Joan Dunayer es escritora, editora y defensora de los Derechos de los animales. Graduada en la Universidad de Princeton, con estudios de literatura inglesa, educación inglesa y psicología.
Joan Dunayer es una escritora cuyas publicaciones incluyen artículos sobre los derechos lingüísticos y de los animales. Su trabajo ha aparecido en diarios, revistas, libros de texto universitarios ingleses. Es la autora de Animal Equality: Language and Liberation (Igualdad Animal: Lenguaje y Liberación) (Derwood, Maryland: Ryce Publishing, 2001, distribuido por Lantern Books), el primer libro sobre el especismo y el lenguaje.
El uso estándar del inglés perpetúa el especismo, que es el hecho de no otorgar a los animales no humanos igual consideración y respeto que los animales humanos. Como el racismo o el sexismo, el especismo es una forma de perjuicio, en parte, por sesgar la información transmitida, y utilizar engañosas palabras. Sin embargo, mientras los insultos racistas pueden ser censurados, la gente usa con regularidad, y no se dan cuenta, el especismo en el lenguaje. A diferencia de lenguaje sexista, el lenguaje especista sigue siendo socialmente aceptable, incluso a las personas que se ven a sí mismos como progresistas. El Especismo impregna nuestro lenguaje, tanto el lenguaje formal como el no formal. Teniendo en cuenta la difícil situación de los animales no humanos, en palabras de la poeta feminista Adrienne Rich con las cuales se describe una verdad absoluta “Este es el lenguaje del opresor”.
El uso del lenguaje especista, denigra a los animales no humanos. Por ejemplo, denominando a los no-humanos como “cosas” no teniendo en cuenta su genero o grupo al que pertenece como si fueran cosas inanimadas. Refiriéndose a ellos como “algo” (en lugar de “alguien”) elimina la sensibilidad y la individualidad. El especismo en su estado más puro contempla a una persona con parálisis cerebral como “quien”, pero un cerdo con plenas facultades y consciente de sí mismo y de su entorno como “eso” o “aquello”.
El uso actual promueve una falsa dicotomía entre humanos y no humanos. Léxicos separados sugieren comportamientos y atributos opuestos. Nosotros comemos, pero los animales no humanos ingieren alimentos. Una mujer está embarazada o amamanta a su bebé, un mamífero no humano gesta o ingiere mecanizadamente leche. Un ser humano muerto es un cadáver, pero un muerto no humano es sencillamente una carcasa o un pedazo de carne inerte.
El habla cotidiana niega cualquier parentesco entre humanos y no humanos. No somos animales, primates o monos. Cuando hablamos de animales, etiquetamos tal que así a los animales no humanos, tachándolos de “inferiores” y “sub-humanos”. Cuando leemos la definición de humano en un diccionario, se exagera la condición humana y las características típicas de los humanos (como la capacidad verbal), identificándolas como característica de superioridad y en especial la característica de inteligencia superior.
Los epítetos referidos a los animales no humanos, son claramente insultos de los humanos, ya que en ellos se invoca un desprecio claro por otras especies: ratas, gusanos, víboras, gansos. La palabra animal en sí misma transmite oprobio o vergüenza . La palabra humano, por el contrario, significa todo lo que vale la pena. Al igual que la observación de que una mujer tiene “la mente de un hombre”(como otorgándole el valor de la inteligencia a la mujer referida con dicha expresión), el comentario de que un no-humano es “casi humano”, se supone que es una alabanza. Las dos tienen toques claramente condescendientes.
Mientras se hace un alarde de “bondad humana”, nuestra especie trata a los no humanos con extrema injusticia y crueldad. Directa o indirectamente, la mayoría de los seres humanos participan habitualmente en hacer un daño innecesario a los animales, especialmente el cautiverio al que son sometidos para su posterior matanza. Mientras que el verdadero vegetarianismo (veganismo) promueve la salud humana y la longevidad, el consumo de los alimentos derivados de animales genera enfermedades potencialmente mortales, como la enfermedad cardiaca, el cáncer y el endurecimiento de las arterias. Sin embargo, nuestro lenguaje sugiere que los humanos tienen que comer los productos de los organismos no humanos. Como si tuvieran dientes y el tracto digestivo de un carnívoro, situándonos de una manera irreflexiva en la premisa de un cliché “en la parte más alta de la cadena alimentaria”.
Para los especistas, la matanza innecesaria es un asesinato si la víctima es humana. En las granjas industriales, el especismo está institucionalizado, y los animales no humanos son literalmente esclavos: son sometidos a la servidumbre como propiedad. Pero poca gente habla de la esclavitud “no humana”. Muchos de los que fácilmente condenan la victimización de personas como actos “atroces” o un “mal” total contra los humanos, usan el lenguaje moralista y sensacionalista con el añadido del mensaje emocional cuando se aplica a las atrocidades contra los humanos pero no contra los no-humanos. Ellos prefieren la explotación de los no humanos y el asesinato en términos culinarios, recreativos u otras formas. De esa manera evitan reconocer la inmoralidad de estos actos en sí mismos
Entre otros, los vivisectores nazis utilizaron el lenguaje cuantitativo de la experimentación para los humanos, así como los no humanos, la vivisección. Los dueños de esclavos han usado el lenguaje económico de la agricultura para la esclavitud de los no humanos y humanos. ¿Por qué es un lenguaje tan moralmente inaceptable, considerado ofensivo y grotesco, sólo con respecto a las víctimas humanas?
