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Innova como hábito y olvídate del copyright

Publicado el 07 abril 2017 por Jmbolivar @jmbolivar

Innova como hábito y olvídate del copyrightDurante años, nos han hecho creer que las ideas y el conocimiento tienen valor. Ignoro hasta qué punto esto pudo ser cierto en algún momento pasado, pero a día de hoy es sin duda una gran mentira ya que, como decía hace algún tiempo Hiroshi Tasaka, «en la sociedad del conocimiento, el conocimiento no tiene valor».

Mucho tiempo antes que Tasaka, Drucker decía algo bastante parecido, cuando afirmaba que la estrategia, que al final no deja de ser un conjunto de ideas, es una commodity, y que lo que realmente marca la diferencia es la ejecución de dicha estrategia. Parafraseando al gran Drucker, podríamos decir que «las ideas son una commodity, su ejecución es un arte».

Personalmente, esto es algo que tengo meridianamente claro desde hace tanto tiempo que ya ni lo recuerdo. De hecho, fue una de las razones por las que, cuando empecé a escribir en él hace casi nueve años, decidí que la licencia de este blog sería Creative Commons (puedes ver el tipo concreto de licencia al pie de página) y el mismo motivo por el que tanto mi libro como el resto de mis obras están publicadas bajo esta misma licencia.

El valor del conocimiento es «valor potencial». La clave es cómo convertir ese «valor potencial» en «valor real». En concreto, cuando hablamos de servicios de valor añadido basados en conocimiento, lo importante no es ni el conocimiento ni siquiera «qué» haces con ese conocimiento. El valor reside en «cómo haces lo que haces» con ese conocimiento, es decir, en las competencias que se combinan con el conocimiento durante el proceso de conversión entre «valor potencial» y «valor real».

Por ejemplo, cuando publiqué mi libro, tenía muy claro que ocurriría lo que posteriormente he podido confirmar que así ha sido, y es que muchas personas lo están utilizando como manual para impartir cursos de productividad personal. ¿Me importa? ¿Me preocupa? En absoluto. Más bien al contrario: me halaga. Para mí, mi libro forma parte de un pasado que ha quedado atrás, ya que es un reflejo de dónde estaba yo en el mundo de la formación en productividad personal hace casi tres años, cuando lo escribí. Y, desde entonces, las cosas han evolucionado mucho.

Evidentemente, los principios productivos, los «qués» de los que trata el libro, son universales y mantienen su vigencia intacta, como el primer día. Sin embargo, creo que mis competencias como facilitador y formador de hoy son superiores a las de entonces, porque he seguido recibiendo feedback, desaprendiendo, aprendiendo y practicando. Por otra parte, también he continuado leyendo y aprendiendo sobre neurociencia aplicada a la efectividad y eso hace que hoy sepa bastante más sobre estos temas de lo que sabía entonces, lo cual me ha permitido mejorar y hacer que mi manera de explicar las mismas ideas de antes haya cambiado sustancialmente.

Para mí, innovar es un hábito. Siempre estoy probando cosas nuevas, la mayoría de las cuales acaban siendo descartadas. La buena noticia es que hay un pequeño porcentaje de esas cosas nuevas que pruebo que sí supera el filtro y termina incorporándose, desplazando por lo general a algo previo. Llevado al tema de la formación en efectividad personal, eso hace que el storytelling que hoy rodea a mis explicaciones, los ejemplos, ejercicios y dinámicas, es decir, los «cómos», no hayan parado de evolucionar. Algo parecido ha ocurrido con OPTIMA3®, que en aquel momento estaba dando sus primeros pasos y que a día hoy se encuentra en un estado mucho más completo y avanzado. El resumen de todo esto es que hacer hoy un curso de productividad personal replicando mi libro es hacer un curso «viejuno». Y esto seguro que tiene su público, sin duda, pero desde luego no es el público al que yo me dirijo.

Al hilo de este debate sobre el valor de las ideas y el conocimiento, en las últimas semanas, y con tan solo un día de diferencia, se han publicado dos posts muy interesantes con visiones bastante distintas sobre «compartir en Internet».

Por una parte, este soberbio post de mi amigo y maestro Andrés Pérez, la primera persona que empezó a hablar de Marca Personal en español y siguió haciéndolo durante mucho tiempo en solitario, cuando prácticamente nadie sabía qué era eso. Suscribo punto por punto lo que dice Andrés en el post y me quedo con esta magnífica frase resumen: lo importante no es el contenido sino el «cuentenido».

Yo añadiría que lo verdaderamente importante no es el conocimiento, sino la sabiduría, entendida como aquello que no se puede describir en un texto y que permite sacar partido al conocimiento. Con la enorme ventaja adicional de que, a diferencia del conocimiento, la sabiduría no envejece (la frase es de Bauman). Para mí, las competencias, es decir, qué sabes hacer con lo que sabes, forman parte de esta sabiduría.

Por otra parte, está este post de David Barreda, a quien sigo de cerca desde hace ya algún tiempo y tengo muchas ganas de conocer personalmente. Aunque no comparto la visión crítica de lo que él llama «la falacia de compartir», creo que la reflexión que realiza es útil y necesaria. Personalmente, creo que a la mayoría de las personas les gusta dejar su impronta y que el «copieteo» no es tanto por vaguería como por pura incapacidad creativa. En cualquier caso, estoy convencido de que la copia únicamente perjudica a quien la realiza, ya que «crear» y «copiar» te posicionan de manera bien distinta.

Para terminar, como le oí decir en una ocasión a Genís Roca, «la información solo es poder si se comparte y se actualiza». Podríamos cambiar «es poder» por «tiene valor» y la frase mantendría intacta su validez. Ese valor, o ese poder, entendido como potencial, hay que tangibilizarlo en un «entregable». En caso contrario, no vale nada.

En resumen, el valor del conocimiento es lo que tú sabes hacer con él y cómo lo haces. En consecuencia, al menos tal y como yo lo veo, más que preocuparse por preservar el conocimiento, o las ideas, la clave es ir siempre un paso por delante de los que solo saben copiar.

Y la forma de ir siempre un paso (o varios) por delante es incorporar a tu ADN el hábito de innovar, es decir, hacer que innovar sea para ti algo cotidiano y natural, de tal modo que tu proceso de producción de valor a partir de conocimiento nunca deje de evolucionar. Si lo consigues, esto te va a asegurar que lo que te copien sean siempre versiones obsoletas. Una estrategia sencilla como idea, pero que nuevamente hay que saber (y poder) ejecutar. En otras palabras, innova como hábito y olvídate del copyright.

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