Revista Cine

‘Inteligencia Artificial’ – Un niño de verdad

Publicado el 23 junio 2011 por Cinefagos

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“Propongo, que construyamos un niño robot, capaz de amar.”

Inteligencia artificial no es una película fácil de clasificar. Es capaz de despertar las más furiosas opiniones, desde los que la elevan a la categoría de obra maestra hasta los que la defenestran tildándola de gilipollez con alienígenas anoréxicos. Este proyecto híbrido, creado por Stanley Kubrick y desarrollado finalmente por su amigo Steven Spielberg, divide a los aficionados, sobre todo a aquellos que se consideran cinéfilos y tienen sus fobias y simpatías con los dos directores. Es una película difícil de entender, adornada con una falsa sensación de cuento de hadas y que trata uno de los temas más apasionantes de la humanidad. No es sólo una historia de robots, sino que habla de verdades incómodas y de nuestros más bajos instintos convirtiéndose en una pieza indispensable de cualquier aficionado a la ciencia ficción. Tanto por lo que es, como las circunstancias que llevaron a su creación, como por lo que cuenta.

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La película nos habla de un futuro donde los recursos escasean y donde la natalidad está controlada para evitar la superpoblación, algo que ya existe en China. En esa sociedad, los robots se están convirtiendo en una pieza indispensable en el día a día, ocupándose de todas las necesidades que puedan ocurrir. Computadoras pensantes, robots con sistemas capaces de sentir dolor y simulacros de personalidad. Estos sistemas neuronales son muy realistas, pero los científicos siguen sin estar contentos porque la palabra clave es esa: simulacro. Existen robots sexuales, gigolos y prostitutas pensadas para satisfacer nuestro apetito, pero todo es un juego de luces y, en el fondo, un robot no deja de ser un juguete muy caro. En esa situación, se plantean una posibilidad: la de ir más adelante y crear algo capaz de amar. No una simulación, sino algo sincero y único, especial en su manera.

En un mundo donde cuesta mucho tener un hijo, una creación de esa forma llenaría un vacío emocional. Como vemos, por muy bien que vivan los seres humanos y por muchas comodidades que pongan a nuestra disposición, parece ser que lo más complicado siempre viene a ser lo que sentimos en nuestro interior. Las emociones y los sentimientos son precisamente el eje de ‘Inteligencia Artificial’.

El lugar elegido para soltar a este robot es una familia con una grave pérdida, la de un hijo que yace enfermo en estado de criogenización. Es un detalle muy inteligente del guión que el hijo no esté muerto, como ya veremos más adelante. La primera de las tres partes bien diferenciadas de las que consta la película empieza en este pequeño núcleo familiar, donde el joven robot, llamado David, intentará cumplir con su cometido. Por supuesto, lo que Mónica, la mujer, piensa, es que David parece un sustituto insultante de su propio hijo. Reacciona como debería hacerlo cualquier persona a la que le regalan un gatito con la esperanza de que el niño de la familia olvida a la mascota recién atropellada. Sin embargo, con el paso del tiempo, Mónica pasa del miedo y la desconfianza a llegar a sentir algo de cariño por David, decidiéndose a abrir una carpeta especial que contiene un código de siete palabras que activan un sistema dentro del chico. De momento no es más que un androide con aspecto muy humano, pero repulsivo (quizá el Valle Extraño tenga algo que verMe gusta cómo graba Spielberg a David, a través de puertas acristaladas y reflejos, forzando un poco la imagen que da al espectador para que nos resulte incómodo mirarle). Pero cuando Mónica activa esa programación, David queda impreso con un amor incondicional e imborrable, transformándose en un niño de verdad. Alguien que quiere a sus padres.

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Tras la muerte de Stanley Kubrick, Spielberg decidió hacer esta película como homenaje a su amigo, e imita bastante bien su técnica fría y su aparente falta de emoción, algo que le viene genial al relato, por cierto. Muchos catalogan este fragmento como el mejor de una película que después iría dando bandazos, pero yo no estoy de acuerdo. El caso es que después de que el núcleo familiar se rehaga con David, ocurre lo inesperado: que el hijo de la familia mejora y sale de la criogenización. Su llegada a casa (grabada con el más puro estilo Kubrick) es un poco chocante, porque la silla de ruedas, la vía intravenosa, el aspecto enfermizo del crío y lo horrible de una enfermedad contrasta con la jovialidad y juventud de David. Sabemos lo que va a ocurrir a continuación.

Con el hijo de la familia viviendo con ellos, las diferencias se resaltan. Llegará un día en que todos crecerán, pero como he dicho antes, David seguirá siendo tan joven, tan inocente, que asusta. Incluso él se da cuenta y empieza a hacerse preguntas sobre la muerte y qué hay en él que es diferente a todos los demás. Además el hijo de la familia siente celos, lo que provocará una serie de situaciones incómodas. La peor de ellas, cuando el cabroncete del crío le dice a David que para que su madre le quiera tiene que entrar en su habitación por la noche y cortarle un rizo. Por supuesto, a los padres no les hace mucha gracia ver a una calculadora con patas con unas tijeras en las manos, por lo que empiezan a plantearse si será seguro tener algo así en su casa, cosa que se confirma con el incidente de la piscina. De modo que Mónica tendrá que tomar una decisión: abandonar a David como un cachorrito en verano y alejarlo así de su familia en una escena desgarradora y cruel. Haley Joel Osment hace un papelón.