Los medios de comunicación rara vez reconocen el sufrimiento no humano. Solamente reconoce las palabras trágico o terrible cuando se refiere a conceptos humanos. Cuando miles vacas en EE.UU, perecen por el calor y la falta de agua, encerrados sin espacio, en tierras secas y áridas, la prensa se refiere al caso como perdidas “sufridas” por sus esclavistas.
Menospreciar las palabras, no minimiza el sufrimiento y la muerte de los animales no humanos. Como se expresó en una revista de Nueva York en su artículo “antiviseccionistas”, “donde se oponía a las pruebas en cualquier criatura, incluso un ratón.” La palabra ” incluso”aún considera que la sensibilidad e importancia del ratón está por debajo de los seres humanos”. No hay ninguna razón para creer que la experiencia del ratón ante el dolor sea menos dolorosa o que el ratón sienta de una manera menos aguda ante esa crueldad, o que su vida tenga menos consideración que la humana, pero el uso de el lenguaje que se utiliza le saca toda la consideración moral que puede llevar implícita.¿ A quién le importa si millones de ratones y las ratas son viviseccionadas cada año? Son “sólo roedores”. ¿Qué importa si miles de millones de pollos viven en la miseria hasta que mueren tras sufrir un incalculable dolor y miedo? Son “sólo pollos.”
En el mundo ficticio de especismo, los no humanos, de buena gana participar en su propia victimización. “Dan” su vida voluntariamente para la vivisección y la industria alimentaria.
Más allá de desmentir la victimización de los animales no humanos, el lenguaje de la explotación especista no atribuye un sentido y una importancia a la vida de los animales no humanos. Ellos son “cultivos”, “stock”, “trofeos” de caza, y “herramientas” de la vivisección .
Etiquetados y categorizados desde su nacimiento para la explotación, no implica otra cosa más que los seres no humanos existen para nuestro uso. Etiquetar a un animal no humano como objeto de producción para piel. Los animales de circo, como los tigres que saltan por un aro o el oso bailarín, son etiquetados como animales circenses. Este juego de palabras hace que la privación de libertad que existe o la coerción que se realiza sobre estos seres desaparezca.
La maldad sin duda es fuente de eufemismos. Durante milenios, el especismo ha compilado un volumen considerable de ellos. Las sanciones en la gestión de la vida salvaje y natural han sido burocratizadas cuando se trata de matar a seres no humanos libres y salvajes.
La industria peletera y la industria porcina, sirven como palabras código para referirse a lo que realmente se intenta ocultar cuando se habla de piel y carne. La palabra domesticación sirve como palabra para ocultar el sometimiento, la cría forzada y la esclavitud.
Para darle un toque de glamour, se utilizan las palabras positivas, disimulando la manipulación despiadada de los seres humanos en la genética de otras especies. Caballos utilizados para las carreras son denominados “pura sangre”.
Sin embargo, los afectados con discapacidades, los que no son perros criados por humanos para sus fines y catalogados como “pura sangre”, aunque fueran más aptos por el factor de ser de raza mixta, son considerados “mestizos y perros callejeros”.
Con la cortesía de auto-descripción, los seres humanos se exoneran del delito. La industria alimentaria es la causante de la esclavitud y el sufrimiento que causa una masacre y muerte de una magnitud colosal. Sin embargo, los consumidores de carne, huevos y leche no humana se cuentan entre los “amantes de los animales.”
En la actualidad, el lenguaje engañoso legitima y encubre el abuso institucionalizado de los animales no humanos. Con palabras honestas e imparciales, que puede conceder la libertad y el respeto que les pertenecen legítimamente.
Fuente: defensavegana.com.ar - “Inglés y Especismo/ English and Speciesism” by Joan Dunayer
Este artículo a sido traducido por la Coordinación Institucional bajo expresa autorización de su autor: Joan Dunayer.
Fuente original: aliberation.vegaplanet.org - “English and Speciesism”
El artículo apareció en: English Today, Vol. 19, No. 1 (2003), Cambridge University Press. Lantern Books.
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NOTAS
RespuestasVeganas.Org: La publicación de este artículo en RespuestasVeganas.Org no implica necesariamente que compartamos todas y cada una de las cuestiones expresadas en el mismo; sin embargo, consideramos interesante su publicación por la aportación que puede hacer a la causa del movimiento abolicionista por los Derechos de los Animales.
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