Revista Cocina

Intolerancia a la lactosa

Por Sentir @menjasa1

¿Qué es la lactosa?
La lactosa es un tipo de azúcar que se encuentra en la leche (humana, de vaca, de cabra y de oveja) y en sus derivados. Se puede encontrar en otros productos como aditivo alimentario, por ejemplo: carnes procesadas, patés, margarinas, salsas, embutidos, helados, sopas instantáneas, comidas preparadas… También en medicamentos.
¿En qué consiste la intolerancia a la lactosa?
Para poder digerir la lactosa necesitamos una enzima denominada lactasa. Cuando no hay suficiente cantidad de esta enzima, una parte o la totalidad de la lactosa queda sin digerir, pasando al intestino grueso, donde será fermentada por la flora bacteriana, generando sintomatología diversa.

¿Qué síntomas puede provocar?
Los síntomas suelen presentarse desde los 30 minutos hasta las 2 horas posteriores al consumo de productos que contengan lactosa pudiendo agravarse cuando se consumen grandes cantidades. Los síntomas más frecuentes son: distensión abdominal, cólicos abdominales, diarrea, gases (flatulencia), náuseas, excrementos pastosos, diarrea o defecación explosiva…
Existen diferentes grados de intolerancia, así pues, hay personas que al consumir cantidades pequeñas de lactosa notan síntomas, y otros necesitan más cantidad para notar la misma sintomatología. Además, no todos los productos contienen la misma cantidad de lactosa, por ejemplo: la leche contiene más lactosa que los yogures o el queso curado.

¿Qué tipos de intolerancia existen?
Intolerancia genética (irreversible). Es la causa más frecuente, afectando al 70% de la población mundial. Hay una pérdida progresiva de la producción de la lactasa de forma permanente. Al ingerir lácteos, la persona nota cada vez más síntomas. Puede aparecer en el período de lactancia o hasta muchos años después, en la edad adulta. El único tratamiento posible consiste en retirar los lácteos de la dieta.
Intolerancia secundaria (temporal). La disminución de la producción de la lactosa es provocada por un daño de la mucosa intestinal, por ejemplo: posterior a diarreas prolongadas, por antibióticos, quimioterapia, cirugía del intestino delgado, celiaquía, enfermedad inflamatoria intestinal, introducción prematura o no gradual de leche con lactosa en bebés… En la intolerancia secundaria, cuando la enfermedad mejora, también lo hacen los síntomas.

¿Cómo se puede diagnosticar?
– El método más utilizado es el test de hidrógeno aspirado. Consiste en ingerir una cantidad concreta de lactosa, y si se produce un aumento de hidrógeno en el aliento, se confirma la intolerancia.
– Otra forma de diagnóstico es a través de un análisis de sangre, donde se mide la cantidad de glucosa de la persona, antes y después de administrar lactosa en diferentes intervalos de tiempo. Si el organismo no produce suficiente lactasa, no se producirá un aumento del nivel de glucosa en sangre.
– Un nuevo método que se empieza a utilizar en nuestro país es el test de Gaxilosa. Consiste en administrar una sustancia que en presencia de lactasa se rompe y genera xilosa en orina, la cual se mide.

Tratamiento
El único tratamiento posible pasa por eliminar cierta cantidad de lactosa de la dieta, según el grado de intolerancia. Actualmente, en el mercado hay un amplio surtido de productos sin lactosa (leche, yogures, quesos, helados…). Tendremos que evitar los productos procesados que puedan contener o contengan lactosa, por eso hará falta que nos fijemos en las etiquetas.
La disminución del consumo de productos lácteos, puede provocar déficit de calcio, por lo tanto deberemos incorporar otros alimentos ricos en calcio cómo: bebidas vegetales enriquecidas en calcio, sardinas de lata, pescado pequeño con espina, tahini, brécol, perejil, espinacas… También la vitamina D se puede ver comprometida, para prevenir carencias podemos exponernos al sol durante 20 minutos diariamente.

Se comercializan unos comprimidos de lactasa, la enzima deficitaria en la intolerancia a la lactosa, que permiten digerir con normalidad los alimentos que contienen lactosa. Se recomienda pero, utilizarlos en casos esporádicos, cuando se hacen comidas fuera de casa, donde no se puede saber con certeza si contienen lactosa o no.


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