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Y aquí acaba la primera parte. Adiós a Kubrick, saludad a Spielberg. Mónica no le ha contado a David cómo es el mundo exterior lejos de ese microuniverso que es la familia. Existe un odio generalizado contra los robots y se les trata como mercancía en las llamadas ‘Ferias de la carne’, un espectáculo donde se los destroza para divertimento del público. Es aquí también donde aparece otro personaje: Gigoló Joe, un Jude Law impresionante y exagerado del que te acabas creyendo que es un robot danzarín. Algo que me hizo mucha gracia y que se hizo muy famoso es la forma que tiene de encender la radio :)  Gigoló Joe, que está huyendo de la justicia, se encuentra con David cuando son capturados y enviados a una de las ‘Ferias de la carne’, donde los organizadores se sorprenden de la perfección de David, al que confunden con un niño de verdad. Entre todos los robots que tienen encerrados (incluido un abuelete que dice ser el robot del año de la revista Time setenta y cinco años antes) y donde se nota un trabajo impresionante en el campo de los efectos especiales incluso hoy, diez años más tarde, David es especial. Tiene miedo y siente dolor. Una vez logran escapar de allí, David inicia una búsqueda no sólo de su madre, sino también de la forma en que conseguir que ella le quiera como a su otro hijo. Sabe que es un robot y su más profundo deseo es convertirse en un niño de verdad, como ha leído en el libro de Pinocho.

La búsqueda les irá llevando de un sitio a otro, hasta un Nueva York apocalíptico. Aquel es el sitio donde David fue creado, y donde descubrimos que el científico que ideó aquello tuvo una base muy personal para diseñarlo. David es la encarnación mecánica de su propio hijo fallecido, una foto fija de él. Es muy curioso que decidiera hacer un robot con su imagen, algo muy humano, muy… emocional. Cuando se encuentran con varios modelos similares a él, David enfurece y lo destroza gritando que él es único, especial… unas reacciones desproporcionadas para una máquina. El amor degeneró en celos, y éstos también en la obsesión por la posesión. Él es único y su madre sólo puede quererle a él, los demás niños son competidores.

Entonces aparece el profesor Hobby, su creador. Hobby parece estar ilusionado por todo lo que David ha conseguido, por cómo se ha desarrollado su sistema emocional. A pesar de ser todo lo lógico que es un robot, David ha decidido perseguir un sueño un poco loco acerca de una princesa de cuentos. Quiere creer lo imposible con la esperanza de que las cosas algún día mejoren, lo que, si nos paramos a pensar, habla mucho del ser humano, de nuestros miedos y nuestras aspiraciones. Y exagerándolo, la creación de Dios. El Hada Azul de David es el equivalente al dios humano, porque cree que encontrándola, podrá sobreponerse a su sufrimiento. Al final encuentra una figura de un hada bajo el agua, y queda allí atrapado durante mucho tiempo, dos mil años concretamente, hasta que las aguas se congelan y todos los seres humanos desaparecen de la faz de la tierra, mientras le suplica que le convierta en un niño de verdad.

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Y, según muchos, la película debería haber acabado aquí, con un final tan desolador como creíble: David no puede convertirse en un niño de verdad. Su madre ha muerto, y él está enterrado para siempre. Sin embargo, Spielberg decidió añadir un último tercio de la película, incomprendido por muchos y despreciado por la mayoría, que a mí me parece su parte más interesante e hipnótica. Dos mil años más tarde, el mundo es un completo cascarón muerto, a excepción de algo que parecen ser extraterrestres realizando algún tipo de excavación arqueológica. Éstos reaniman a David y bucean en sus recuerdos, viendo todo lo que ha sentido y deseado alguna vez. Más tarde, uno de esos seres se le acerca (la escena en la que llama a la puerta y entra en la habitación es impresionante de lo sencilla y real que parece). Entonces, quizá de forma sutil, comprendemos que esos seres son una inteligencia artificial desarrollada, no extraterrestres. Funcionan como una red neuronal, transmitiéndose información unos a otros.

Estos seres son lo último que nos queda: nuestra creación más perfecta. Son los únicos supervivientes de nuestro planeta, y han empezado a hacerse preguntas sobre su existencia y sobre algo que desconocen: la esencia del alma. Esas inteligencias artificiales han buscado durante mucho tiempo en busca de respuestas, y han clonado a seres humanos de los que han logrado recuperar material genético. Pero hay un problema. Es como si, de alguna forma, lo que ya ha existido no pueda recuperarse. Lo que pasó, pasó, y no hay forma de volver atrás. Es como si Spielberg tratase de decir al espectador que el tiempo es finito, y se te está acabando por momentos. Si clonan a la madre, sólo será por un breve espacio de tiempo, un día (un recurso narrativo muy cruel que nos ayuda a entender cuán ínfimo es nuestro tiempo). Pero a David incluso eso le basta. Volver a estar con ella, volver a sentirla cerca, volver a sentir ese amor que está programado para sentir. De modo que la reviven, pero sólo durante ese pequeño espacio de tiempo. Es una forma de decirnos que no podemos esperar a los días perfectos, que hay que luchar por ellos y hacerlos perfectos, sabiendo que todo se acaba y no vamos a durar. Mónica morirá y David volverá a quedarse solo, y lo único que podemos hacer es transmitir nuestro amor y nuestro cariño hacia las personas que están a nuestro alrededor. Lo más importante es nuestra parte emocional, y todo en la película gira como ya he dicho en torno a ella. Ahí podemos ver a ese supuesto “extraterrestre”, más poético de lo que esperamos en un robot, incluso podemos notarlo en cada uno de los bloques de la película. Un Kubrick muy visceral, frío y mecánico, un Spielberg pasional y emotivo, como han marcado toda su biografía. Quizá esas emociones y sentimientos sean lo que nos hacen únicos, y quizá sea lo más importante de todo. Porque por muy perfectos que seamos, todos necesitamos lo mismo que David: amor.


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