Revista Informática

Inteligencia artificial, experiencia racional y sentido común natural

Publicado el 18 junio 2023 por Sesiondiscontinua
Inteligencia artificial, experiencia racional y sentido común naturalLas viñetas de Linnéa Johansson que acompañan este texto resumen muy bien los retos y las amenazas a los que nos enfrentamos con la Inteligencia Artificial (IA); y que comparto al 110% porque están planteados desde el más profano sentido común, algo que suelo echar de menos en las rimbombantes declaraciones de principios sobre novedades tecnológicas que nos cambiarán la vida (otra vez en la misma década). En primer lugar, se trata de convencernos de la utilidad real de un bot que se expresa imitando el habla humana, capaz de interactuar en una conversación con una persona. Sí, es el sueño de tantas novelas y películas infumables y/o visionarias, por fin, convertido en realidad (tanto da que se trate de una construcción que busca precisamente que tengamos esa sensación, porque detrás no hay ni inteligencia, ni conciencia ni nada que se le parezca). Esta vez la novedad es que no hay dispositivos interpuestos (teclados, cámaras, gafas, sensores), tan sólo intercambio de palabras entre un conjunto de iteraciones y otro de redes neuronales.
Como siempre, la novedad y las posibilidades intuidas arrasan en los medios; y de pronto parece que una inteligencia superior ha brotado por simple acumulación de complejidad, una complejidad que en realizad es una increíble capacidad de proceso, selección y aceleración en las posibles respuestas. Son los mismos algoritmos que llevan años extrayendo nuestros datos y rastros digitales, pero ahora llevados a un nivel de sofisticación inédito. Entonces esos algoritmos ganan a un campeón de ajedrez o de Go y las audiencias no iniciadas dan por hecho que hay una inteligencia sin conciencia (de momento) que nos supera. Hay quien queda fascinado, otros sólo ven amenazas, otros explican todo desde el marco mental de las ficciones tecnológicas y, unos cuantos, por fin, lo ridiculizan todo a base de escepticismo cool.
Con la IA tendemos a olvidar que se trata --porque se oculta convenientemente desde el lado de la oferta-- de una tecnología carísima con al menos dos objetivos: 1) hacer dinero, mucho dinero, muchísimo dinero, sin necesidad de movilizar personas; 2) obtener una ventaja competitiva en la pugna por por el poder geopolítico. Las IA funcionan gracias a inmensa redes de computadoras que procesan la información y la clasifican mientras interactúan con miles de individuos, a los que responde con resultados que tomamos por únicos y personalizados. ¿Quién no acabaría pagando por algo así? Es el mismo modelo de negocio cuya viabilidad demostró Google en el pasado: ofrecer un servicio de búsqueda rápido, no intrusivo, aparentemente útil y tremendamente sencillo que además incorporaba un modelo de publicidad a un precio irrisorio (apenas unos céntimos por transacción). Las economías de escala se encargarán de hacer el resto. En 2022, Google amontonó suficientes céntimos como para amasar 224.000 millones de dólares. Con las IA, las expectativas van por ahí, pero a un nivel increíblemente más especializado, amenazando a toda clase de profesionales cualificados (los que hasta ahora se libraban de los estragos laborales de la globalización), incluso el mismísimo modelo de negocio que ahora mismo exprime Google como un monopolio de facto. Poca broma.
Ahora mismo, existen infinidad de inteligencias artificiales funcionando por ahí, recolectando datos, obteniendo patrones, aprendiendo de nuestra manera de actuar, imitando nuestros comportamientos... y lo hacen muy, pero que muy bien. De entrada porque ni nos enteramos ni sospechamos la cantidad de valiosa información que les estamos proporcionando sin saberlo, constantemente. La más popular es ChatGPT, porque se peude hablar con ella, pedirle tareas, hacerle preguntas idiotas, ponerla a prueba... Pero hay muchas más haciendo de todo.
¿Qué pasará cuando seamos incapaces de distinguir si nuestra queja ante un servicio de atención al cliente indignado está siendo gestionada por un humano o un bot con IA? Nuestro sentido común profano nos llevará a pensar que es esto último, pero podremos equivocarnos. Tendremos que introducir conscientemente trazas imprevistas para poner al límite las iteraciones preprogramadas; una especie de test Voight-Kampff cutre al cual nunca imaginamos que tendríamos que recurrir para reclamar a la compañía del agua una factura errónea.
ChatGPT aún está en una fase embrionaria, y por eso lo han hecho de acceso público y gratuito, para acelerar su aprendizaje y detectar fallos más rápidamente. De momento, ya han aflorado infinidad de malos usos y sesgos, para regocijo de periodistas y apocalípticos. Está claro que aún es incapaz de añadir a lo que responde una capa de ética, o tener en cuenta la corrección, ni siquiera es capaz de deducir el contexto en el que se desarrolla la interacción. Le cuesta añadir significados y muchas veces no entiende nuestras preguntas llenas mala intención. También está el problema de la educación: ¿sirve de algo si las respuestas, los ejercicios, los trabajos, los informes y/o las presentaciones puede hacerlas una IA en dos segundos? Incluso hay autores que la han usado para escribir novelas (¡y las publican con su nombre!). La mayoría de usuarios/consumidores hacemos un uso más profano de la herramienta, mezcla de vagancia y curiosidad.
En cuanto al segundo objetivo no declarado: usar la IA para influir en la política, la economía, las democracias o en la guerra, ¿cómo la usarán los responsables electos y no electos? Pues para lo que se han usado siempre todas las tecnologías: para espiar y supervisar a los usuarios/consumidores. Los que vuelcan contenidos que luego la IA analiza y estructura para usarlos en sus resultados; los que, con sus consultas, retos y preguntas, han contribuido a entrenar las IA, a lograr que aprendan más deprisa y mejor. Para adelantarse a nuestros deseos, para prever nuestros comportamientos, para garantizar que nuestros rastros digitales seguirán alimentando sus modelos de negocio, para hacernos creer que lo que nos ofrecen es lo que necesitamos... Si el verdadero objetivo fuera ayudar a corregir las desigualdades, prevenir catástrofes, encontrar curas a enfermedades, está claro que quienes liderarían el proyecto no serían los actuales, no habría tanta preocupación en acortar los plazos de retorno de la inversión ni se inyectaría tantísimo dinero.
Lo único cierto es que la IA es y será capaz de hacer cualquier cosa que hayamos producido los humanos y que hayamos guardado en un formato que pueda encontrar y comprender. ¿Será capaz de anticipar lo que no existe a partir de los patrones que construye con lo existente? ¿Será capaz de dar un salto y situarse «fuera del sistema»?

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