Revista Arquitectura

Insultos

Por Arquitectamos

Tengo un lector que me insulta.

Mi madre siempre decía que el mayor desprecio es no hacer aprecio, y así lo he hecho hasta ahora con este personaje. Leo sus estúpidos y malignos comentarios y paso de él. Pero hoy me decido por fin a escribir para decirle que ha ganado.

Sí, le felicito a usted: ha ganado. No sé qué, pero ha ganado. Para usted la perra gorda. Ya puede celebrarlo. Hala.

Insultos
Reproducción de uno de los bloques de la casa Ennis, de Frank Lloyd Wright.
Regalo de un amabilísimo lector de este blog.

Este blog no me da más que alegrías. La práctica totalidad de quienes me comentan algo me transmite una gran felicidad. Todos son comentarios positivos y muy amables y agradables (incluso los que manifiestan su desacuerdo). Y no solo comentarios, sino que incluso (casi me da vergüenza decirlo, pero también me pone muy orgulloso y satisfecho) algunos me hacen estupendos regalos.

Fue hablar de mi veneración por Frank Lloyd Wright y un lector me escribió para decirme que había hecho unas reproducciones de los "bloques textiles" del maestro para forrar una chimenea y me quería enviar uno; y vaya si lo hizo. Y ahí está desde entonces, en el salón de mi casa, formando parte de mi vida cotidiana y doméstica.

Escribí un artículo sobre un proyecto que me había gustado mucho y su autor me mandó una caja llena de botellitas de aceite de oliva de lujo: no solo virgen extra, sino de primera prensada, con numeración individual y certificado. Una delicia solo digna de dioses, y que, si ya de por sí es un tesoro de sabor excelso, sabiendo que es fruto del agradecimiento y de la amistad sincera todavía sabe cien veces mejor.

Me han mandado más regalos y diversas muestras de cariño que no quiero detallar, pero sabed que mi gratitud y mi alegría son inmensas.

He recibido correos cariñosísimos de dos hijos y una nieta de Curro Inza, de una hija de Gutiérrez Soto y de un hijo de Juan Daniel Fullaondo por lo que había escrito aquí en distintas ocasiones sobre sus padres (y abuelo). Todavía no me lo puedo creer. Y también un cálido mensaje (y su posterior seguimiento en Twitter) de Agustín Fernández Mallo por una glosa que hice aquí de su libro maldito.

También recuerdo nítidamente que una cosa que escribí hace bastantes años sobre Fisac causó que la profesora Raquel Martínez, de la URJC, se pusiera en contacto conmigo cuando aún no nos conocíamos de nada, y de ahí surgió mi amistad con ella y, una cosa fue llevando a otra, con prácticamente toda la plantilla de arquitectura de la universidad, una de las mejores cosas que me han ocurrido en la vida. Y lo mismo digo de docentes de otras universidades (incluso del extranjero), que, pese al tono a veces humorístico y siempre indocumentado y destalentado de este blog, comentan algunas entradas con verdadero entusiasmo y me hacen el más feliz de los impostores. Y me invitan a actos en los que nunca habría soñado participar.

También he recibido, gracias a lo que escribo aquí y a cómo lo hago, algunos encargos profesionales muy interesantes (cosa que cualquiera puede ver que no es el objetivo de este blog), que a su vez han desembocado en algunos amigos muy valiosos (eso ya sí puede ser objetivo de este blog).

Por otra parte, amigos míos de otros ámbitos, muchos de los cuales no tienen nada que ver con la arquitectura, leen habitualmente este blog con gusto, y me dicen que consigo que les entretenga e interese.

Por todo lo que llevo dicho podéis comprender que doy gracias cada día a aquel momento de bajona (julio de 2010) en el que decidí crear un blog "más o menos de arquitectura" sin saber muy bien para qué y nada en absoluto dónde me iba a llevar.

Los miles de comentarios que me dejáis aquí, y en Twitter, Facebook y Linkedin, son siempre (o casi casi casi siempre) muy generosos, y, aunque en general son favorables a mis opiniones, cuando no lo son son magníficos, porque me señalan errores u olvidos míos y me ayudan a corregir, o bien me muestran el desacuerdo con tal lucidez y elocuencia que me enriquecen muchísimo.

Pero hay uno que no. Qué le vamos a hacer. Sí, usted. Ha ganado. Ya ve que estoy haciendo lo que pensé que nunca iba a hacer: hacerle casito, contestarle, tomarlo en consideración.

He picado, he mordido su anzuelo. Disfrute de su victoria. Y ya que lo digo: ¿qué victoria? ¿De qué le sirve? ¿Va a dormir hoy mejor? ¿Me va a volver a escribir otro comentario? Bueno, hágalo. Qué más da. Ya le digo que ha ganado. No necesita usted demostrarme nada más.

El caso es que me dice insultos tontos: que soy un vago; que trabaje en vez de escribir aquí; que tengo tetas y una colita pequeña. (Anuncié aquí que inauguraba otro blog sobre el día a día de un ostomizado, y en él dibujo siempre desnudo al protagonista, mi alter ego), y más cosas que he olvidado. De verdad, Anónimo: las he olvidado. Sobre mi supuesta ideología política, que al parecer cada vez es una, pero siempre producto de mi imbecilidad. Y cosas así. Se aburre.

Usted fue quien consiguió que pusiera filtro a los comentarios. Hasta entonces los tuve en abierto, porque bastante molesto es escribir uno en esta plataforma como para poner más trabas, pero le dio por escribirme cosas ofensivas y ahí estaban uno o dos días hasta que me daba cuenta y las borraba (y aun así del listado de últimos comentarios que se ve ahí, a la derecha, no se borran). Así que esa fue su primera e inmediata victoria.

Los demás comentarios que me sigue poniendo con fidelidad y tesón (pertinacia y contumacia) apenas los empiezo a leer en el filtro de espera y los elimino sin terminar. Sé que son suyos por el estilo, porque, le felicito, tiene usted un estilo, y eso tiene mérito.

Esta entrada viene porque hoy me he quedado mirando con atención el bloque Ennis de Wright, lo he fotografiado y lo he subido a mis redes, henchido e hinchado de emoción y de gratitud, y en ese momento he pensado en usted, en que cuando veo que tengo un nuevo vómito suyo en el filtro de espera me enfado (sí, lo reconozco, me enfado; ha ganado usted) y pienso que para qué narices sigo escribiendo esta mierda de blog.

Pero, claro, pienso en todos los demás lectores que he dicho y, qué quiere que le diga: no hay color.

Así que seguiré. Y usted me seguirá mandando comentarios insultantes, burlones, faltones, ridículos, dañinos, tóxicos, estúpidos y patéticos. Allá usted. Y yo los leeré (al menos las primeras palabras) y los eliminaré. Siga si quiere. Comente también esta entrada. (Sé que las lee todas). Pero le repito que ha ganado. Tenía que haber seguido despreciándolo y no dándole la mínima chance, y mire la que ha liado: que le dedique una entrada. Pero no, no hace falta que usted me mande aceite ni piezas de arte de ninguna clase. No se tome la molestia. Bastante arte tengo ya con usted.


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