, eso sí, sobresale más en el tratamiento de lo político y de la intriga (la tensión al desvelar los acontecimientos está bastante lograda, sobre todo teniendo en cuenta lo difícil que es construir una historia tan fragmentada) que en lo sentimental (además de la superficialidad de la relación de Aníbal y Julieta, las vidas de los inmigrantes caen con frecuencia en el cliché. Quizá, en lugar de utilizar varios como secundarios cuyas experiencias se narran en pocos capítulos, habría sido más eficaz centrarse solo en uno a lo largo de toda la novela y profundizar en él). El final es tal vez su punto más débil, por su excesiva brevedad, por el tono dulcificado y por la referencia demasiado obvia a un clásico del género (una novela tan inteligente y sutil como Inercia no necesitaba ese detalle).

De todas formas, estas objeciones son menudencias que no deslucen este extraordinario debut, un debut sobre una España futura pero con muchas preocupaciones del presente, que se puede tomar como una advertencia, un espejo en el que nadie quiere llegar a reconocerse. La mirada crítica sobre la sociedad va acorde con otras novelas recientes, comoLa trabajadora (2014), de Elvira Navarro, de corte realista y centrada en la precariedad laboral, oPor si se va la luz (2013), de Lara Moreno, más intimista y lírica, que propone un regreso al origen rural como rechazo de los valores consumistas. Si Inercia se hubiera publicado en una gran editorial, no cabe la menor duda de que habría conseguido tanta repercusión como las publicaciones mencionadas, porque su nivel da para críticas en los suplementos literarios, para entrevistas a la autora, para entrar en las listas de finales de año y, en fin, para estimular a muchos lectores. Al menos, la sencillez de la edición de Baile del Sol tiene una ventaja: el precio (¿qué novedad de trescientas páginas cuesta 13 €?). El lector interesado en conocer cómo la buena literatura se convierte en instrumento de denuncia no debería perderse Inercia.


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